De divagaciones de media tarde.

Te recordé y me quedé con tu nobleza y con tu sonrisa y ahora me encuentro en la imposición de encontrar la bondad que se esconde en cada uno de nosotros.

Y es que hemos sido castigados lo suficiente, es hora de perdonar a todas esas personas que rompieron nuestro corazón pedacito por pedacito.

Entonces creo que hoy voy a escribir esas letras que nunca me salieron.
Entonces voy a dibujar esa linea que me llevará hacia ese horizonte que nunca pude divisar.
Y, aunque no lo creas, voy a visitar aquel viejo café del que siempre te hablé, conversaré con un desconocido y le compartiré aquello que nunca he compartido en voz alta.

Y puede que estas letras no sean perfectas, puede que sea línea que quiero dibujar, no sea recta. Puede que ese desconocido ignore mi presencia y siga con su vida. Puede que no sepa cómo pasarán las cosas pero las cosas y pasan las cosas y ya habrá un mañana. Un mañana de nuevas letras, nuevas líneas y nuevos desconocidos.

No sé por qué de repente estoy escribiendo todo esto, y es que hace tiempo entendí que mis dedos no entienden más que de letras con aire de melancolía. Pero es que he comprendido que si quiero encontrarme, tengo que dejar de buscar me en letras pasadas cargadas de sentimientos afligidos.

No sé por qué pero me he cansado de fingir que soy como tú, o como él, o como ella, o como cualquiera... Me cansado de actuar para complacer, de intentar moldear mis pensamientos y de hablar en voz baja. Me he cansado y es hora de llenar mi mente y corazón de aquellas cosas que tanto disfruto, de llenar mis ojos de interrogantes e ir en busca de todas las cosas que ocupan mis sueños.

Y es que he comprendido que no somos más que ese espacio en blanco entre letra y letra, que no somo más que el silencio procedente de todo lo que callamos.