Despues del caos viene la calma, así como aquel intenso amanecer después de una tormenta. En este caso pensé en el lugar que más calma me ha transmitido este año: La isla de Margarita. Fueron días donde el tiempo no importaba y no había presión de ningún tipo. Entre mis días allá visité playas interesantes, lugares donde el tiempo parecía detenerse o por lo menos pasaba más lento. Donde las personas se dedicaban a contemplar, escuchar y pescar cuando era el caso. Estos ultimo fueron los que llamaron mi atención, pero antes de decirles el porqué, les comparto las captura.

Las fotos son la siguientes:

Triada pesquera	La calma del vigilante

Ambas fotos son de mi serie Margariteña y para no luchar entre cual me parecía más interesante para el concurso decidí unirlas en esta entrega y dejar que se conectaran por el mismo titulo de esta entrega: La calma.

La calma al sentarse y esperar que los peces muerdan el anzuelo, la calma al vigilar desde las alturas un estacionamiento de un centro comercial donde la mayoría de las personas son turistas y poco se asoman las malas intenciones. Sentarse es en su mayoría un símbolo de espera, una estadía en un lugar que quizás puede ser un poco extensa, como lo seria pescar y como lo seria cuidar un estacionamiento.

Podría decir con honestidad que un solo detalle rompe mi calma y es el detalle del niño ansioso a la espera de que un pez muerda el anzuelo. Quizás son abuelo, padre e hijo en esa triada o posiblemente un padre con sus dos hijos, en cualquiera de los casos, siempre son los chicos los que menos comprende lo necesario de la calma para conseguir una buena pesca. Si hay algo que necesita mucha calma y paciencia es el acto de pescar.

Ahora, si pescar requiere un nivel de tranquilidad bastante extenso, para ser vigilante debes ser calmo por naturaleza. Debes observar, escuchar, ser uno con el tiempo que transcurre y solo dejar que la mirada sea uno de los movimientos mas constantes que tengas.