¿Cuándo terminamos de escribir un poema?

Esa es una pregunta muy interesante que me he realizado no desde que comencé a escribir a mis primeros poemas, sino tiempo después en que comencé a releer a esos primeros poemas y me di cuenta de que tenían fallos que aun así se les podían mejorar.

Mi estilo había cambiado. Había escrito mucho. Había leído a más autores, por ende mi percepción sobre mi propia poesía, siendo yo mi peor crítico, había cambiado también, así que me puse a arreglar a estos poemas en un oficio que era similar a podar un árbol bonsai.

Personalmente pienso que el poema no se termina de escribir mientras el poeta esté con vida. El poeta se lee a sí mismo con el paso de los años y se da cuenta de que ha mejorado con este transitar, y que de esta misma manera, si lo desea, puede hacerle mejoras a sus poemas.

Para escribir poesía se necesita de una gran sensibilidad, y también con el paso del tiempo, palabra que leeremos aquí hasta el hastío, nos vamos dando cuenta de que tiene mucho de parecido al gran oficio del relojero. A veces unos versos son como juntar a unos engranajes. Lo mismo con las imágenes en la prosa.
Los poetas verdaderamente problemáticos son aquellos que se convierten en fanáticos religiosos de sus propias obras. Pienso que un verdadero poeta debe ser ateo de sí mismo.

Ateo como en la definición de quien no cree en Dios.

Ateo como en su definición clásica: aquel abandonado por los dioses.

Cuando el poeta muere, el poema queda terminado. Nadie puede mejorar a la obra de Poe salvo por Poe mismo. Pero Poe está muerto. Es el mismo caso con Baudelaire y con Neruda; con Pizarnik y con Lorca. Sólo ellos se podían mejorar a sí mismos. A nosotros nos queda leerlos, disfrutarlos, amarlos y hasta quizá despreciarlos si bien se quiere.
¿Qué pasa conmigo? No es que suceda mucho. Es sólo que he estado compartiendo aquí con ustedes en Steemit algunos poemas que escribí en el año 2014, pero muchos de ellos antes de publicarlos, los releo y les hago trabajo de jardinería. Poseen cosas que en otrora me habían gustado pero que ya no. En algunos casos ya no suenan como algo que yo diría, en otros casos suenan como clichés.

—¿Pero no estás asesinando así al poema original?—me pueden preguntar ustedes.

—Es probable. Es probable—respondería—pero esa es la diferencia entre un poema y un cuadro. Un cuadro no es un árbol bonsai. Es más bien algo parecido a una ciudad. ¿Cómo lo podas? ¿Cómo lo modificas? Cualquier cambio modificaría por completo a esa urbe. Cualquier cambio podría ser similar a que le caiga a esa metafórica ciudad, una metafórica bomba atómica. ¡Es sencillamente jodido! He ahí la gran ventaja del poeta. En especial al que leen poco, y al que está bajo las sombras como lo fueron también Poe y Baudelaire en vida.
Uno cambia con el tiempo como ya dije. Las convicciones también pueden cambiar. Son parte de crecer y de madurar. Nuestra obra también, y si la podemos salvar, vamos a hacerlo.

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