Caso de la Vida Real. El incendio en el camino.
En una fría mañana de julio, me encontraba listo para salir con mi familia. Era, apenas un niño de 5 años, pero mi vivencia era tan profunda que puedo recordar cada detalle de aquel día. Todos estábamos listos para comenzar un viaje hacia la casa de una amiga de mi madre, ella era mi madrina. Su familia vivía en un pueblo entre las montañas. Me parecía un sueño pensar que en algunas horas del día podríamos llegar a ese hermoso lugar, con patios grandes y aire fresco, ríos y árboles frutales para disfrutar. No me cabía la emoción en el pecho.
Me desperté muy temprano y ya mi madre y mi hermana mayor, terminaban algunos preparativos para salir de viaje. Debíamos viajar en transporte público, así que llevábamos muchos bolsos sobre nosotros. Quienes viajábamos eran mi madrina y su hijo menor, más o menos de mi edad, mi madre y mis cinco hermanos y yo que era el menor. Una vez que estuvimos listos salimos a la autopista, la cual quedaba cerca de mi casa. Allí esperamos un rato para tomar el transporte. Mi madrina estaba en la casa desde la noche anterior, pues debíamos salir muy temprano. Eran cerca de las 5 de la mañana cuando comenzamos el viaje.
Mis hermanos y yo estábamos muy emocionados, pues nunca habíamos salido de viaje. Siempre mi madre estaba trabajando y muy pocas veces tenía tiempo para salir de paseo. El transporte público nos dejó en un pueblo, de allí debíamos tomar otro transporte, unas especies de Jeep que nos llevarían lo más cerca posible del lugar. La casa se encontraba encumbrada entre las montañas, y sólo mi madrina sabía como llegar. Los demás dependíamos de ella, mi madrina tenía un novio, un señor muy amable, pero él tampoco sabía dónde quedaba la casa de los familiares de mi madrina Alicia.
Al llegar al pueblo comenzamos a buscar el terminal de pasajeros para conseguirlo, pero debimos caminar mucho, en esa tarea. Al llegar al lugar, observamos que había un sitio donde antaños podría haber vehículos, pero estaba vacío. Mi madrina recordó que era allí donde se ubicaban los autos para subir a las montañas cercanas y llegar a los otros pueblos, pero los vecinos del lugar nos indicaron que ya ese terminal no funcionaba porque los transportes se habían mudado, por la poca afluencia de personas y ya no prestaban ese servicio. Por tanto debíamos caminar hasta llegar al próximo pueblo.
Así pues, fue como poco a poco el viaje que esperaba fuera una bendición comenzó a transformarse en una serie de incomodidades. Llevábamos agua, pero no mucho, sin embargo, donde hay tantos niños y adultos, el consumo de agua fue agotándose sin remedio y, aún guardando la esperanza de conseguir un Jeep que nos pudiera hacer el transporte. Para evitar quedarnos en el primer pueblo comenzamos a caminar hacia aquel lugar. Recuerdo que había mucho sol. El lugar era una gran carretera de polvo y una que otra casa.
Ya era cerca del mediodía y no habíamos conseguido nada para descansar un poco y comer lo que habíamos llevado para el viaje. Por lo cual, buscamos un lugar dónde poder sentarnos y eso fue debajo de un árbol que se encontraba en el camino. Mi madre sacó algunos cubiertos y un arroz preparado. Estaba frío, pero con el hambre que tenía me cayó muy bien en el estómago; sin embargo, era la única comida que llevábamos. Lo pasamos con la poca saliva que nos quedaba en la boca, pero nos exacerbó la sed.
Luego de tomar el almuerzo decidimos inmediatamente seguir caminando hasta conseguir una casa cercana para pedir agua. Así lo hicimos y continuamos el viaje por aquel camino de tierra. Mi madre y mi madrina estaban apresurándonos; parece que temían no llegar a tiempo a la casa, quizás faltaba mucho para ello. Comenzamos a subir las laderas de aquellos montes y allí me empecé a emocionar porque ya veía las montañas; pero aún faltaba mucho para llegar a nuestro destino.
A eso de las 4:00 de la tarde, ya estaba sumamente agotado de haber caminado todo el día; sin embargo, aún quedaba camino por recorrer. Teníamos poco tiempo de haber comenzado a subir esa montaña y el caminar hacía adentro. Nos encontramos con un río, era llano, pero de aguas cristalinas. No dudamos en recargar las pocas cantimploras que teníamos para el agua y bebimos mucha agua.
