Concurso de Escritura de fin de año "La nieve nunca llegó..." | ...y ella nunca regresó

in #spanish6 years ago

Era un día frío, como casi todos en ese pequeño pueblo alejado de la civilización, el viento feroz azotaba contra las pocas casas que se encontraban ahí, trayendo consigo el helado aliento de la montaña que observaba a lo lejos, como la eterna vigilante de las vidas rutinarias de los habitantes del lugar.

Refugiados de este viento impávido dentro de las paredes de su humilde hogar, se encontraban Don José y su nieto Ramiro, un niño muy activo, inteligente y suspicaz para sus cortos 10 años, quien disfrutaba de escuchar siempre las historias de su abuelo en días como este, donde el frío amenazaba con atravesar a quien se atreviera a asomarse tan sólo un par de pisadas fuera de casa. Definitivamente, estos eran los días donde cerquita del fogón, con una taza de café calentito en una mano y pan en la otra, Ramiro se sentaba cerca de su abuelo, para escucharle:

¿Sabes algo Ramiro?, el viento se siente más recio hoy. Escucha hijo, escucha. Sí señor, no cabe duda, el viento está igual que aquel día ¿sabes?, bueno no sabes. Ven que te cuento.

Hace muchos años, cuando yo era joven y tenía la energía, fuerza y vitalidad para recorrer todo este páramo e incluso llegar al pie de la lejana montaña, me encontré un día en ese lugar una cosa de lo más rara. Era una silueta, parecía como la de un cuerpo, así que me acerqué lentamente y descubrí que se trataba de una muchacha, una hermosa joven de cabellos rojizos y piel blanca, era como un milagro a la vista en medio del paisaje rocoso y grisáceo.

La joven se encontraba inconsciente, supuse que había tenido algún accidente, quizás se había caído, y como ya la tarde comenzaba a presentarse decidí tomarla en brazos y traérmela al pueblo para que el curandero la revisara y así lo hice, pero llegando acá, no hizo falta que la viera el curandero, ella se despertó, abrió los ojos que tenía de un agradable color ámbar y acto seguido forcejeó para librarse de mis brazos, – ¡es que es brava la mujer! – exclamé entre risas, pero ella no pronunció palabra alguna y sólo me miraba con desconfianza y suspicacia.

Ramiro escuchaba atentamente, pues nunca había oído que el abuelo contara algo sobre sí mismo, casi siempre eran anécdotas de su padre o leyendas del pueblo. Se sentía muy entusiasmado y cautivado por el relato, además de impresionado al contemplar la sonrisa nostálgica y sincera que se dibujaba en el rostro de su abuelo, la cual pensaba que sólo podía generar el recuerdo de su abuelita Juana, pero ella definitivamente no era pelirroja.

Hicieron falta varios intentos, pero logré calmar a la hermosa fiera y convencerla de que yo no representaba un peligro para ella, le expliqué cómo y dónde la había encontrado, y en medio de toda mi perorata ella habló: – la montaña, de ahí vengo y ahí debo regresar porque la nieve está por llegar –

– ¿Nieve abuelo? Ah no, yo pensé que esta historia era algo que tu habías vivido, pero aquí no cae nieve y en la montaña tampoco, yo escuché decir al panadero que aquí no cae nieve desde hace mucho, que él ni siquiera había nacido cuando eso. Me estás contando una leyenda. Seguro estás confundido.
¿Eso crees? que no se te olvide que yo soy más viejo que el panadero pero mi memoria está fresquita. – Dijo el abuelo entre risas, para luego con un tono más serio añadir – A ver, calla y escucha muchacho. No interrumpas o te quedas sin pan y sin historia.

Ramiro se calló enseguida, no es que creyera que su abuelo fuera a quitarle el pan, pero era mejor no arriesgarse. Además, fantasía o no él quería oír el resto de la historia.

Ella seguía repitiendo lo de la montaña y la nieve, yo la verdad volví a retomar la idea de que seguro se había caído, porque decir que ella venía de la montaña donde todo es frío y las pocas plantas que crecen no son comestibles, era una locura. Además, la última vez que nevó en este páramo murió mucha gente de hambre, no era cosa de juego decir que vendría nieve.

Ella debía de haberse golpeado duro la cabeza y de ninguna forma la iba a dejar partir, así que la convencí de acompañarla hasta allá siempre y cuando primero descansara un par de días en el pueblo para que recuperara las energías; ella parecía recelosa y por un momento pensé que no aceptaría, pero terminó accediendo por un milagro divino sin duda.

Así ella se quedó en mi casa, le dejé la alcoba para que tuviera privacidad y comodidad. El par de días se convirtió en una semana, y la semana en un mes, no sólo me fui ganando su confianza, sino que llegamos a conocernos y hacernos amigos. Ella era más que su belleza, era lista, divertida e intrépida, paseamos juntos varios parajes, le encantaba estar al aire libre y su cabellera rojiza era siempre un deleite de ver en contraste con el paisaje. Parecía una Diosa, una ninfa o algún ser mítico que había cobrado vida justo frente a mis ojos y yo estaba agradecido por ello.

Le conté de mi vida, de la historia del pueblo, de cómo nunca nevaba aquí y lo agradecidos que estábamos por ello, pero ella parecía disfrutar especialmente de las leyendas que le narraba. Sí señor, fueron días perfectos, hasta que una mañana ya no la encontré más.

