Distante pero tuya.

Nunca pensé que “lo nuestro” (por asignarle un nombre a eso que ni nosotros sabemos lo que es), duraría tanto. No sé cómo comenzó, una simple amistad, hablar a diario pensando que pronto dejaría de pasar, ¿cómo no pensarlo? Si en mis planes no estabas tú como prioridad ni siquiera como un plan.

Pero así fue, que sin querer o quizás en el fondo queriendo pero sin aceptarlo, nos empezamos a mezclar más de lo que debíamos, más de lo que pudimos imaginar.

Nunca pensé que llegarías a ser tan importante para mí, es ahora que logro entender que no necesito más que amanecer a tu lado, recostada en tu pecho sumergida en un sueño del cual no quiero despertar.

A pesar de que han sido tan breves los momentos compartidos, puedo sentir esa conexión que hace latir más fuerte mi corazón, lo que tanto queríamos ignorar.

Sé que despedirse no puede ser fácil, pero es aún más difícil cuando se siente a esa persona como parte de nuestro propio ser, al partir queda un vacío que se intenta llenar con la esperanza de que regresará. Pero ¿qué pasa cuando te dicen que no volverá? Es un sentimiento desgarrador, no hay palabras que lo puedan explicar, las ilusiones se esfuman como cuando un niño la identidad de Papá Noel, la vida cambia y debemos adaptarnos a ella.

Esa madrugada fue tan dolorosa, mi alma lloraba cual selva cuando le arrebatan su retoño, cual pastor que pierde una oveja y observa el escabroso precipicio sabiendo que su vida luego de esa pérdida no será igual.

A pesar de los millones de kilómetros que nos separan, nuestros sentimientos se mantienen intensos, puros y sinceros; nuestras almas estarán eternamente conectadas, yo esperaré tu regreso para disfrutar ver a nuestras almas vibrar.

Demostremos que nuestros sentimientos todo pueden aguantar, anhelo que nuestros destinos se crucen, que la distancia quede grabada solamente como una palabra.