Algunas despedidas son para siempre.

in #spanish6 years ago (edited)
En 1993 tenía 3 años. Mi maestra dijo en el informe final que yo intentaba actividades superiores a mis posibilidades. Que reconocía mi izquierda y derecha. Eso lo perdí por el camino, (no lo de intentar actividades superiores, sino aquello de saber ambos lados) hoy dudo cuando debo indicar cuál es la derecha y cuál es la izquierda. También decía que mi lenguaje era claro y que me comunicaba poco con mis compañeros, pero más arriba dice que compartía mis materiales con ellos. Hablaba hasta por los codos, es verdad, mi lenguaje era sumamente claro y precioso, pero no hablaba con casi nadie que no fuera mi familia. Siempre se me dificultó esto de comunicarme con la gente y lo conservo, ¡qué difícil es la palabra en cualquiera de sus manifestaciones! Reconocía la letra: 'a' y el número '1'. Siempre estaba con mi abuela y a ella, como a toda la gente de su edad, le gustaba jugar lotería. Creo que aún le gusta. Siempre me 'jugaba un número'. Yo le pedía el '01' cada vez que íbamos. No sé si era porque no me sabía otros o porque me gustaba ese. Siempre perdí, hasta que un día le dije: '16', me gané un premio y desde entonces, ese ha sido mi favorito. Ese es mi 'número de la suerte', aunque no crea en la suerte.

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En 1993 tenía 3 años. En ese momento me gustaba ir al colegio porque mi maestra era dulce conmigo y consolaba mi llanto, el mismo que me acompañó hasta tercer grado. Mi maestra era la persona más bonita que yo conocía y que no era de mi familia. Ella me tenía la misma paciencia que ellos, aunque básicamente no era su deber. Mi maestra vive por mi casa y aún la veo, ya no se acuerda de mí o no sé, quizá ya no le importa saludarme. Eso es lo de menos, lo importante fue que me brindó mucho cariño y comprensión y que me mostró a mis tres años que el mundo que estaba fuera de mi hogar no era tan horrible.

En 1993 tenía 3 años. Y estaba sola la mayor parte del tiempo como siempre lo he estado y sólo tenía una amiga en el colegio, con la que me reencontré 10 años después de la manera más casual y dos amigas más que eran mis vecinas. En el edificio de mi abuela vivía Adelheid, a ella no la dejaban jugar mucho conmigo. Me contagió la lechina y sus piojos. Su casa olía a vinagre igual que ella. Su mamá era una persona muy extraña y un día se mudaron sin dar mayores explicaciones. En el edificio también vivía Karina, mi mejor amiga. Karina me decía: 'Mi negrita' y desde que éramos bebés, nos ponían en el mismo corral y siempre estábamos juntas. Ella iba mucho a casa de mi abuela y yo iba a la suya. Mi primera despedida, marcó las siguientes. Karina tenía una hermanita llamada Natalia, a la que le decía 'Natalí', ahora que recuerdo. Veíamos: 'De sol a sol', yo estaba enamorada de Florentino y ella de Servando. Karina se fue a Portugal con toda su familia, cuando emigrar no era algo común. En un momento donde no había internet ni celulares, sólo teléfonos locales. La mamá de Karina nos dejó una dirección a donde podía mandarle cartas, nunca le mandé una y tampoco recibí alguna. No sé el apellido de Karina, no puedo buscarla en Facebook. Mi último recuerdo de ella es del día en que se fue. Tenía un vestido hermoso, de esos estrafalarios que se usaban en los 90 y llevaba muchas prendas de oro. Nunca la había visto así tan bonita. Yo me escondí en el cuarto porque no quería despedirme de ella. Me buscó. Nos miramos, estuvimos en silencio unos minutos y le dije: 'chao', por obligación y se fue. Yo no sabía nada de abrazos, no sabía qué era eso de desearle suerte a alguien y mantener el contacto de alguna forma. Mi mejor amiga se iba a otro país y yo no podía soportar la idea. Siempre me arrepiento de no haberle dado un último abrazo y de haberla odiado porque me dejaba.

'Despídete de Karina', me decía mi familia, 'no la vas a volver a ver porque se va muy lejos'.

'¿No te vas a despedir de Danilo?' me preguntaba Mariale, hace pocos años.

'Despídete de Giovannina', 'Despídete de Camila', 'Despídete de César, María Fernanda, Manuel, Flor y Guillermo'. Me decía a mí misma una y otra vez.

No me despedí de Karina ni de Danilo, porque no quise.
No me despedí de Camila y tampoco de Flor, porque no hubo tiempo.
Me despedí de César, Mafer y Manuel personalmente, porque no pude evitarlo.
Me despedí de Guillermo por WhatsApp, porque no vivíamos en la misma ciudad.
Me despedí de Giovannina en Maiquetía, pero estuve a punto de no hacerlo.

Con cada despedida, la sensación es la misma, esa que me quedó cuando Karina se fue. Porque sé que algunas despedidas pueden ser para siempre.

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Es conmovedor tu articulo y me recuerda a diario q cada vez me encuentro mas solo y q lo peor de envejecer es la melancolía de los recuerdos

Luego de haber leído esto me quede en pausa momentáneamente.
Recreé todo en mi mente y fue inevitable no sentir melancolía por todos lados.
Muy bonito tu escrito.
¡Te seguiré!
Saludos.

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