Piénsatelo menor

Mucho se ha escrito en torno al pensamiento. No obstante, como dice el refrán, cantidad no significa calidad y, en el caso que nos atañe, mucho menos claridad. Las siguientes líneas constituyen una breve reflexión sobre la amplitud del pensamiento, cuestión tan compleja que mientras en ciertos escenarios se exige en otros se prefiere su total evasión. Un primer punto de partida lo podemos ubicar en la postura moderna la cual plantea el asunto dicotómicamente, en el supuesto antagonismo de lo propio frente a lo prestado. Para un filósofo como Arthur Schopenhauer lo propio juega un papel fundamental, pensar es una actividad de la voluntad, un proceso necesario que exige temperamento ya que sus resultados no conducen bajo ninguna forma a la felicidad plena. El llamado a pensar como proceso individual resuena a la comprensión de la actividad computacionalmente, es decir, en el sopesamiento de lo diferente con el fin de establecer una decisión particular. El discernimiento no implica la generación de lo discernido, lo cual expresa una cualidad comunitaria de la temática: El pensamiento toma del mundo simultáneamente confirmándolo. La vinculación al mundo plantea la cuestión de su utilidad. La falta de pensamiento, en algunos casos ataviada con las túnicas de la ignorancia, se considera una discapacidad, una ofensa a la vida común. La humanidad instituye el pensamiento obligatorio a través de la educación, crea oportunidades con el fin de encender la chispa deliberativa. En la institución educativa el pensamiento adquiere su señorío a través de la temporalidad, aprendemos y pensamos para modular nuestra acción a futuro o comprender nuestros actos pasados, de poco sirve en el presente. Dicho en menos palabras: Se piensa antes y después, nunca durante la acción. Desde la perspectiva situacional el pensamiento es tanto objetivo como interpelativo. Objetivo en medida que es un constante llamado a tomar posición en el mundo en que hemos caído, interpelativo porque en muchos casos los pensamientos arriban sin invitación planteandonos nuevas situaciones que no hubiésemos imaginado ni contemplado. En este sentido, el pensamiento toma la forma de tribunal, nuestra vida comparece constantemente frente al juez de la razón quien pretende cual jardinero arrancar la maleza que crece alrededor de lo verdaderamente valioso.

Es posible concebir al pensamiento como una sintonización a las diversas creencias colectivas. La vinculación pensamiento creencia expresa la flexibilidad de la cuestión desbordando la concepción individual racionalista. La concatenación manifiesta el papel formativo de la tradición, la inmersión innegable en la historia y el lenguaje circundante que comprenden al mundo. El pensamiento, en su talante discernible, no es mas que un estadio pre productivo de la fe. La creencia se comprende como una zona segura, lejos de la hostilidad que supone el constante ejercicio calculativo. La tranquilidad en la creencia no solo se expresa a través de las narraciones religiosas, se revela con igual, e inclusive mayor claridad, en el mundo de la vida cotidiana, el espacio de lo dado donde la duda se encuentra suspendida hasta que emerja una situación problemática. La cotidianidad ilustra de igual manera dos características fundamentales del pensamiento, la adecuación y la correlación de imágenes. En referencia a la adecuación es preciso no olvidar la cualidad objetiva del pensamiento mencionada previamente, si bien discernimos, lo hacemos desde un lugar, una historia y un lenguaje que nos antecede. La precedencia, y ahora siguiendo al sociólogo Alfred Schutz, nos provee de la tipicidad, conseguimos tranquilidad en la existencia de recetas típicas donde esperamos resultados típicos, descansamos cuando tenemos el resultado sin la penosa tarea de realizar la deliberación. En cuanto a la correlación de imágenes, la cotidianidad plantea la presencia e intercambio constante de estímulos visuales, elementos constituyentes de la imaginación. Desde esta posición es posible comprender al pensamiento como el almacén de la imaginación y a la ilusión como algo mas que un engaño a la razón y la búsqueda de la verdad. La oposición a la ilusión y la imaginación como partes esenciales del pensamiento consiguen asidero en la comprensión de la última como intelecto o inteligencia.

