Un corazón agradecido de Dios

I
¿De dónde me vendrán las fuerzas
cuando me levanto en un nuevo día?
Miro al cielo y
me doy cuenta de su grandeza;
entonces entiendo
que mis fuerzas vienen de Dios.
Abro mi boca de madrugada y
agradezco al Dios Omnipotente
por su amor y
misericordia con la raza humana.

II
Si el día me trae horas turbulentas,
entonces, acudo a la roca
que me es de refugio y le digo:
¡tú me cuidas y me libras!
me proteges como un escudo y
me salvas con tu poder.
¡Dios es mi más alto escondite!

III
Fui arrastrado por una corriente
tempestuosa que todo lo destruía.
Me ví atrapado por la sombra de muerte,
ya al borde de la tumba.
Abrumado de angustia
pedí auxilio a mi Dios,
y él oyó mi voz
desde las alturas de las nubes.
Dios es mi socorro
¡Cómo no he de agradecerle
tanto amor!

IV
Cuando invocamos el
nombre de nuestro Dios,
Él desciende partiendo
el cielo en dos y
sobre una espesa nube,
deja ver el esplendor de su gloria.
Cruza los cielos
sobre un querubín;
y se deja ver volando
sobre las alas del viento.

V
Dios se esconde en la oscuridad,
entre las majestuosas nubes
cargadas de agua y
hace que lo cubran completamente.
Cuando le pido
que moje de su gloria la tierra,
Dios desinfla las nubes y
las hace brotar puñados
de gotas de agua.
La tierra se alegra en sus arroyos y
las fuentes aumentan su tamaño,
entonces los ríos se desbordan y
los campos se visten de su verdor;
las aves cambian su plumaje,
las mariposas llenan el bosque
de su belleza,
y las estaciones se
apresuran en
hacerse ver en el horizonte.
¡Cómo no agradecer a Dios
tanta belleza!

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