Leí hace tiempo un ensayo de Arturo Úslar Pietri en el que decía, entre otras cosas, que con frecuencia no hablábamos de lo obvio; la realidad nuestra se ha vuelto tan general, tan común, tan repetitiva, que se volvió obvia, que es como si todos dijéramos: "ajá el cielo es azul", "ajá tiene nubes" y eso lo repitiéramos a lo largo de los días con todas las personas que nos encontremos.
Los rostros, las expresiones, las reacciones son las mismas a lo largo y ancho de nuestro país y eso se está volviendo tan obvio que hablar de ello parece llover sobre mojado.
A mí me preocupa, porque una cosa es evadir el tema para refrescar el pensamiento, otra, no hablar de ello porque no se quiere aceptar la realidad y otra, no sé si la más grave, acostumbrarnos a resolver y pensar que eso que resulta es la realidad verdadera.
Entonces escucho a gente decir, "yo no tenía café y tosté frijoles", "yo me levanto una hora más temprano para no faltar a mi trabajo", "yo espero que pase la "perrera" y llego puntual", "el niño se enfermó y le hice un té de toronjil y lo curé", "lo que pasa es que la gente no se las ingenia, lo que les gusta es quejarse" "hay que ser creativo", "hay que pedirle a Dios que en algún momento esto se arregla" y otras tantas que tienen implícita la resignación.
Cuántas diatribas familiares, cuántos momentos echados a perder, porque irremediablemente caemos en el mismo tema.
¿Qué hacer? Es la pregunta diaria.