Narración literaria de una película: "Escupiré en tu tumba". Parte I

in #spanish7 years ago (edited)

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Las representaciones mentales —Ideas— son, podría decirse, tan fecundas como el útero femenino. El útero reproduce, y me permito el latinismo, el eidos biologico del homosapiens. El eidos —apariencia, imagen— por lógica, está condicionado por el íntimus biológico, es decir, lo "interior", lo "acendrado". El útero es una potencia creadora de cuerpos que cuentan con una imagen externa e interna; no importan cuántos exilios forzosos le adjudique la vida a sus límites: todo nacimiento es un exilio que sufre la fértil tierra de la creatriz madre; la mujer, pero la infertilidad, a diferencia de las naciones frente a los éxodos, le es intraducible. Bien lo dijo un rumano "Todo poema no es ya del poeta. Todo sistema no es ya del filósofo. Ahora son oposición". El nacido se opone a la madre porque ha salido de ella, ahora, sufre una fluctuación, igual que las algas con sus frondas frente a las corrientes marinas, que lo llevan de acá para allá, eternamente; en el útero había penumbra, pero nada de corrientes en direcciones varías. Se nace y el único destino es la agitación; la direcciones son la causa.

La película es un obra de arte cinematgráfica. Toda idea es una potencia a disposición, pero, a diferencia de los úteros, pueden ser yermas, áridoa, violentadas por el inacesso al cosmos que nos agobia en sus estructuras preconcebidas. Una idea audiovisual, si consigue la consumación, es una obra cinematográfica. La podemos tratar como Deleuze: "Bloques de movimiento-duración". Secuencias de imágenes-tiempo. Una vez esta obra audivisual escapa; ve la luz. Le esperan fluctuaciones. Direcciones que, quiza, se opongan a la disciplina creatriz que le dio un origen. Es el destino, la agitación. Esta «expresión o narración literaria», si se le puede llamar así, se propone transponer la narración audiovisual de bloques movimiento-duración a la narración literaria, que es, entre muchas otras cosas, el embellecimiento en letra-párrafo. Y como cada disciplina ésta tiene sus matices, sus instrumentos, para dotar de un contexto la idea que se quiere expresar o, en este particular caso, traducir.


Escupiré en tu tumba

Una joven americana. De estatura baja y delgada, con impresionantes curvas, pero sutiles, nada exagerado. Beldades fisonómicas perfectamente cinceladas, naturalmente voluptuosas sin el afanoso detrimento de los excesos inútiles y caprichosos. No bastarían los escalpelos ni el conocimiento antropológico para auscultar cómo y para qué, la biología en su supremo deber, crearía a partir de unos fuertes vaivenes apasionados, para nada desfasados, y, gloriosamente calculados, no ignominiosos, no vulgares, no con el desdén de quien posee por la fuerza, y unos cuantos pares cromosómicos; una obra de arte de inefable ligereza cósmica que, sólo a base de purezas naturales, desata los más poderosos aplausos y las más fuertes concupiscencias carnales. Piel blanca, pero no lechosa, de matices canelosas, muy suaves, casi inaparentes para el ojo que no es intruso, quizá por el polvo o los rayos solares. O la cama de bronceado alguna vez, no se podría decir. Un rostro ligeramente redondeado; delicado y de facciones que acentúan una forma ovalada, tan sólo un poco. La nariz, no idóneamente perfilada, tampoco es angosta y con cartílagos aguileños, hay que decir. Un poco plana y liza como cerámica. A ambos lados del tabique, las cejas resplandecen como alas de halcón a contraluz. No son las típicas cejas profusamente maquilladas, tampoco están ahí, inertes, sirviendo de sombrero a los bordes orbitarios superiores; son finas como líneas de cocaína. Ni hablar de los ojos: un acceso a la inefabilidad del universo; el universo irisado rodeando sus pupilas. Su cabellera, larga y abundante, no obstante, el término «pelambre» sería una irrisión dentro la descripción; así de inteligible es la belleza de esta joven.

