Vida en un calabozo del CICPC en Venezuela.

Fuente.

Para entrar al calabozo del CICPC, debes quitarte los zapatos la correa si es que llevas una puesta. Sólo hay hombres en el calabozo, las mujeres tienen otro sitio de retención. Al entrar al calabozo, muchos de los reos te atacan con preguntas para saber el porqué entraste allí, intentan intimidar, y la mayoría del tiempo lo logran. El espacio es como de 20 metros cuadros, está divido a la mitad por una reja, en una de estas partes se encuentran los Pranes, que son los que tienen mayor rango de mandato en dicho calabozo. Pero no sólo están ellos, también están otros que se han ganado el estar de ese lado, ya sea por confianza, por el número de homicidios que tengas, por el tiempo que llevas encerrado, entre otras cosas. Los Pranes duermen en hamacas y los demás en el suelo, en la otra parte de la división, se encuentran los presos que son considerados la basura del calabozo. Los Pranes se encargan de mantener el orden en la celda, cada cierto tiempo mandan a barrer y pasar coleto, para que el piso se mantenga limpio, debido a que es la cama de muchos. Reparten la comida en unidades iguales de manera que alcance para todos, obviamente ellos pueden comer más si así lo desean. Dentro de la celda hay un vendedor de cigarros, también tienen un pequeño televisor en el cual pueden ver algunos de los canales nacionales, y un DVD el cual usan para colocar películas a ciertas horas de la tarde. Comen 3 veces al día, la comida la lleva un oficial a la celda, no un oficial constante, siempre se hacen relevo. Dicha comida es donada por los familiares de los reclusos. Dentro de la celda tienen un baño, situado en un rincón del calabozo, el suelo es de piedritas, tiene una pequeña pared que a penas sirve para tapar la mitad de tu cuerpo, aunque quien esté de pie te puede observar por completo. Debes usar unas cholas que tienen ellos allí, para poder entrar al baño, ya que el suelo está infectado y podría darte sarna. En una esquina dentro del mismo, tienes un hoyo para orinar y defecar, es un tanto asqueroso. A las 3:00 am todos los días, hay un reo que los despierta uno a uno para bañarse, es obligatorio, una regla antigua que todos deben cumplir. Créanme que aunque pasé un día y medio en este lugar, pareció una eternidad, y es una eternidad para quien ya no sienta libertad. El único pedacito de libertad que percibes, son los rayos del sol que se reflejan en los barrotes de un pequeño hueco, que hace la función de una especie de ventana, donde la vista hacia las afueras es muy limitada.

Pequeña entrevista al segundo Pran del recinto.

Para él, más que hacerlo por necesidad, es un estilo de vida al cual está acostumbrado. Estilo de vida que se permiten gracias al pésimo trabajo de las autoridades, que aceptan sobornos por parte de estos delincuentes. Este joven me cuenta que está esperando vender un vehículo de varios que tiene, para poder pagar su libertad y salir a la calle a continuar con este pérfido estilo de vida. Es un ladrón de calidad, sabe dónde operar y como hacerlo, roba casas que posean objetos de gran valor, quintas estudiadas donde los dueños conservan dólares, roba autos modernos y así es que mantiene su nivel. Él ya ha hecho suficiente capital para dejar de hurtar, pero ya se ha hundido demasiado en ese mundo y sabe que al intentar salirse, durará poco en las calles.

Éste es un tema muy delicado, por el cual tuve que omitir mucha información; como nombres, ubicación del calabozo, y otras cosas que no podía contar por acá, para mi cuidado.

No es una aventura muy agradable, pero la experiencia que tuve causó gran impacto en mí, además que es algo que vale la pena documentar, aunque sea muy resumido, aunque tenga que omitir tanto.

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