Mi primer viaje al exterior

Los preparativos…

Con los nervios del primer viaje al exterior, transcurría mayo de 1990 cuando marchamos a Bucaramanga (Colombia) con mis compañeros de esos años: Carmenza Palomar y Williams Fuentes, ambos participantes en Cátedra de la Paz y Derechos Humanos Mons. Oscar Arnulfo Romero. Nos habíamos pasado varios meses preparando nuestro primer viaje al exterior, a Colombia: nos informamos de país, conversamos con la familia de Carmenza oriundos de Bogotá, reunimos los recursos, hicimos el plan de viaje, solicitamos la visa para ingresar a Colombia (esos años, ingresábamos a Colombia con visa). El equipo de Gerardo Gil había marchado a Bucaramanga para cumplir los compromisos adquiridos del intercambio juvenil por la paz; dos días después, llegada la visa con atraso desde Caracas, salimos rumbo a Cúcuta, por los caminos de San Cristóbal, San Antonio del Táchira…todo fue abrupto, estresante y nuevo; ver la dinámica de la frontera Colombo-Venezolana y sus historias urbanas como que los faltantes de pesos colombianos al hacer el cambio de divisas en el terminal de Cúcuta.

Frente al Parque de la Paz…

Llegamos al bello y moderno terminal de Bucaramanga, unas instalaciones similares a un centro comercial, todo ordenado y limpio que nos dejó impresionados; tal como dice el dicho “la primera impresión es la que queda”. Ubicamos el equipo de Gerardo Gil, nos instaló en la Sala Infantil de la Biblioteca Pública de Bucaramanga, donde permanecimos tres días trabajando con la persona encargada junto a los niños y las niñas, los temas de la paz como hacer poemas, pintar la paloma, escribir cuentos, entre otros. Los momentos libres caminábamos por tan bella ciudad, de clima similar a Mérida, con buenas avenidas llenas de árboles como la Plaza de la Paz, empezamos a saborear los sabores y colores de las comidas colombianas como la bandeja paisa; cada vez que estoy en Colombia no dejo de comerla con el mismo placer que la primera vez. Creo que toda primera vez, se recuerda con placer.

Santa Fe de Bogotá.

Como Carmenza Palomar, tenía familia en Bogotá nos marchamos a la capital de Colombia con ánimo y alegría; duramos 22 días en casa de sus familiares, eran los días que el bolívar valía mucho frente al peso colombiano, lo que nos permitió costear esta estadía, pasear por todos los bellos lugares de Bogotá como iglesias, parques, museos, cerro de Monserrat, el barrio de la Candelaria, entre otros. Pudimos encontrarnos con el profesor Arriaza, docente de física de la Universidad Distrital José Francisco de Caldas, quien años anteriores había asistido al primer Encuentro Internacional por la Paz, el Desarme y la Vida realizado por la Universidad de Lo Andes en Mérida (1988) y en gratitud por lo bien tratado en Mérida, nos devolvió su agradecimiento permitiéndonos dar charlas a los y las jóvenes en dicha Universidad, fuimos aprendiendo a compartir con otras realidades nuestras propias realidades, recibimos el apoyo para los viajeros como un buen almuerzo colombiano y materiales educativos.

Siempre con una gente cordial

Esa oportunidad, por donde caminábamos nos encontrábamos con fundaciones e instituciones, sin cita alguna, buscábamos conversar con un integrantes y compartiendo lo que hacíamos en Cátedra de la Paz empezamos abrir caminos de articulación e intercambios de materiales, todos relacionados a Cultura de Paz.
Desde este primer viaje, sobre todo a Bogotá, he estado en tan bella ciudad por lo menos una vez al año; regresar siempre a sus bellos lugares es una experiencia única, siempre hay algo nuevo que ver, es una metrópoli con vida propia, se ajusta a sus propias realidades, va creciendo con la modernidad, sus calles y sus lugarcitos para comer siguen siendo un placer y la amabilidad de su gente nos atrapa para siempre haciéndole sentir como verdadero CIUDADANO DEL MUNDO.