Valor social de la fe - Florencia Marcano Salazar.
Aviso importante.
El siguiente artículo no es de mi autoría, pertenece a Florencia Marcano Salazar.
Pueden leer sus publicaciones en su blog de Wordpress.
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Desde el inicio de la conciencia social del ser humano, éste necesitó creer en algo; un algo que fuera capaz de responder preguntas inexplicables, otorgara fortaleza, permitiera aceptar en paz las adversidades, le diera certeza ante lo desconocido, le permitiera que el valor y el arrojo se adueñaran de su ser para lograr lo imposible e increíble.
Un algo, cuya única mención infundiera éxtasis , devoción, dirección y conmoviera hasta el ser más incrédulo; un algo que le garantizara poder y autoridad sobre sus semejantes, los mismos que se unían en fraternidad y adoración entorno a un símbolo, un sentimiento, una ilusión, una imagen, un ser humano igual a ellos, pero que se pensaba facultado con capacidades y hasta con poderes especiales que le permitían ser diferente a los demás. Poder que, sin importar quién, era otorgado por una entidad que se encontraba en un lugar perfecto, ubicado entre las nubes, en una suerte de paraíso celestial con visión íntegra del mundo y los millones de habitantes en él.
Al transcurrir el tiempo, la creencia de ese algo superior, se fue transformando en estructuras, con la aparición de mitologías, dioses, tríadas, profetas, mesías, ciencia… separados y a la vez unidos en religiones y conceptos. Cada país, cada cultura, cada forma de organización social, creó una manifestación de él. Ocurrió la división entre la certeza de lo que no se ve y la explicación de las magnitudes físicas, antropológicas y sociológicas del ser humano.
Ese algo se nombró como fe y a medida que la humanidad avanzaba con los años, tomó una nueva definición, se corrompió con altas dosis de fanatismo, irrespeto, estafa, falsedad e ignorancia. El ser humano comenzó a crear cultos, sectas y cualquier “organización” con tintes en común, pero con finalidades diversas.
Cambió la configuración a su brújula interior, desvirtuó su propia fe y esencia, de manera consciente o carente de ella. Más allá de las religiones, el ser humano alejó la fe en su estado puro y real, para colocar en su lugar creencias que le dieran sensación de poder, control, influencia y superioridad ante los otros, regresó al tribalismo ritual, mezclándolo con esoterismo, dando como resultado una dudosa aplicación de la moral y la ética dentro de su desenvolvimiento en la sociedad.
La fe quedó relegada al perímetro interior de los templos religiosos, en una eterna pelea y discusión irrespetuosa con la ciencia, a ser una excusa para que seres humanos atacaran y agredieran a otros en defensa de un dios. La fe comenzó a ser ceremonias y tradiciones. La fe se volvió un discurso retórico y vacío. La fe dejó de ser quien era, la fe comenzó a borrarse del lugar que ocupaba en el alma humana.
Se limitó a creer que la única relación de ésta con el ser humano, es por un vínculo con alguna religión, cuando la verdad es que abarca mucho más que un templo, una religión, una doctrina o un dogma; la fe cuenta con un profundo valor y responsabilidad dentro de los miembros de una sociedad. Ella determina cuán intenso es el nacionalismo de un país o cuán real es la disposición de sus ciudadanos de aportar en beneficios para el desarrollo de su espacio. Sin fe no se puede lograr empresas, consideradas en un primer momento como, complicadas o imposibles, con ella se puede hacer uso consciente de los recursos con los que se cuentan para lograrlo, el impulso interior para empezar y la determinación constante hasta alcanzar el objetivo planteado.
Al principio, cuando la “nada” rodeaba todo, la curiosidad por saber más sobre su entorno y la fe de creer que había algo más allá de las limitaciones que podía mostrar la visión humana primitiva, hizo posible el avance de la humanidad y la formación de estructuras sociales. La desvirtualización de la fe, forma parte de la misma corrupción interna del ser humano, su apatía por una modificación de su zona de confort, o el pensamiento, idea o convicción de que hay muros infranqueables que nos impiden ver más allá, cuando la realidad es que no son más que barreras creadas por nosotros mismos, al sentarnos en espacios que se encuentran por debajo de nuestras capacidades; una vez que nos pongamos de pie, podremos ver con mayor claridad que ese llamado interior, que esa fe de que las cosas son mejores y más claras sigue ahí, existe y es real.
Limitar la fe a espacios, y creencias ha hecho que la misma capacidad y formación humana se haya limitado. El ser humano es una dualidad de pensamiento crítico y alma inmortal, requiere de la formación de ambos, en equilibrio, para poder avanzar en armonía con su entorno y sus compañeros. El valor e importancia social de la fe, radica en el aporte y determinación social de las individualidades; la ausencia o corrupción de ella en los miembros de una sociedad trae consigo un reflejo negativo en la moral y ética de los individuos que en conjunto forman el todo. La absoluta relevancia y control de la fe sobre la sociedad, trae consigo la epidemia difícil de erradicar conocida como: fanatismo. Todo lo que necesita el ser humano debe estar en justo equilibrio, pues ejemplos históricos han demostrado que cuando se han dado valor a los extremos, siempre han traído con ellos atraso, tragedias, y episodios que la humanidad quisiera se tratasen de ficciones.
El apoyo al desarrollo humano a través de sus capacidades, el impulso social de un proyecto de emprendimiento, el sentido espiritual de contemplar con el alma un amanecer, el creer que se puede volver a construir desde los escombros, la convicción demostrada de grupos unidos por un mismo propósito llevan consigo a la consecución de objetivos, son demostraciones de la fe intrínseca en el ser humano. El ser humano necesita creer en ese impulso, en esa llama interna, en esa intuición de que las cosas resultarán como se espera. El ser humano trae consigo la llave para solucionar sus diferencias y construir un mundo mejor. Solo debe colocarse de pie y darse cuenta que los muros no existen, darse cuenta que las barreras que le impedían ver las circunstancias con una luz diferente, se debía a que se encontraba sentado por debajo de su nivel.Pongámonos de pie, apartemos los prejuicios, y los aspectos negativos que nos hacen creer superiores a otros, reencontremos en nosotros mismos la flama de la humanidad, esa fe que nos permitirá, definitivamente, crear lo que realmente nos ha correspondido, desde nuestros inicios y que tantas veces como resultado de la sumatoria de individualidades, nos hemos negado. Estamos a tiempo para ello.Gracias, muchas gracias.Florencia Marcano Salazar.@FlorMarSal@FlorMarSal24
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