La reducción del pensamiento a la inteligencia plantea ciertos nudos restrictivos que son necesarios no pasar por alto. El primer nudo radica en la posibilidad acumulativa de la inteligencia la cual se manifiesta comúnmente en la posesión de titulación académica. Dicho sintéticamente, mientras más títulos, mas inteligente es la persona y mientras mas inteligente, mas piensa al respecto de la vida. Este último pensar sobre la vida acontece asimismo como profundidad o intensidad, sobre contemplación (overthinking) que en última instancia deviene en otra situación o decir tipico, el que mucho piensa, poco hace. El pensamiento profundo abruma, las divagaciones existencialistas iluminan la falta de fundamentos que caracteriza la experiencia vital por lo cual para algunos, mas vale hacer que pensar o, dicho cotidianamente, malo conocido que bueno por conocer. El segundo nudo se encuentra en la transformación instrumental del pensar. Al tomar la forma de inteligencia, se conforma como mecanismo utilitario para enfrentar la diversidad de la propia vida. En sintonía a la cualidad temporal, se espera del pensamiento su potencia previsiva y desde tal potencia lograr evadir el sufrimiento circundante tanto racional como emocional. De tal forma nos encontramos en la contemporaneidad con medianías tales como la inteligencia emocional, la existencia de herramientas discernibles para enfrentar asuntos de corte sentimental.

El pensamiento imaginario se nutre de lo circundante primando en ciertos casos la noción cómoda de la perspectiva sobre la actividad que supone discernir. La imagen circundante es tanto inmediata como efectiva, siendo el ver para creer una buena ilustración de su potencia. En la actualidad algunas personas tienen la posibilidad de llevar el contexto global en su bolsillo, formando parte de la inteligencia común y universal. En la red confluye el pensamiento imaginario de una manera acelerada, la diversidad de imágenes en movimiento plantean la inmensidad del vivir, nos enseñan la pluralidad del hacer y del conocer. El pensamiento en red plantea la problemática de la autoría, la perenne lucha por el reconocimiento de la producción frente a las fuerzas destructoras del anonimato y la apropiación indebida. En ciertas temáticas, como el caso del humor, se otorga un valor tanto al contenido como uno en relación a su autoría, el dueño del pensamiento como su ocurrencia. Si el chiste es "robado", es decir, existió antes de la presente formulación, se deprecia su valoración, el contenido "original" rige sobre las imitaciones y copias. Desde otra posición, el pensamiento en red promueve su persistente corrección pero tal no implica la desaparición de lo insatisfactorio o corregido. La constante creación de contenido en la web 2.0 muestra la importancia capital de la funcionalidad sobre la deliberación individual, es la manera contemporánea de conseguir tranquilidad en la tipicidad del quehacer común. Desde el acceso inmediato al conocimiento de las cosas, el mundo a la mano castiga de una manera mas severa la ignorancia. ¿Para que preguntarse por las cosas si alguien más, quizás mejor preparado, ya lo hizo? El modo referencial toma ventaja sobre el discernimiento, la emulación, imitación y mejora de lo contextual orienta al pensamiento común actual. El imperio de la instrumentalidad sobre la deliberación puede comprenderse asimismo como el dominio de lo óntico sobre lo ontológico. A muchos les interesa pensar sólo sobre lo que les es posible controlar, lo que permita el flujo ininterrumpido de la existencia. El pensamiento supone una pausa en la actividad, rompe la continuidad y regularidad de la acción humana. La expresión tómate tu tiempo ilustra perfectamente la condición, la ganancia posible sólo si se está dispuesto a detenerse y deliberar.

Por último, y desde la cualidad interpelativa es posible afirmar como no todo pensamiento es bienvenido. La agitación del pensar actúa contra la serenidad. Para algunos, y no necesariamente ignorantes, el pensamiento es un castigo, reabre heridas, los distancia del paraíso. Quienes piensan, traban la puerta, su reflexión no es más que una negación al sentido actual de la vida, al tránsito silencioso de la tradición. La oposición a la tradición revela el tono revolucionario de la clásica declamación kantiana, atrévete a pensar. El distanciamiento de la tranquilidad resuena con la particular relación existente entre el conocimiento y la felicidad en el marco de la modernidad y el progreso. Lamentablemente encontrarse en la primera no asegura bajo ninguna forma la estancia en la última. Desde una perspectiva sociológica quienes piensan pueden conformar una clase particular, la clase del saber experto. Esta clase busca posicionarse favorablemente en la opinión pública, clase mucho más amplia y multiforme, creando lo que algunos sociólogos han llamado la colonización del mundo de la vida. La colonización implica la existencia de un yo que en potencia puede pensar pero que prefiere, por una diversidad de razones, no hacerlo. Modernamente, así como religiosamente hablando, el pensamiento es el atributo fundamental del yo, un yo situado espacial y temporalmente. La situación cotidiana se caracteriza por la suspensión de las dudas, el ejercicio del yo angustiado. La solidez del mundo social consta en esta negación, la implicación al imaginario social nos divierte de lo que ciertos filósofos siguiendo a Heidegger han llamado la angustia existencial. Lo que uno piensa, y como, es lo que uno es. No obstante, y opuesto al ilustre frances Descartes, la existencia se ejerce sin pensar al respecto. En este sentido el pensamiento es disrupción y modulación de la vida humana, quiebre voluntario e involuntario de la existencia.