Concurso Cervantes: 7ª EntregasteemCreated with Sketch.

in #spanish7 years ago (edited)

Hola a todos

El concurso de esta semana es evocador para mí; pues, junto con el pro wrestling, la fotografía es aquella pasión que vivo como espectador: aunque tanto me iluminen sus fulgores, no está dentro de mí ejercerla, siquiera practicarla. Y más evocadora aún, porque lo que se muestra en la fotografía de Salgado, es, de forma inenarrable, una oportunidad para voltear la mirada; eso de que la vida esta es realmente fea, profusamente fea. Así que, mi participación de esta semana tiene dos caras: una amplía disertación muy personal sobre la fotografía como arte, la posición del artista, y una segunda cara maquillada con un soneto a la vida. Saludos a todos los participantes.


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fuente

La verdad es una realidad radicalizada. De forma que, la verdad, expresada en literatura, canciones, pintura, dibujo, escultura, en todas formas de arte donde la técnica es el único medio y lo expresado el único fin, se profundiza o radicaliza una verdad. Todo aquél, que considere el sofisma como una resolución ad hominem, es radical, y si ese radical no es un artista, lo está fraguando, igual que una simiente con sus frutos, pues, radicalizarse es devenir intransigencia, pero ¿Qué simboliza esto? Encarnar una pose sin posturas varías, que sólo vive por y para, lo cual, desmantelando cualquier bellaquería tergiversante, es el retrato de quien no concibe otras formas de vida, pues, aquellas formas de vida están desasidas de su óptica, y esto, por más que pudiese abrir un sinfín de parentescos antiliberales, no admite odio o pugna posible: no puede adversar lo inexistente. Y no es una ceguera existencial, consciente o inconsciente. Es el poder racional de los artistas, bien sean pintores, literatos, músicos, escultores: no hay personalidades más intransigentes que las de un artista; ninguno de los artistas vive en el mundo, pero todas las obras son el mundo expresado en su realidad más radicalizada. Y esto nos trae a las siguientes preguntas ¿Qué es un extremista? Y ¿Qué es un militante? El extremo es una exclusión propia y paroxística del objeto de su contexto; lo que se excluye a sí mismo de su ambiente no es radical sino extremo, pugna por abultarse hasta explotar: su génesis es el único pathos. La militancia, por definición, es una simple inclinación, posturas varías de una pose que siempre está tentada por posturas varías, valga la redundancia, y llano dulcoristocráta, el empalagamiento es su ideología y única arma contra sus adversarios. El artista radical y por ende, intransigente, no es un extremista: su ser que es su único mundo no dinamita su contexto: en sí mismo es una eclosión existencial y no es militante porque no está adherido extrínsecamente a algo ni permite adherencias externas: la obra de un artista no es algo a lo cual adherirse porque en su concepción no busca devenir masa.

El fotógrafo, de forma especial, es un artista radical e intransigente. La fotografía es una finitud infinita: es un cuerpo con materia que abstrae todo un espacio finito y concreto y, en su revelado, parénquima de eternidades, y vasocomunicante, ofrece al ojo visivo todo un espacio de interpretaciones infinitas: se origina la radicalización de un instante. Y eso es lo hermoso: bien sabemos y tenemos a la mano la etimología de «radical»: radicalis y su significación, como todas en el latín, es taxativa: «relativo a la raíz». Como todo artista con sus medios, el fotógrafo con su lente fotográfico captura y abstrae la figura embrionaria de un instante en la película fotográfica; todo un espacio finito y volumétrico queda reducido espacialmente en un papel fotográfico o fotosensible, y la imagen en un principio física, finita y con masa, ya no tiene masa pero sí mucha fuerza. De modo que la fotografía —creo— es un fenómeno ontológico del suceso. Porque la fotografía, a diferencia de la historia en uno de sus vicios recurrentes, no apela al olvido ni la prestidigitación de la realidad: mas bien es un pasadizo o, si prefiere, acequia de realidades arqueológicas y realidades desconocidas.

La cámara fotográfica tiene el poder de almacenar secuencias del mundo; a diferencia de otras elocuencias artísticas, la fotografía es inmediata, y además, tiene cualidades absolutistas: gracias al crecimiento industrial y tecnológico, el lente fotográfico es omnipresente. Gracias a esta propagación de imágenes, el mundo está jironado en fotografías. Gracias a una fotografía, el instante es vitalicio: la documentación siempre ha sido inherente a la cotidianeidad universal, pero, ponderar con extractos imago-referenciales lo efímero, desconocido por la mayoría en muchas de las veces, se sublima el instante a su máxima referencialidad. Eso es una suerte de poder racional: nada más revelador que una imagen ¡Una sola imagen! El photoshop y demás variables de falseo no podrán jamás ser una dimensión detrimental de lo capturado; lo que está frente a la vista puede suscitar recreaciones varías y sin embargo, hieles o mieles, melancolías o alegrías, son la única emulsión sensible a la cognición, y viceversa, pues, cada una reacciona con la otra: se revelan mutuamente.

