Soy indio, soy negro, soy blanco...

Si el amor paterno tiene su vena en mi bisabuelo Sulpicio,
el negro que diera las lecciones de vida más importantes a papá.
Y en sus venas estaba el indio, sin duda,
en ese espíritu de lucha y trabajo,
en su sabiduría y humildad.
Innegable es también la genética corsa y canaria que me compone;
el espíritu amoroso con el que me abrazaron mis abuelos
y en especial mamá, con ese don particular de la justicia.
Pero es que mi familia es multicolor:
mis hijos, uno blanco y otro negro;
mi esposa, la negra-india más hermosa que haya conocido;
mis sobrinos negritos, blancos, amarillos;
mis amigos desde el negro más retinto con el afro más afro,
hasta el blanco transparente con el pelo más lacio.

Así los amo a todos, como son.
Porque entiendo que no importa el color del vestido que traemos en esta vida,
sino la calidad de los seres que visten esos trajes.
Al final, todos nos despojaremos de éstos y volveremos a vernos en esencia.

César Ignacio Millán Argüello
25 de agosto de 2017