Divagación #16. Lo inmarcesible de las palabras para mi antiguo yo.

Fuente.

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Otra vez, no sé qué pretendo al escribir esto. No sé a dónde quiero llegar - ni dónde estoy -. Pero me han entrado ganas de intentar plasmar sentimientos y pensamientos a través de palabras con el único objetivo de reconocerme, de saber quién fuí para saber quién soy y quién seré.
Así que hoy me escribo a mi misma, pero no a la de hoy sino a mi yo del pasado.

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Quizá deba empezar pidiéndote disculpas. Lo siento por todas esas lágrimas no derramadas en su momento, por aquella falta de mariposas en el estómago. Lo siento por todas las decepciones y la decadencia que te tocó sobrellevar. Y sobretodo, lo siento por no creerte capaz de llevar a cabo todas esas metas y logros de una persona joven que aún conserva esperanza en su interior.

No sé si sirva de algo, estoy consciente de que promesas futuras no cambiarán ni un sólo segundo de lo que fuiste - de lo que fuí -. Pero al menos sé que evitará ese sentimiento de decepción cuando algún día, decidamos mirar hacia atrás, hacia lo que fuimos. Así que, te prometo mantenerme fiel a nosotras, a nuestra esencia, a nuestros sueños. Te prometo mirar más arriba de nuestros demonios, pérdidas y desesperanzas.

Sé que de alguna manera, aún eres parte de mi. Sé que no te has ido - y que nunca lo harás -. Pero en ocasiones, extraño tu osadía y tu fortaleza. Hay tantas cosas que quisiera y podría decirte acerca de cómo eras y cómo eso afectaba mi vida, que no sabría por dónde empezar. Sólo sé que llegó ese día en el que te das cuenta que da igual todo. En el que ya no te importa nada. Ya no importa si estás bien o si estás mal, de cualquier forma, pasará. Ya no importan todas esas críticas disfrazadas de recomendaciones. No importa si es de día o es de noche. No importa quién se va ni quién se queda. No importa el lugar. No importa la persona. Todo tiene el misma nulidad en cuanto al valor. Entonces, llega ese día y te sientes lejano, extraño, ajeno, como si no pertenecieras. Y decides que es hora de dejar atrás a tu yo interior.

Quiero recuperar el control que en algún momento de mi vida tuve, pero no quiero perderme, no quiero terminar de aislar a aquello que me hace ser quién soy.
Hoy te he estado leyendo. He estado pasando mis ojos por todas aquellas lineas que escribiste cuando te sentías quién sabe cómo. Las leo y me doy cuenta de lo duro que debió haber sido pasar años sintiéndote de esa manera. Vaya que ha sido duro eso de sentirte morir, romperte y volverte a armar sólo para quebrarte de nuevo. Vaya que debió haber sido duro encontrarte innecesaria, incomprendida y engañada.

Creo que fue mucho más lo que perdimos que lo que hemos ganado. Y está bien. En serio lo está. Ya esos días en los que tenías la necesidad de huir para evitar que los sentimientos consumieran todo tu ser, se fueron. Sobrevivirás y no será tan difícil como pensabas que sería. Y aunque hoy busque cambiarte o transformarte en alguien mejor, confieso que me gusta la idea de seguir viviendo a contracorriente, de seguir nadando en contradicciones.

No sé cómo seremos en en unos meses ni mucho menos cómo seremos en un unos años. Y no importa, al menos no tanto. Me ha costado mucho entender que eso de vivir enfrascada en una época distinta a la de ahora es terrible para nuestra alma, como para preocuparme por el futuro de esa manera. Me ha costado mucho entender que debemos dejarnos sentir cuantas emociones invadan nuestro interior.

Así que, quizá esta es mi forma no sólo de disculparme por haber dejado que todo pasara como pasó, sino también de agradecerte. De agradecerte por todos aquellos momentos en los que tu valentía, tu máscara o tu cobardía, me enseñaron algo. No puedo decir que todos estos años e infortunios que vinieron con ellos han estado nublando tu juicio o que han sido sólo días oscuros, porque sería mentira. Y aunque sepa que las promesas no son suficientes para remediar lo que ha pasado, no tengo nada más excepto estas letras. Y las tuyas.