Transponer la belleza ininteligible —de la que ya hablé un poco en el concurso anterior— a la belleza inmaculada, perfecta, divina, supone el embellecimiento de una fealdad muy aparente, porque fotografiar connota una especie de ética visual: sólo lo bello, lo naturalmente lozano y voluptuoso, ha de ser fotografiado. Qué los derrumbamientos, los desastres, los genocidios, los Atilas, los enanos Mimes ¡Apelen a la documentación escrita! Pero, Sebastiao Salgado es un artista radical e intransigente; no hay nada más intransigente que la fotografía documental. Los objetivos fotográficos de Salgado son poluciones e infelicidades, desdichas, realidades sociales tan vernáculas como la yuca en su siembra, y ¡Ay, tan quirúrgicas como versos malditos!

El «África» de Sebastiao Salgado, lo nigérrimo revelado en escala de grises: durante treinta años Salgado sentenció el silencio del mundo fotografiando el tormento de un continente; es difícil hablar de belleza ininteligible transpuesta a la belleza inmaculada, porque es difícil expresar en palabras el embellecimiento artístico de una realidad perpetuada en el tiempo, que al parecer, es sufrimiento inherente a la existencia de los africanos. Fue sencillo hacerlo con una casa de putas, la pintura de Marta Pintuco, pero aquí es difícil esgrimir la plétora de emociones enmarcada en el embellecimiento de la imagen: es un embellecimiento abstracto ese el de fotografiar la realidad africana durante tanto tiempo; sólo un radicalista que exulta la intransigencia, se sometería al sufrimiento pasivo que del arte se flecha en las vísceras… Tomó su cámara fotográfica y apuntó, directo a la desesperación, a la transida fe de una anciana invaginada no sólo en el sufrimiento de la espera sino también en el dolor luctuoso, en el dolor de hambre, dolor de vacío; apuntó como quien apunta sentenciando la bastardía de una entidad presente en aquellos, olvidados y sepultados en la lejanía como anélidos zigzagueando hondo, y preguntó antes de disparar: “Maldito sufrimiento, cuáles son tus últimos deseos” Y éste respondió, como lo hacen todos los males deviniendo azufre hacia adentro, con el lenguaje corporal de la poseída: “Níhil. Níhil óbstat”. Y disparó la fotografía. ¿El resultado? Una anciana transida de fuerzas, de fisonomía hastiada por el destiempo, supurando, como los abscesos con su pus, la fétida y maloliente esperanza, ya muy añejada con la fe que se sirve abundantes platos de vestigial anhelo. Falanges engrosadas por trabajo incesante, arrugas que nacieron surcando su porvenir, un cuerpo domesticado, domesticado por el buen salvajismo, buen salvajismo introyectado en el afable silencio que se conmociona e indigna muy febril, desde kilométricas distancias, consolado prontamente porque los noticieros avanzaron a la siguiente sección de noticias.

¿Cuándo empezó el sufrimiento?

—Cuando nos dieron a luz. Y a obscuridad también.


Soneto a la vida

Sobrenombres miles, lobreguez fértil,
Mas el quid, no son ojos tras un velo,
Aun si un leviatán es el estelo,
Pues, la vida en todo es umbrátil.

Pero sí, te ufanas de la belleza,
Empero, nadie desea tu latebra,
Acaso ¿es entelequia tu obra?
¡Desengañas con insana crudeza!

Salgado vivió el desengaño,
El negro continente lo marcó,
El desengaño, fue primer peldaño.

África, su gran dolor hecho surco,
Mas, para su cámara, gran medaño,
Solitario, nigérrimo, ojizarco.


Concurso patrocinado por el witness @cervantes. No te olvides de votarlo en la siguiente página: http://www.steemit.com/~witnesses

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Nice compilation! Thank you

Amigo, me encantó este post, desgarrador y profundo.
Te deseo mucha suerte, sin dudarlo un segundo: mi upvote!
Feliz noche, un abrazo!

Hola, señora suegra de Noemí. Gracias por leer! Un abrazo.

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