Nota 1 - El comienzo

Me anima el concepto de registrar lo que hago o se desliza por mi cerebro, pero me aterra que cualquiera pueda leer esto, sería como si violaran mi cabeza. Sin embargo lo haré, quizá mi amigo Jeremías tenga razón y funcione como terapia.

Mi nombre es: Emma, tengo 14 años, muchos piensan que soy antipática, pero... ¿Es pecado que mi instinto no esté preocupado por juegos escolares? A mí me parece que dichas actividades son un desgaste de tiempo.

Me gusta pensar, me considero inteligente nada estúpida como para copiar el patrón patético de mis compañeros.

Si las personas escucharan mis pensamientos, no se acercarían o posiblemente me verían como su única salvación.

Para mí, cada mañana es similar, pero hoy fue disparejo desperté contenta, lo sé porque sufrí un arrebato de carcajadas y no lograba parar, tenía que sujetar mi estomago, ya me dolía. Lo infame fue que no había motivos para reírme así.

Luego ocurrió algo extraño, mientras me cepillaba los dientes observé con curiosidad el espejo, vi reflejado mi aspecto y parte de mí hasta los hombros, que raro, sentí que no era yo, otra vida había robado mi rostro. Así que me deleité al distinguir ojos tan negros como la madrugada, no había calidez en ellos, parecían fríos y vacíos, me hizo recelar que estaba cayendo de nuevo en un hueco oscuro.

Además en ese intervalo me costó entender que bajo este revestimiento frío que llamamos pecho, latía un corazón compasivo.

Cuando pisé la vía, lo primero que hice fue dirigirme al puesto de revistas y periódicos, saludé al vendedor y le pregunté si en las noticias había algo distinto para leer, el cual me motivara a malgastar los miserables billetes que me acompañaban. Curioso jamás le había hablado a ese viejo arrugado, yo solo tomaba el diario, pagaba y me iba.

Esta vez expresé que no lo llevaría al menos, que él me convenciera.

El liceo es retirado de casa, no sé porqué, pero tomé el camino más largo y disfruté caminar, me daba flojera esperar para optar por un sitio en esos buses del gobierno. Mientras llegaba a mi destino me dediqué a observar el lamento de las personas, comparé sus rostros y todos mostraban caras largas, expresiones marcadas por el agotamiento y fastidio de la rutina. Iban rumbo a sus actividades, detestando el día por ser lunes, parecían vacas que seguían la senda en busca del degolladero.

En fin...

Hoy la profesora Marta revisó el cuaderno de geografía, era la nota máxima. Llamó a cada alumno por orden de lista, pensé en mis posibles explicaciones, anhelaba que no viera mi nombre en esa maldita hoja, pero solo bastó a mis oídos escuchar Emma.... Para ponerme en modo automático e ir hasta el escritorio sin nada en las manos.

Ver sus labios despegarse perezosamente para interrogar ¿y tu cuaderno? fue muy gracioso para mí, porque recordé que ayer cuando regresaba a casa, Raquel y su cuadrilla me arrebataron la libreta. ¡Adiós a mi nota! Dije, cuando seguía riendo en la cara de la profe, soltando risitas por mi mala suerte.

(Aún sigo riendo con locura...)

Pasé dos horas congelando mi trasero en las frías sillas de metal que adornan el pasadizo de la oficina del director... En ese periodo medité y reflexioné sobre muchas cosas en mi vida, surgieron preguntas y posibles respuestas que no cuadraban del todo.

Entonces la vi, al final del corredor estaba la flacucha adolescente de ojos saltones y odiosa Raquel. Mis ojos estaban clavados en ellas con tanta intensidad que tuve la sensación de ardor en ellos. Mi mente se conectó con mi cuerpo y me presentó posibles planes malignos que podrían ser ejecutados por mi.

Llegué a una interesante conclusión: ¿ para que evitar? Ignorar como dice mi madre, si al final hay cosas que no se pueden evitar o ignorar. Raquel debe morir pronto...

Fin de la nota.