Andrea mira su techo con lágrimas en sus ojos, une sus manos con su rostro húmedo para limpiarlo del sollozo que rodaba por sus mejillas, pasaba por un momento que la llenaba de quebranto. Lleva las manos a su pecho como si algo le faltara porque podía sentir su corazón gemir de forma exagerada, una tristeza inmensa le robaba la calma a esta chica.

Sin poder dormir se levanta a orar, una imagen en su mente la deja muy pensativa recuerda la escena como una imagen de postal; pero aquella imagen de postal vibraba en su cabeza era tiernamente estremecedora, al traerla a su mente sentía que podía hasta tocar la paz en ese lugar, hasta que prontamente entra su hermana en escena y discuten una cita tenían con su madre no había tiempo que perder. Muy atrás queda su hermana y es imposible no llorar por un extraño presentimiento observa a su madre junto a su hermano menor que ya no es tan niño jugando con la arena y el agua. Había un viento apacible que neutralizaba los rayos de sol volviéndolos incapaz de alguna molestia causar.

Era un sueño que no parecía tener algún significado en particular pero la invadía una extraña sensación, sentía que el tiempo junto a su madre no era mucho y que algo pasaba, parecía más una despedida que unas vacaciones soñadas; la madre allí silente como si no supiera de nada observaba como el mar se abrazaba con la arena ella en si podía inspirar paz, aunque Andrea solo podía medio levantarse del suelo para poder abrazarle pero su dolor le quitaba el aliento y no paraba de llorar.

Recuerda como en otra escena en un sobresalto se despierta casi que no puede ni respirar, para darse cuenta que solo era un sueño aunque sus lágrimas seguían saliendo, fue una pesadilla que le robo el aliento por algunos instantes, piensa que la vida es algo fugaz hoy estamos aquí mañana es un misterio. Andrea pasó el día meditando en ese sueño transformándolo en un motivo para reflexionar, en los errores y descuidos hacia sus familiares. Piensa en el tiempo invertido solo en la búsqueda de estabilidad y comodidad adquiriendo posesiones dejando a un lado una pieza fundamental para su vida: sus padres, olvidando invertir tiempo en ellos deduciendo que si lo tienen todo materialmente es suficiente.

Suficiente para aquellos que dejaron sus mejores años por ella, que sanaron cada herida después de todas sus caídas, que nunca se dieron el lujo de cerrar sus brazos para ella, que dejaban su pan para dárselo a ella, y que nunca le decían que no, si de ayudas se trataban y hasta de cualquier pequeñez que ella necesitara. Los que siempre llaman y los únicos que en cuestión de segundos sus llamadas contestan.

¿Qué haríamos sin ellos? Realmente creo que nada. A pesar de que siempre existirán diferencias entre nuestros padres y nosotros estas nunca serán mayores que el amor con que nos han cuidado. No todos han convivido con sus padre de sangre, pero si con alguien que se ha tomado a pecho esa misión y la han cumplido de la mejor manera, también merecedores de ser llamados padres estos ángeles que Dios envió para que cuidaran a quien lo necesitara.

Es hora de romper cualquier hilo de resentimiento y arrancar cualquier raíz de amargura si es que lo hay, mediante el perdón y el amor, tal vez mañana no tengas tiempo ¿Desde cuándo no compartes con tus padres? ¿Hace cuánto no los llamas? ¿Sabes si hoy ya comieron? O ¿Qué medicina están usando? Toma el teléfono si estás muy lejos, ve hasta donde tus padres tal vez necesiten única y exclusivamente de tus abrazos, comparte con ellos porque el amor es la mejor medicina y es más gratificante que cualquier cosa que ya le hayas provisto.