- !Gracias a Dios! Qué delicia. Dijo mi hermana mayor.
Nos quitamos los zapatos y nos mojamos los pies en esas aguas. Estaban frías, pero eso nos ayudaba a mitigar el dolor en los pies de tanto caminar. Yo veía a mi madrina un poco preocupada. Su rostro no era normal, sin embargo pensé que era que se sentía agotada también. A eso de las 5, estábamos en ese río y sólo duramos una media hora. Ella nos apuraba para seguir el camino; sin embargo, el cansancio nos detuvo un buen rato, ignorantes de que aún quedaba mucho camino por recorrer.
Se hicieron las 6:00 de la tarde cuando seguimos caminando. El lugar ya empezaba a oscurecer. Hacía buen tiempo, así que eso no nos preocupaba, sin embargo era verano, por aquel lugar y en verano la hierba está seca, por lo cual, es imperioso que no nos agarre la noche en esas laderas. Podíamos ver, con cierta frecuencia el camino recorrido. Hacia abajo se veía el precipicio, por lo cual no había mucho espacio para caminar. Seguimos caminando uno detrás del otro. Ya estaba más oscuro y no veíamos mucho por donde caminar. Eso me aterraba porque desde hace rato habíamos visto algunas caídas cerca de donde caminábamos nosotros. Es por ello que el caminar se hizo más lento. Cuando pasamos una pequeña ladera observamos que el cerro para donde nos dirigíamos estaba prendido en llamas.
¡Qué horror cuando vi todo aquello! Nunca, en mi corta vida había sentido la experiencia de estar tan cerca del fuego. Decidimos retroceder un poco y buscar un camino por donde no esté prendido el monte; sin embargo, detrás de nosotros también había mucho fuego. Mis hermanos comenzaron a gritar y a pedir auxilio ante aquella situación. Yo comencé a llorar y a intentar buscar a mi mamá que se encontraba delante, sin embargo, pisé mal y me caí unos metros hacia abajo.
Mis hermanos se dieron cuenta y gritaron que esperaran, puesto que yo me había caído. El novio de mi madrina retrocedió y tanteando el camino logró conseguir el lugar por donde había resbalado. No era mucho la caída, solo que el terreno estaba agreste del fuego que había pasado por allí. Me tomó de la mano y me subió. Desde ese momento, mi madre no me soltó. Comenzamos a bajar por algunos lugares inapropiados, pero que ya habían sido quemados, por allí el suelo estaba caliente y no podíamos estar mucho rato, pues nos podíamos quemar con algún tizón aun ardiendo.
Fue espantoso ese recorrido para conseguir un camino más seguro. En medio de aquella oscuridad, iluminada sólo por el fuego que ardía cerca de donde estábamos. Pasamos muy cerca de lugares ardiendo, pero era el único camino posible. Yo no paraba de llorar por aquello que me causaba tanto miedo. Mis hermanos mayores trataban de mantener la calma y caminábamos uno agarrado del otro para evitar que alguno se cayera.
Así estuvimos caminando perdidos en aquella selva de monte quemado y piedras calientes, hasta que vimos una luz roja que se iluminaba a lo lejos. Esta luz prendía y se apagaba a intervalos iguales. Mi madrina dijo que nos fuéramos hacia allá. Tal vez ahí estaba la casa. El camino fue más rudo porque sabíamos que de un lugar a otro podíamos conseguir más fuego en esa montaña. Olíamos a humo y habíamos tragado mucho humo, por lo cual la respiración se hacía mucho más difícil.
Luego de un par de horas caminando por aquel paisaje desolador llegamos a una pequeña carretera, la cual se dirigía a la casa del bombillo rojo. Caminamos con un poco más de seguridad y al llegar observamos que se encontraba la casa que buscábamos. Sólo por la ayuda de Dios logramos dar con la casa, en medio de la oscuridad y del peligro de las llamas de aquel fuego de verano.
Esa noche pude descansar en un pajar donde pastaban los animales, pero era tanto el cansancio y el recuerdo de la experiencia triste que dormí profundamente, en medio de las pesadillas que se generaron. Gracias a Dios, ninguno de mis hermanos y amigos resultaron lesionados de aquel viaje; pero, la experiencia ha quedado grabada en mi memoria para toda la vida.
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