¡Hermoso, hermoso rostro!,
digna belleza heredada desde
el vientre de tu madre, diosa
que aún ayer reflejabas tristeza,
ahogaba en una sonrisa
melancólica y dolorosa,
parecías un alma desolada,
imposible de no ver,
sin que se produjera
en mi semblante, una mueca
disfrazada de una alegría
tímida.

Fue entonces demasiada
la ternura que experimenté,
que terminé extendiendo las dos manos y
embelesad@ me fijé en ti afectuosamente,
sin importarme las circunstancias
a la que me exponía; me precipité, y caí
en una red de infinita locura y ensueño.
No hay lógica, es vida, es muerte, es la ilusión
de ser o ser amado.

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