Katie Carter es esa joven americana. Trabaja en una cafetería o un restaurant, nada demasiado elegante o de alta gama; un sitio donde comer y beber algo. Tiene la aspiración de ser modelo, la aspiración contumaz de todo aquel, sediento en las entrañas que, para saciar la sed, bebería incluso de las más pútridas cloacas; cualquier mujer, con tales dotes, desearía ser la presa de numerosos lentes fotográficos y modelar en las pasarelas, pero no todo es tan sencillo. Así se lo deja saber una agente o una amiga, la relación entre ambas es estrictamente profesional o una costumbre estricta, tan estricta, que las caras, de cada una al verse, no cambian en nada, siquiera en un atisbo emocional; porque es una relación amistosa de larga data o una simple relación impersonal como profesional, pero con la amabilidad de quien te atiende todo los días en una panadería.

Sentada en una de las mesas del local, le profiere halagos, pues, aquella mujer de la que no se sabe mucho y tampoco se sabrá más, fue la que le puso el ojo y le echó la mano. Sin embargo, existe un problema: su portafolio; demasiado blando, muy estéril para las grandes compañías de modelaje. Necesitaría de otros agentes para oxigenar ese portafolio, pero otro problema: el costo. Precios muy elevados para una simple camarera de gran belleza. La decepción no se hace esperar y aunque no brota en sus expresiones faciales, el languidecimiento por saber la insuficiencia de sus fotografías no es mudo. La conversa es breve y la joven con aspiraciones a modelo retorna sin demoras a sus labores. Termina la jornada y se dispone a salir, pero antes, fija la vista en unos avisos pegados a una cartelera en la pared de su trabajo y entre los varios afiches y hojas pegadas, uno llama su atención: “Sesión fotográfica para modelos. Gratis”. Toma el número y sale, vistiendo abrigo de piel y bufanda; Nueva York está helando.

Regresa a su domicilio, no se puede decir si es rentado o propio, pero este dato no aporta mucho interés. Antes de ingresar a su vivienda, intercambia palabras con un amigo y quedan para una cerveza. Ingresa a donde vive y el ansía, esa divisa prestidigitadora del deseo, no se hace esperar. Marca al número que consiguió en la cartelera. Presa del deseo, su voluntad, fiel carcelera en ese recinto nebuloso donde todos están presos por desear, desear más y mucho más allá de la realidad, la utopía improbable o la distopía segura, aunque claro, ambos casos nunca son perceptibles para el que desea, pues estos, quieren llevarse siempre por delante los hechos que los condenan a la antípoda de sus sueños. Intercambian palabras. Ella, confiada, envía una foto de sí misma e inmediatamente fijan el encuentro para la sesión fotográfica.

Continuará...

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Eres de los pocos usuarios que comparto en mi facebook. No recordaba muy bien la película -la vi hace mucho tiempo cuando era joven y bello XD- pero con esa descripción tan vívida y pulsante me trajo gratos recuerdos, espero la segunda parte amigo @cavilacion

Hombre, Darius, tienes unos cuantos años encima JAJAJAJAJA porque supongo que te refieres a la versión de 1987, carajo. Esta película supongo que debe tener ciertas diferencias marcadas con aquella tan LEJANA xdxdxd. Gracias por pasarte, mai frien

Buenos días. ¿Esto tiene algo que ver con la novela homónima de Boris Vian?

Un saludo.

Buen día, Trenz. No, no tiene nada que ver. He ido inmediatamente a buscar la novela que comentas. Me han dado ganas de leerla. Por lo que acabo de leer es muy gráfica y tiene alto contenido visceral. Un abrazo.

Sí, Boris Vian fue un escritor surrealista que tiene novelas increíbles como la espuma de los días, o el arrancacorazones. A mí me encanta. Pero también era músico, y creo que pintor. Dicen que murió en la sala de visionado cuando pasaron la versión cinematográfica de su novela escupiré sobre tu tumba. Creí que no le gustó nada, aunque no sé si es un mito u ocurrió de verdad.

Un saludo.

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