Amor y humor binomio infalible

Recordando viejos tiempos, las formas de enamorarse, de declararse, mostrar ese afecto hacia el otro ser. De allí que existe una diferencia abismal entre aquellos tiempos y la actualidad.

En eso mucho ha influido el avance tecnológico: el internet y las telecomunicaciones que antes no existían.

Rin, rin, rin:

• ¿Aló quién llama? -se oyó una voz femenina-.
• Aló, ¿está Marisela? -preguntó una voz varonil-.
• Está equivocado -contestó la dama-.
• Okey, disculpe.
• De nada.
• Oye, ¿te puedo enviar un mensajito? -preguntó el caballero-.
• Claro, ¿por qué no? -respondió la dama-. ¿Cómo te llamas?
• Carlos, ¿y tú?
• Daniela.
• Ah que bueno eres muy linda.
• Bueno te escribo más tarde.
• Okey feliz día, te quiero mucho.
• Feliz día, yo también te quiero mucho, muakis.

En mis tiempos no existía esta facilidad de enamorase. Pero considero que era más bonito conquistar a una dama. Con galantería, piropos, poemas, flores, cartas. En fin, era romántico y sentimental.

Si pasaba alguna señora con una muchacha: "Señora vaya con Dios que yo voy con su hija".

O alguna mujer con un caminar cadencioso: "Tantas curvas y yo sin frenos", "más chirito que es pa' bollo", "si como camina, cocina".

Era la forma maravillosa de mostrarse, y así empezaba el enamoramiento.

Las mujeres usaban faldas debajo de las rodillas, por lo que se imaginan lo difícil que era agarrar un piconazo... Y cuando alguna la usaba un poquitito arriba, era todo un evento.

Distinto a la actualidad, donde las damas muestran tantos detalles que uno se puede imaginar de ante mano el final de la película.

Pero bueno todo tiene su tiempo y espacio en la historia.

Yo tuve una noviecita llamada Luz Marina, que vivía a una hora de donde mi casa. La forma de comunicarnos era a través de cartas.

Todas las mañanas salía un autobús que regresaba por la tarde y pasaba por ese pueblito. Era el único transporte que existía. Yo ponía mi carta debajo de la placa del autobús. Ella la retiraba y por la tarde me enviaba su carta. Eso lo hacíamos muy a menudo, y así vivíamos ese intenso romance.

Un día decidí visitarla y de regreso el bus me dejó. "¿ Y ahora qué hago?", dije yo tirando el ansuelo. La abuela de Luz muy amablemente me dijo: "Aquí se puede quedar, a quien Dios se lo da, San Pedro se lo bendice". Recordé un refrán de Santa Madre y con pena y todo alcancé a decir: "¿No será mucha molestia?". "Ninguna molestia", dijo la abuela.

"Esta noche gateo", pensé. Me sacó de mis buenos pensamientos la abuela: "Mijo usted va a dormir aquí", expresó mientras me llevaba hasta un cuartito que estaba al lado de la lavandería. "¿Aquí no espantan? Yo puedo dormir en la sala", dije medio esperanzado. "No mijo eso es mucha tentación", bromeó la abuela.

Me acosté y al rato tocaron. Era la abuela, quien me dijo: "¿Te gustaría dormir con Luz?". "Claro abuela", le respondí temblando de la emoción. "Bueno espera aquí". "Si abuela, vaya, vaya rapidito", le contesté.

No tardó mucho la abuela y apareció con una lamparita de kerosén en la mano.

Esa noche dormí con luz, pero con luz de mechurrio, no con Luz Marina. Qué triste.

Cocodite los espera en la próxima entrega, siempre con la bendición de Dios.