Alrion en llamas (Prólogo)

in #spanish7 years ago

La habitación del palacio se encontraba iluminadas tenuemente con la luz de las velas mientras una pareja debatía de manera apresurada y algo acalorada el destino de una bebé.

—Tenemos que sacar a Elizabeth de aquí cuanto antes, ¿Segura que Gabrielle le dará suficiente protección?— Añadió con preocupación Elois.

—Confío plenamente en la voluntad de Gabrielle, a pesar de que no crecerá en la familia real con todos los lujos que supone, tengo la certeza de que con los aldeanos va a estar bien. Estoy muy segura de que le darán mucho amor, tanto como si se lo hubiéramos nosotros—.Le dijo Alene con toda la tranquilidad que era posible en ese momento de tensión, sobre todo porque en el fondo ella sabía que no iba a ser fácil resistir una catástrofe de tal magnitud.

Aunque en el fondo no era fácil lo que estaba haciendo, tenía que hacer todo lo posible por tranquilizar a su esposo Elois.

Mientras tanto se hizo un silencio aterrador en aquella sala, a la vez que Alene recordaba que hace tan sólo unos meses, todo el reino estaba esperando la llegada de la primogénita real. El banquete y las celebraciones duraron alrededor una semana, el reino de los elfos se regocijaba en la llegada de la princesa. Todo estaba calmado hasta que los Rezakjesh llegaron a las fronteras del valle Alrion, arrasando con su peste todo lo que llegaban a tocar.

Los Rezakjesh son unas criaturas de las que descienden las arañas, son inteligentes y mágicos por naturaleza, dicha magia la utilizaban de forma que podían transformarse en la criatura que quisieran. En poco tiempo lograron descuartizar elfos y devastar ciudades enteras, son unas criaturas imparables. Ni los habitantes del mundo acuático que son los más sabios son capaces de dar respuesta hasta ahora, no se sabe de dónde salieron ni como acabar con ellos.

Elios contemplaba a Alene, su reina, su primer amor y muy seguramente el último, ella se veía cansada, con la mirada perdida, cuando su esposo hizo un ademán de acariciar su rostro provocó que Alene se sobresaltara. Ella en su asombro no hizo más que sonreírle con ternura... Aquel hermoso momento fue interrumpido de manera muy brusca por los gritos de la batalla que se libraba entre la guardia real y los Rezakjesh, de pronto todo se inundó con el sonido que se produce al crujir las espadas.

—Allie, no hay tiempo, tenemos que encontrarnos con Stella, agarra a nuestra hija y el vial.— Alcanzó a decir Elois mientras abría el pasadizo que daba a la planta del palacio.

Alene no era esa clase de persona que obedecía de forma dócil, sin embargo el apodo y las circunstancias que la inundaban hizo que no le prestara mucha atención y se apresuró...
Atravesando el atajo los estruendos y los gritos se hacían más cercanos. mientras más cerca estaban de la salida de aquel escondrijo, los nervios y el olor a podredumbre que había en el ambiente amenazaban con hacer salir el platillo de frutas y carne tierna de la cena. Instintivamente, Alene apretó a Elizabeth para sus adentros

El palacio de Quel'The fue construido principalmente de mármol, era de lo más precioso y cuando aquella pareja salió, la estancia en la que se celebraban banquetes, se encontraba en silencio y a pesar de la iluminación se podía contemplar los tronos reales, era obvio que aún no habían llegado hasta aquí esas malditas aracnoides.

El rey se apresuró a cruzar el lugar hasta llegar al trono que le correspondía y contempló las rocas que estaban en el espaldar, removió la piedra mágica con cuidado y la colocó en una montura de metal a modo de amuleto. Esta peculiar gema se encargaba del equilibrio mágico del reino. Sin el cristal, el lugar no les serviría de nada a los Rezakjesh.

En cuanto cruzaron el lugar salieron al vestíbulo y el olor a podredumbre era realmente nauseabundo, alzaron la mirada y una bestial horda de aquellos monstruos se encontraba disfrutando de su carnicería, dándose un festín con los miembros mutilados de la Guardia Real. Ante ese escenario, Allie trataba de ser fuerte y mantener la calma, los Rezakjesh venían por ellos y ella no podía simplemente soltar a su hija para combatir al lado de su esposo.

Elois, en cambio desenvainó su espada legendaria, que tenía incrustaciones de rubíes en la empuñadura, se preparó para atacar pero antes le tendió a su esposa una especie de colgante con una piedra brillante como dije: —Mi regalo de despedida, apresúrate, yo te cubro Allie.— Segundos después, el rey no sabía ni cómo se llamaba, se había convertido en una máquina de combate tratando de diezmar a la horda insaciable.

Ante la repentina soledad que experimentaba la reina, corrió hacia las escaleras, volteandose regularmente para comprobar que nada estaba tras de ella y su bebé, al llegar al jardín corrió hacia la silueta de lo que parecía ser su amiga del alma Gabrielle, la cual estaba al pie de la fuente de los Anu'relei.
—No tenemos mucho tiempo, Elois se quedó resistiendo en el camino, pero no sé cuánto podrá soportarlo.—Aseveró entregandole a la bebita que se encontraba tranquila mirando el cielo.

Alene comenzó un encantamiento en una lengua antigua, las palabras brotaban de sus labios como si de una canción de cuna se tratara "...Niv Rom I nòht Teuras, I negøn NärTse, Hynøle Gidomgrøs". Con este verso finalizó y se quedó viendo como el rostro de su hija iba sufriendo una transformación. Sus ojos, seguían siendo azules pero carecían de brillo y de la forma habitual, sus orejas no eran puntiagudas sino corrientes y su piel ya no reflejaba la eternidad que tanto caracterizaba a los elfos. —No pensé que cambiaría tanto—. Una lágrima rodó por su mejilla, ya era hora de partir.

Alene vió a su hija y le puso el colgante que su amado esposo le había hecho, sabía muy bien que los Rezakjesh aunque lograran tomar el reino, no conseguirían lo que buscaba y aunque los monstruos cegados por la ir iban a destruir el reino, para ella es una victoria que no alcancen su máximo poder con la Rågisiva.

—Tengo una corazonada, tengo que correr cuanto antes para estar al lado de Elois, sé que estarán bien, todas ls bendiciones de la luna para las dos—.

Allie estaba tan apresurada que no volteó para ver cómo su hija se perdía en el cielo estrellado montada en un dracohalcón.

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Continuará...

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