Los ángeles nos envidian y los demonios nos odiansteemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago

Naturaleza-y-tinta.-Las-ilustraciones-de-Alfred-Basha-9.jpg

fuente

A los cerebros muertos, aquellos, nulos e inanimados, peores que un ácaro entre la escarcha, se les han atribuido pensamientos vivos. Aquí nos encontramos; concéntricos a un mismo mal: nosotros. Por supuesto que no, contrario a lo que suele pensarse, no es en la mocedad que tenemos un sistema cognitivo deficiente, y por tal, un cerebro anulado en su propia neuro-realidad de estímulos. Por supuesto que no, no es en la senectud, crisol celular de la memoria, donde nuestro sistema cognitivo ha alcanzado la máxima eficiencia racional y sólo, por cuestiones de mortalidad, podría descender, desinflarse. Mozalbetes y transitoriamente estúpidos y atractivos, conocemos la desdicha y la alegría en un mismo instante; la fatuidad del dualismo presente en los albores de la jovialidad, pues, es tal la hipersensitividad de la psiquis, que no se tiene nunca —Al menos, transitoriamente— una equilibrio de llameante uniformidad entre las partes; las hormonas y los pensamientos se debaten en un intenso coloquio, el cerebro detenido y pensativo y las hormonas, alegres y desbocadas como caballos, corren sin cesar en las ramificaciones arteriales; y en eso está el «cuerpo jovial»: trabado en el dualismo de la racionalidad y la emocionalidad, entre la representatividad del yo-racional y el yo-emocional. El entorno inmediato; los espejos, los padres, los amigos, el mundo, golpean a su manera, no siempre a la quijada, no siempre a la moral.

No se malinterprete; es tal la concatenación de elementos que buscan obliterarse el uno al otro, que en toda esta mescolanza, lúgubre a ratos, pasionales a veces, debate agitado, fantasmales formas del encéfalo y del sistema endocrino, pugnando por el dominio de los temblores, uno mismo, el joven, cualquiera que sea, abraza timpánicamente los zumbidos de todas las partes, que están zumbando tan cerca, tan fraternalmente, que a los sentidos se les parecen no más que puros rumores a lo lejos, similares a los cantos de pichones por las mañanas. Amamos esta joven etapa como los antiguos viajeros del siglo XIX amaban recorrer España: en todos sus límites, todos sus costados, todas sus irracionalidades, todos sus fuegos, todos sus ardores, caminos, obstáculos, trampas y llegadas; es así, por eso somos un mal, porque graduamos el instante, cuando no es más que una transición, al rango de eternidad, sin percatarnos que sólo es en la memoria donde subsisten amortajados, perennemente, esos pálidos instantes. Entonces nace la dictablanda de la nostalgia, sea cual sea el estadio celular —Infancia, adolescencia, adultez, senescencia—.

La realidad microscópica, ese instante, vasta llanura de micras de segundos, nos obligan al amor, un «amor infinitesimal», y monografiamos una intensidad, la cual, es concéntrica a todos los instantes que marcan una etapa, estadio. Cada etapa o estadio de la vida, ofrece al hombre un sabor diferente, un sonsonete que, aunque proveniente del mismo cascaron, parece totalmente nuevo, tan idóneo que los huesecillos acústicos vibran de placer y no de incomodidad. Cada intensidad es tan atrofiante, sistémicamente, que una vez acaecida devenimos nostalgia, profunda desfiguración memorial. Postrados sobre cada etapa, proferimos con denuestos sobre la anterior; la homogeneidad nos es intraducible.

Y he aquí ante nuestros ojos, la etapa o estadio, final e irreductible, que nos regala el misticismo y la sabiduría creciendo en cada pliegue pendular, que nos surcan tan profundamente, como un misil balístico surcaría la vastedad del mundo. Alejados del manicomio de trivialidad que es la infancia, de la mar de revoluciones, incendios, inclinaciones, despertares de la adolescencia, del escarnio de las necesidades del adulto, ahora ya somos un lenguaje pacificado, profuso en quimeras verosímiles; gladiadores del oxímoron: nosotros, la vetusta memoria joven, que todo lo recuerda, que nada lo olvida, que para todo muere. Ya no vivimos en aquel desequilibrio que nos mina de irrisiones y fragmentaciones. Ya sólo podemos ser una figura que glorifica los cansancios lánguidamente salvajes. Un adiós empozado en todos los gestos. Y por supuesto, otro cisma que separa las semintensidades del momento, de las intensidades que infatuaron las anteriores etapas.

Y sin embargo, los ángeles nos envidian porque somos la creación preferida de Dios. Y los demonios nos odian porque no nos rebelamos a nuestro Creador.

Sort:  

No creo que los angeles nos envidien

Hay ciertos textos que así lo ilustran, Glosa.

Bueno ya gracias a ty me tocara leer mas . porque yo solo habia oido de los angeles que son seres de luz que interceden por nosotros siempre .

No siempre. De hecho, cuando invocas un ángel, aunque no te posee como el demonio, te puede matar. Hay escrituras antiguas y prohibidas que hablan de eso. Pero no os me creaís mucho jajajaja

Sabes?/una amiga me dijo que ella cuando le ora a los angeles le va muy mal .que por eso no los recomienda a nadie ya

This post has been ranked within the top 50 most undervalued posts in the first half of Sep 29. We estimate that this post is undervalued by $22.85 as compared to a scenario in which every voter had an equal say.

See the full rankings and details in The Daily Tribune: Sep 29 - Part I. You can also read about some of our methodology, data analysis and technical details in our initial post.

If you are the author and would prefer not to receive these comments, simply reply "Stop" to this comment.

Coin Marketplace

STEEM 0.18
TRX 0.16
JST 0.030
BTC 62802.36
ETH 2462.43
USDT 1.00
SBD 2.62