Con cadenas en sus manos y pies, caminaba cabizbajo el prisionero a través del largo pasillo sin más iluminación que la luz filtrada al final, donde una vez más, enfrentaría a la muerte.

La esperanza era un sentimiento pegajoso, blando e inútil con un sabor amargo al final, y es por eso que la había desechado hacía mucho de su corazón, pues sabía que jamás saldría de aquella prisión..

Lentamente, se acercaba al final del pasillo, a la par de la barahúnda que crecía en intensidad ahí fuera, una creciente algarabía de voces eufóricas y gritos de júbilo que comenzaba a ensordecerse. Los espectadores V.I.P. estaban frenéticos, pues al fin, luego de resultar imbatible en diez rondas, el prisionero enfrentaría a uno de los favoritos de la audiencia: El terrible Wendigo.

El eco de la voz del heraldo llegó a sus oídos maltratados, imponiéndose por encima del griterío.

-...Lo han visto luchar- decía -lo han visto vencer a nueve increíbles criaturas entre las cuales se contaba nada mas y nada menos que ¡al Minotauro, el Wiverno y la Banshee! ¡Y no fueron rival para él! ¿¡Quien lo diría!? ¿¡Quien lo esperaba!? Pero aquí está ¡Invencible! ¡Para enfrentar al terrible Weeeeeendiogoooo! ¡La bestia insaciable! ¡El demonio del norte!

Escuchó a la multitud gritar aún más, los tímpanos comenzaban a dolerle, ya estaba cerca del final del pasillo.

Un sonido grave, parte gruñido, parte rugido se elevó con fuerza y ferocidad dominando los gritos del público por un momento, y al final como respuesta, la euforia de los espectadores creció.

-Y aquí viene la sorpresa de esta temporada! ¡Metro y medio de estatura! ¡Desde las tierras oscuras, más allá del portal de Nidavellir en Yggdrasil! ¡Gaerl puño de pieeeeeeedraaaaaa!, Anunció el heraldo justo cuando el prisionero alcanzó el final del pasillo y cruzó el umbral, bañado de luz artificial.

La multitud enloqueció con su llegada al interior de la cúpula por el extremo norte. Los fans se pusieron en pie, vitoreando y aplaudiendo sin parar. Las cadenas que le ataban cayeron al suelo, liberándolo al tiempo que detrás de él, una puerta vertical se deslizaba desde el suelo cerrando la abertura por la que había llegado. Miró hacia arriba, ahí donde la lisa pared de cuatro metros y medio terminaba en un balcón blanco y curvado a modo de medialuna. Un pariente de raza enana le saludaba desde el borde con el puño cerrado y lleno de anillos relucientes sobre el corazón mientras detrás de él, tres elfas esbeltas y sumamente hermosas le lanzaban miradas sugerentes.

Gaerl hizo una seña hacia su entrepierna mientras miraba a las elfas al tiempo que les guiñaba un ojo. El enano en el balcón, al ver el gesto, volteó hacia las hermosas admiradoras y sonrió con malicia levantando las cejas pobladas. Las mujeres miraron al enano frente a ellas y luego a Gaerl en la parte baja, y entendiendo la sugerencia del de las cejas pobladas, sonrieron y asintieron mientras una deslizaba su dedo índice por la nariz del sujeto.

El enano en el balcón rio con fuerza mientras asomaba nuevamente hacia abajo desde el borde, al tiempo que activaba el comunicador que llevaba detrás de su oreja derecha.

-Bueeeeeno, muchacho- dijo con voz ronca y grave -si sobrevives, probarás carne inmortal ¡No me decepciones!.

-Ya veremos- respondió Gaerl -hoy es un buen día para morir.

-¡Ese es el espíritu! ¡Ve allí abajo y patea el culo americano de esa bestia!. El enano se retiró del balcón.

Gaerl, prisionero de raza enana, condenado a morir en la arena de combate comenzó el largo descenso hacia el centro de la cúpula, donde la arena, con su enorme diámetro de doscientos cincuenta metros y suelo iluminado por finas lineas móviles le esperaba. Tres enormes trenzas que caían desde su barba hacia el pecho oscilaban de un lado a otro al compás de los pasos de Gaerl mientras en su cabeza rapada, dos lineas de runas tatuadas de forma vertical brillaban débilmente desde la coronilla hasta su espalda que, igual al resto de su cuerpo, era macizo y musculoso, e iba vestido sólo con un short ajustado a modo de ropa interior.

