El Jinete Escarlata [Relato]
Las cacofonías del tránsito aéreo de la metrópolis se dispersaron junto con la hora precisa de los noctámbulos. En su lugar, los rugidos de las bestias reclamaban para sí la jungla de neón que se expandía frente a ellos. El encromado escarlata desafiaba al viento y dejaba en la noche su marca de violencia, liderando al resto de las bestias mecánicas lo suficiente como para dejar marca de la salvaje esencia del jinete apenas a mitad de la contienda.
El circuito traicionaba a las bestias de costumbres, con su naturaleza cambiante, caótica y rebelde, dejándose rasgar en cada vuelta por aquellos cuyos corazones no controlaban. Dejando que la jungla de neón edificara sus propios monumentos en las miradas polarizadas de los jinetes.
El pálido corcel relinchaba con la precisión mecánica de su jinete, cuya maestría cultivaba una posición aventajada y amenazante para el jinete escarlata, quien, dejándose salpicar por la lluvia de la jungla vanidosa, no había apresurado en la batalla que se libraba a segundos de él y para él. El jinete escarlata responde con la furia de su endiablado corcel, reclamando el circuito entero como suyo en una sola maniobra. El jinete del abrillantado corcel fuerza la máquina hasta los límites de su química modificada hasta que por un instante, la carrera escandalosa se torna paralela hasta que se quiebra en el entrópico esfuerzo de la vulgar actualización.
El escape explota, pero la sangre del pálido corcel aun arde en el acero fundido que sostiene el jinete sólo con su espíritu. El rugido del esfuerzo alerta a los agentes del orden más cercano. Iluminan la jungla con la advertencia de persecución y caza, ahuyentando primero a las bestias de corazón artificial, pero encendiendo el crin de aquellos temerarios jinetes veneradores del metal.
Debajo de la ciudad, como una electrizante señal de peligro, emerge el jinete escarlata en su endemoniada máquina pintada de infierno, desbalanceando a los agentes del orden en su programada tarea nocturna. Seduciendo a su cazador, el encromado escarlata diseña el reto de complicidad que transmite el apetitoso sabor de presa a su abrillantado contrincante, y aprovechando la sensación palpitante de temor en el jinete, el piloto escarlata hace del rebufo un laberinto de espejos que deja ciego a su contrincante al confundirse en la mirada de la jungla, arrojándolo para ser devorado por el asfalto y la impaciencia de los agentes del orden.
Y haya en los límites de la metrópolis, el jinete escarlata deja su firma para aquellos temerarios y curiosos que buscaban la registrada sensación del viento partirse por el electrizante rayo de violencia a través del circuito desolado.
Fuente de Imágen
Bastien Grivet