Increíbles artefactos, una enorme cantidad de símbolos escritos en planchas de oro pertenecientes a una lengua desconocida y representaciones extrañas que conectan a la América precolombina con los antiguos Sumerios. Se trata de la enigmática historia del Padre Italiano Carlo Crespi (1891 - 1982).

Él fue un sacerdote que vivió en la pequeña ciudad de Cuenca, Ecuador, durante mas de 50 años, dedicando su vida al culto y a las obras de caridad. Contaba con muchos talentos tales como; Educación, botánica, antropología, música, he incluso era un gran humanista.

Empezó a vivir cerca de la cueva de Tayos en Ecuador en 1927, Al lado de los indígenas nativos de esa zona y como se portaba muy bien con estos indígenas y los indígenas notaban que el era una buena persona y que jamás se vendería le hacían regalos que constaban de una colección de artículos antiguos de inestimable valor histórico y arqueológicos.

Estos indígenas conocían la ubicación de una cueva subterránea en la que se debía entrar buceando para adentrarse en ella, allí dentro encontraron numerosos objetos de oro, plata, bronce y la llamada "Biblioteca Metálica" que contenían placas y laminas con incisiones arcaicas parecidas a los jeroglíficos. Entre las varia laminas, una de ellas media aproximadamente 20 pulgadas de longitud y tenia 56 signos estampados.

Según Moricz y Däniken, la llamada Biblioteca metálica consistía en miles de libros hechos con páginas metálicos, cada página grabada en un lado con símbolos, diseños geométricos e inscripciones.

Este lenguaje al día de hoy sigue sin ser descifrado pero, gracias a las diferentes culturas que nos han transmitido el conocimiento podemos especular que esta escrita la historia de la tierra tal y como la conocemos hoy en día.

Con el tiempo, el Padre Crespi adquirió mas de 50.000 objetos, muchos se mantuvieron en el patio de la Iglesia Maria Auxiliadora. Hasta que el Vaticano le dio permiso para iniciar un museo para albergar la colección. Para Cuenca fue el museo mas grande que se haya construido en Ecuador, por lo menos hasta 1962, cuando un misterioso incendio destruyo por completo la estructura, y la mayoría de los hallazgos se perdieron para siempre. Sin embargo, Crespi parece haber sido capaz de salvar algunas piezas que se escondieron en un lugar que solo el conocía.

Cuando la noticia del Religioso Padre Carlo Crespi y los hallazgos que este custodiaba se dio a conocer, varios investigadores realizaron expediciones en la dicha Cueva de los Tayos, uno de los primeros fue un investigador argentino llamado Juan Moricz el cual encontró muchas láminas de oro que tenían incisiones arcaicas como jeroglíficos, estatuas antiguas de estilo del Oriente Medio, y muchos otros objetos de oro, plata y bronce: cetros, cascos, discos, placas.

Conmovidos con estos hallazgos Stanley Hall y el astronauta estadounidense Neil Armstrong, decidieron ser algunos de muchos eruditos en explorar la Cueva de los Tayos Gracias al escritor sueco Erick Von Daniken que dio a conocer la noticia, extendiendola por todo el mundo.

A finales de los años 70, Gabriele D'Annunzio Baraldi visitó por un largo tiempo Cuenca, donde se reunió tanto con Carlo Crespi y Juan Moricz. En esa ocasión, Carlo Crespi confió al italo-brasileño que la Cueva de los Tayos era insondable y que los miles de ramificaciones subterráneas no eran naturales, sino más bien hecho por el hombre en el pasado.

Carlos Crespi y Gabriele D'Annunzio Baraldi

Según Crespi la mayoría de los hallazgos que los nativos le entregaron provenía de una gran pirámide subterránea, ubicada en un lugar secreto. El padre Crespi le confeso entonces a Baraldi que, por temor a futuros saqueos, ordeno a los nativos que cubrieran de tierra la totalidad de la pirámide, de modo de que así nadie pudiera encontrarlo.

Muchos arqueólogos convencionales han acusado al Padre Crespi de ser un impostor, que hizo pasar los hallazgos regalos por aquellos indígenas nativos como genuinos y los cuales eran simplemente falsificaciones o copias de los artefactos de Oriente Medio. Pero a pesar de las acusaciones de la arqueológica convencional permanecen las fotografías y numerosos testimonios de muchos estudiosos que demuestran su veracidad.

Tras leer esta increible historia se tiene la impresión de que alguien quería ocultar el descubrimiento y la veracidad estas piezas arqueológicas. Pero, ¿Por qué?

Lo importante de esta historia es la humildad y la representación de la maravillosa persona que el Religioso Carlo Crespi demostró ser, ya que siempre mostró un gran agradecimiento sin importar el valor de los objetos el Padre Crespi no vendió ninguno de estos obsequios, los guardo y murió tan pobre como lo fue toda la vida.