Llegó hasta el borde de la arena, donde una pared casi invisible y semiluminiscente vibraba abarcando la totalidad de la enorme estancia y se extendía arropándola, como un domo.

Turbios pensamientos recorrían la mente de Gaerl, pero sabía que sus opciones estaban limitadas a ganar o morir; si perdía y el Wendigo no le mataba, las armas automáticas dispuestas por toda la cúpula terminarían el trabajo, precisas, letales, perfectas para su propósito.

Al fin y al cabo, eran de fabricación enana.

Al rededor de la plaza se elevaban las tribunas y gradas donde los espectadores de todas las razas aplaudían y vitoreaban a sus contendientes favoritos... como si aquello borrase los crímenes que las criaturas condenadas habían cometido. Él estaba ahí por asesinato y robo. No vio motivos para creerse inocente en la corte. Quería morir, reunirse con su familia en el seno de la madre roca... pero un enano no rechaza la batalla, así que al escuchar la sentencia, el "morir en la arena" le pareció un chiste de mal gusto.

Y allí estaba, frente a una audiencia insensible que no le importaba lo más mínimo el dolor de los afectados por sus horrendas acciones; los ricos querían divertirse, y aquello era lo único que importaba.

-¡Y aqui están los contendientes! ¡Ha llegado la hora de votar! ¡Por el alma de la arena!.

Los espectadores levantaron frente a sus narices unos pads de cristal flexible y comenzaron a elegir opciones dentro de él. Al frente de Gaerl vibró la pared lumínica, y un rectángulo negro de metro y medio se hizo visible como si fuese una pantalla, en donde un cronometro comenzó una cuenta regresiva desde el segundo sesenta.

Dos drones autómatas llegaron volando, portando dos cajas rectangulares de metal de unos ochenta centímetros de largo, que colocaron a los pies de Gaerl sin ceremonias y se retiraron.

El prisionera abrió la primera de las cajas, extrayendo un par de grebas, botas altas y una prenda de ropa negra y flexible sin mangas que vistió enseguida, cubriéndole desde los pies a la cabeza. En la segunda caja encontró un par de brazales, dos frascos de aluminio sellados y unos lentes de montura cristalina. Los brazales eran de un material parecido al cuero y de superficie porosa con un grosor de tres centímetros; cuando Gaerl los colocó sobre sus brazos, se ajustaron perfectamente. Tomó los lentes que al colocárselos se adhirieron a la cara de Gaerl, deformándose como si fuesen de plástico flexible y casi instantáneamente, transformándose en una especie de gel, adaptándose a la curvatura de su nariz y parpados.

Por último sacó uno de los frascos, en cuya tapa se podía leer la letra "I", se puso en pie y esperó a que el conteo terminara; faltaban cinco segundos.

-¡Y bien! ¡A ver esos resultados!.

Los números cero desaparecieron de la pantalla y dieron paso a una sola palabra.

«Mierda, lo que me faltaba» pensó Gaerl al leerla.

-¡Bosque!- exclamó el heraldo -¡Pero que audiencia tan tradicional tenemos esta noche!.

La euforia creció. La palabra en la pantalla desapareció dando lugar a un nuevo conteo regresivo mientras que el interior de la arena cambiaba; las lineas de luz parpadearon y giraron a gran velocidad, el suelo se curvaba, fragmentaba y elevaba simulando una parcela de bosque de doscientos cincuenta metros. Un sol artificial apareció en lo alto de la cúpula, filtrando su luz a través de los árboles. Gaerl sabía que aquel astro era falso, pero no pudo evitar repudiarlo. La pared lumínica tembló una vez más en el segundo veinte perdiendo su brillo, quedando en total transparencia salvo por la pantalla flotante, en medio.

Las armas automáticas apuntaron a Gaerl con lasers de precisión.

«Bueno, hoy es un buen día para morir... Malditos campos electromagnéticos de contención» Pensó mientras entraba al recién formado escenario, sabedor de que luego del combate al cruzar la barrera transparente, o volvería a su celda, o moriría a manos de aquella criatura.

(continuará.)