Valor social de la fe - Florencia Marcano Salazar.

in #spanish6 years ago (edited)



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Aviso importante.

El siguiente artículo no es de mi autoría, pertenece a Florencia Marcano Salazar.

Pueden leer sus publicaciones en su blog de Wordpress.

https://flormarsal.wordpress.com/


Desde el inicio de la conciencia social del ser humano, éste necesitó creer en algo; un algo  que fuera capaz de responder preguntas inexplicables, otorgara  fortaleza, permitiera aceptar en paz las adversidades, le diera certeza  ante lo desconocido, le permitiera que el valor y el arrojo se adueñaran  de su ser para lograr lo imposible e increíble.

Un algo, cuya única mención infundiera éxtasis , devoción, dirección y conmoviera hasta el ser más incrédulo; un algo  que le garantizara poder y autoridad sobre sus semejantes, los mismos  que se unían en fraternidad y adoración entorno a un símbolo, un  sentimiento, una ilusión, una imagen, un ser humano igual a ellos, pero  que se pensaba facultado con capacidades y hasta con poderes especiales  que le permitían ser diferente a los demás. Poder que, sin importar  quién, era otorgado por una entidad que se encontraba en un lugar  perfecto, ubicado entre las nubes, en una suerte de paraíso celestial  con visión íntegra del mundo y los millones de habitantes en él.

Al transcurrir el tiempo, la creencia de ese algo  superior, se fue transformando en estructuras, con la aparición de  mitologías, dioses, tríadas, profetas, mesías, ciencia… separados y a la  vez unidos en religiones y conceptos. Cada país, cada cultura, cada  forma de organización social, creó una manifestación de él. Ocurrió la  división entre la certeza de lo que no se ve y la explicación de las  magnitudes físicas, antropológicas y sociológicas del ser humano.

Ese algo se nombró como fe  y a  medida que la humanidad avanzaba con los años, tomó una nueva  definición, se corrompió con altas dosis de fanatismo, irrespeto,  estafa, falsedad e ignorancia. El ser humano comenzó a crear cultos,  sectas y cualquier “organización” con tintes en común, pero con  finalidades diversas.

Cambió la configuración a su brújula interior, desvirtuó su propia fe y esencia, de manera consciente o carente de ella. Más allá de las religiones, el ser humano alejó la fe en  su estado puro y real, para colocar en su lugar creencias que le dieran  sensación de poder, control, influencia y superioridad ante los otros,  regresó al tribalismo ritual, mezclándolo con esoterismo, dando como  resultado una dudosa aplicación de la moral y la ética dentro de su  desenvolvimiento en la sociedad.

La fe quedó relegada al  perímetro interior de los templos religiosos, en una eterna pelea y  discusión irrespetuosa con la ciencia, a ser una excusa para que seres  humanos atacaran y agredieran a otros en defensa de un dios. La fe comenzó a ser ceremonias y tradiciones. La fe se volvió un discurso retórico y vacío. La fe dejó de ser quien era, la fe comenzó a borrarse del lugar que ocupaba en el alma humana.

Se limitó a creer que la única relación  de ésta con el ser humano, es por un vínculo con alguna religión, cuando  la verdad es que abarca mucho más que un templo, una religión, una  doctrina o un dogma; la fe cuenta con un profundo valor y  responsabilidad dentro de los miembros de una sociedad. Ella determina  cuán intenso es el nacionalismo de un país o cuán real es la  disposición de sus ciudadanos de aportar en beneficios para el  desarrollo de su espacio. Sin fe no se puede lograr empresas,  consideradas en un primer momento como, complicadas o imposibles, con  ella se puede hacer uso consciente de los recursos con los que se  cuentan para lograrlo, el impulso interior para empezar y la  determinación constante hasta alcanzar el objetivo planteado.

Al principio, cuando la “nada” rodeaba  todo, la curiosidad por saber más sobre su entorno y la fe de creer que  había algo más allá de las limitaciones que podía mostrar la visión  humana primitiva, hizo posible el avance de la humanidad y la formación  de estructuras sociales. La desvirtualización de la fe, forma parte de  la misma corrupción interna del ser humano, su apatía por una  modificación de su zona de confort, o el pensamiento, idea o convicción  de que hay muros infranqueables que nos impiden ver más allá, cuando la  realidad es que no son más que barreras creadas por nosotros mismos, al  sentarnos en espacios que se encuentran por debajo de nuestras  capacidades; una vez que nos pongamos de pie, podremos ver con mayor  claridad que ese llamado interior, que esa fe de que las cosas son  mejores y más claras sigue ahí, existe y es real.

Limitar la fe a espacios, y creencias ha  hecho que la misma capacidad y formación humana se haya limitado. El ser  humano es una dualidad de pensamiento crítico y alma inmortal, requiere  de la formación de ambos, en equilibrio, para poder avanzar en armonía  con su entorno y sus compañeros. El valor e importancia social de la fe,  radica en el aporte y determinación social de las individualidades; la  ausencia o corrupción de ella en los miembros de una sociedad trae  consigo un reflejo negativo en la moral y ética de los individuos que en  conjunto forman el todo. La absoluta relevancia y control de la fe  sobre la sociedad, trae consigo la epidemia difícil de erradicar  conocida como: fanatismo. Todo lo que necesita el ser humano debe estar  en justo equilibrio, pues ejemplos históricos han demostrado que cuando  se han dado valor a los extremos, siempre han traído con ellos atraso,  tragedias,  y episodios que la humanidad quisiera se tratasen de  ficciones.

El apoyo al desarrollo humano a través de  sus capacidades, el impulso social de un proyecto de emprendimiento, el  sentido espiritual de contemplar con el alma un amanecer, el creer que  se puede volver a construir desde los escombros, la convicción  demostrada de grupos unidos por un mismo propósito llevan consigo a la  consecución de objetivos, son demostraciones de la fe intrínseca en el  ser humano. El ser humano necesita creer en ese impulso, en esa llama  interna, en esa intuición de que las cosas resultarán como se espera. El  ser humano trae consigo la llave para solucionar sus diferencias y  construir un mundo mejor. Solo debe colocarse de pie y darse cuenta que  los muros no existen, darse cuenta que las barreras que le impedían ver  las circunstancias con una luz diferente, se debía a que se encontraba  sentado por debajo de su nivel.

Pongámonos de pie, apartemos los  prejuicios, y los aspectos negativos que nos hacen creer superiores a  otros, reencontremos en nosotros mismos la flama de la humanidad, esa fe  que nos permitirá, definitivamente, crear lo que realmente nos ha  correspondido, desde nuestros inicios y que tantas veces como resultado  de la sumatoria de individualidades, nos hemos negado. Estamos a tiempo  para ello.
Gracias, muchas gracias.
Florencia Marcano Salazar.
@FlorMarSal 
@FlorMarSal24

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