Una mentirosa curada

in #spanish6 years ago (edited)

- ¡Amelia! ¿Ya te bañaste? -me grita la señora.  

Estaba enjabonándome la barriga. La hora más difícil del día era el baño, no me gustaba nada de nada y la señora no entendía esto. La suerte es que ya podía “bañarme sola” y podía engañarla tan solo mojándome el pelo y poniendo algo de jabón en la barriga. No soy una niña muy aseada. Pero cuando me agarra mi tía es otra cosa. Ella sí se mete conmigo y me asea hasta los dedos de los pies.  

Al salir del baño tomo la toalla y la enrollo alrededor de mi pequeño tronco, así me enseñaron en la escuela: a eso se le llama tronco.  

-Venga acá Amelia. ¿Te lavaste todo? -dice la señora.  

Asiento, pero no lo había hecho.  

La ropa me esperaba encima de la cama. Siempre pensaba en que me habían cambiado de bebé, la señora no era como las mamás de mis amigas que siempre las abrazaban o las besaban en la mejilla. La señora era muy práctica. Darnos de comer, mandarnos a bañar, ir a la escuela a buscarme…Pero nunca nos daba cariño, nos trataba con dureza y siempre nos juzgaba a mi papá y a mí. Lo que siempre hacía era pegarme por cualquier maldad que hiciera. A veces sentía que no quería ser mamá. 

Me acerco a ella y me pone la ropa como si tuviese rabia. Escucho de pronto la puerta de la casa, sé que es mi papá. Con él sí me la llevaba bien. Salgo corriendo para saludarlo, la señora se adelanta. Veo que mi papá se tambalea de un lado al otro, trae en la mano una botella y sus ojos están achinados. Dice algunas cosas, pero no lo entiendo, la señora arruga la cara y lo empuja hasta el cuarto. Siempre me asustaba ver a mi papá así, pero también me daba un poco de risa. Los adultos le llaman: estar ebrio. 

La señora sale del cuarto muy molesta. Me da miedo mirarla, no vaya a ser que me pegue por eso.  

-Busca tus muñecas, Amelia. -me dice la señora- Hoy estaremos en el garaje y te quiero cerca. Puedes quedarte dentro de la casa, pero no te quiero metida en el cuarto, así no tendrás espacio para cometer ninguna de tus hazañas.  

¡Ay sí!, mi última travesura: jugaba con un poco de agua y el enchufe. Desde ese día a la señora no le gusta apartarme la vista y cuando hace el ritual de sentarse en el garaje, me dice para que esté cerca de ella.  Busqué mis juguetes y me senté en el piso de la sala. Mi tía y la señora se llevaron unas tazas de café, no sé cómo les gusta tanto.  

Mis muñecas ya estaban en círculo, tomando una taza de té. Hablaban de recetas de cocina y remedios caseros. Me gustaba hacer hablar a mis muñecas.  

- Y dígame usted señora tina, ¿cómo hace para esos dolores de rodilla?  

-Pues, yo le pongo a mi esposo un poquito de tierra mojada sobre la rodilla y se lo dejo por 15 minutos.  

-Interesante, ¿y le ha funcionado? 

-Claro que sí, fíjese que a don Jarol, el vecino de al lado, le di ese remedio y se curó para siempre.  

- Vaya, entonces lo haré en cuanto llegue a la casa.  

La señorita Clotilde pregunta si desean un poco más de té.   

De pronto un ruido en la reja me hace soltar los juguetes. Me levanto y doy un pequeño brinco. Era un viejo amigo de la familia, venía cada 15 días a visitarnos. Mi papá dice que es un buen amigo, una joya de esas que no se consigue en ninguna parte.  

-¿ESTÁ DON ÓSCAR? -grita desde la reja el señor.  

-NO ESTÁ, SEÑOR. -dice la señora.  

Como pude incliné mis cortas piernas. Imaginaba la posibilidad de que alguien me estuviese halando con una cuerda desde arriba, sostuve con mis manos el peso de mi cuerpo mientras inclinaba la boca hacia arriba para que me escucharan. La ventana estaba muy alta y yo tan solo era una pequeña niña tratando de responderle al señor que preguntaba por mi papá, creo que merecía una respuesta sincera y grité:  

-ESTÁ DORMIDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Como pude alargué la frase. Pero mi voz era tan chiquita que se perdía con el ruido de la calle. Además, la distancia de la reja a la ventana era un poco larga. La señora rápidamente volteó a verme y peló los ojos. Como por arte de magia al señor le pareció que decía algo.  

-¿QUÉ DICE LA NIÑA? 

Era mi oportunidad, sentía que mi esfuerzo había valido la pena. Solo tenía que volver a gritar, ya me dolían las piernas de tanto estar de puntillas. Abrí la boca y tomé aire. Pero antes de que pudiera repetir la frase, mi tía con mucha calma le cambió el sentido a lo que yo había dicho.

-QUE NO HA VENIDO, SEÑOR.  

En ese momento, me sentía confundida. Me encontraba con un par de mentirosas. Sí había llegado, estaba en el cuarto, estaba dormido.   

-AH BUENO, ÉSTE…LE DICE QUE PASÉ POR AQUÍ.  

-Con mucho gusto, señor Mijares. Nosotras le daremos el recado. -dice mi tía mientras toma un sorbo de café y sonríe un poco. 

De pronto, escucho abrirse la puerta y sé que es la señora, yo estaba confundida y decepcionada. Pero a la vez sabía que me esperaba una enorme golpiza, así soluciona todo la señora. Y mi tía no me iba a defender.   La señora levantó su mano para pegarme.

Pero antes de que eso ocurriera tenía una esperanza y con una voz minúscula, pero firme le dije: 

-Tú dices que no debemos mentir.  

¡Gracias por llegar hasta el final!
 

Las ilustraciones fueron realizadas únicamente para acompañar este post.

Son originales de Juan Pablo.

Gracias por el apoyo.

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Excelente relato, gracioso lo de la niña gritando, buenísimo los dibujos. Saludos

muy divertido! deje la mentira no valen nada

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