No había rastro de ella, era como si se fuese esfumado, como si el rojo de su cabello cual llama de una vela se fuese extinguido dejando tras de sí sólo el velo de su recuerdo en mi memoria. La busqué y busqué, salí y recorrí todos los lugares que frecuentamos, pero no la encontré, ni siquiera el eco de su sonrisa o un atisbo de su mirada cálida, nada. Si ella era un ser mítico, había desaparecido igual que como apareció y no pude decirle… no pude despedirme.

Las llamas en el fogón crepitaban incesantemente mientras se bamboleaban en una danza que sólo ellas reconocían. Ramiro observaba a su abuelo, mientras este contemplaba el fuego y su rostro se difuminaba entre las sombras que las llamas proyectaban. El silencio duró un rato y Ramiro, a pesar de ser siempre inquisitivo, eligió respetar esta pausa en la historia porque de alguna manera, este silencio también le hablaba de los sentimientos que su abuelo nunca llegó a expresarle a la misteriosa pelirroja.

Un día me decidí a ir al pie de la montaña, era mi última esperanza de hallarla. A medida que avanzaba en el camino, el viento se hacía cada vez más frío. Yo nací y crecí en este pueblo, en este páramo, mi cuerpo siempre ha estado expuesto al frío y aprendí a tolerarlo, pero el ímpetu del viento ese día estaba poniendo a prueba cada fibra de mi ser al punto donde ya no pude avanzar y perdí el conocimiento.

No sé cuánto tiempo estuve inconsciente. Cuando desperté, me encontraba aquí en el calor de mi cama. No sentía ningún dolor ni tenía ninguna lesión en mi cuerpo, aunque mi alma se encontraba más que apesadumbrada. No quería ya salir ni hacer mis labores, el invierno se había trasladado al interior de mi corazón y mi reflejo en el espejo me lo ratificaba. Estando yo en medio de mi tribulación una vecina se asomó por la ventana, yo no tenía gana alguna de contestarle, pero lo que dijo me tomó por sorpresa: – ¡Qué bonito rosal vecino! ¿cómo ha hecho para que florezcan rosas aquí en esta tierra? –

Enseguida me vestí, me calcé las botas y corrí para abrir la puerta, no tuve que dar ni un paso cuando las vi, hermosas rosas rojas en su máximo esplendor que desprendían el más dulce de los aromas, era simplemente maravilloso contemplar tan bellas flores en contraste con el verde monótono y grisáceo del paisaje, con el marrón y blanco de las casas… era como ver el cabello de mi joven amiga ondear en el viento y con el mismo velo misterioso que la caracterizaba yo jamás supe cómo apareció ese rosal junto a mi casa, pero cada vez que miraba las rosas, el invierno en mi corazón amainaba.

Los años transcurrieron y el rosal florecía siempre de forma imprevista, en una de esas ocasiones con su hermosura atrajo a tu abuela a mi casa y la sonrisa de tu abuela atrapó mi corazón. ¿Sabes? Dicen que no hay nada más hermoso que una rosa roja sobre la nieve blanca y aunque el rosal aún deleita a veces con su hermoso rojo y el invierno habita perenne en este páramo, lo cierto es que la nieve nunca llegó, así como ella nunca regresó.

– Pero abuelo, ¿me estás diciendo que la planta que tenemos acá afuera es el rosal de tu historia?
Asimismo es muchacho, es el mismo rosal.
– Pero esa planta no da flores, yo nunca la he visto florear.
Es cierto, hace mucho que no florea, pero si tienes suerte, algún día podrás ver lo hermosas que son. Ahora muchacho, mejor vete a dormir. Vamos, acuéstate de una vez.
– Ya voy abuelo. Espera, hay algo que no me dijiste.
¿Qué cosa muchacho preguntón?
– ¿Cómo se llamaba la chica pelirroja? Digo, si es que de verdad existió.
Aún dudas… Bueno, no tendría sentido decírtelo, creerías que yo lo inventé. Duérmete ya.

Ramiro confundido se fue a dormir escuchando de fondo al recio viento soplar. Al día siguiente el viento había amainado, se vistió y colocó la chaqueta encima dispuesto a salir de la casa, pero nada más abrió la puerta lo vio y entonces no le quedó duda. El nombre de la chica era Rosa, como las hermosas flores rojas que sus ojos contemplaban justo frente a él sin necesidad de nieve.

Esta historia constituye mi entrada para el último concurso del año de la comunidad @elarca, si gustas participar te invito a revisar la información aquí .

Fuente de las imágenes:

  • La imagen de portada es una adaptación hecha por mi a partir de la imagen bajo Creative Commons CCO de Pxhere
  • Las demás imágenes utilizadas, son adaptaciones hechas por mi a partir de las imágenes bajo Creative Commons CCO de Pixabay como se puede apreciar en los siguientes links: 1 2 3 4 5
  • "Escribe en versos: La nieve nunca llegó" pertenece a @elarca
  • Los separadores fueron elaborados por mi en Power Point 2016

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Esta publicación ha sido seleccionada para el reporte de Curación Diaria.

final de post.png¡¡¡Felicidades!!!

Gracias por el apoyo!

¡Qué bonita historia, @arar5, más que bonita diría encantadora Mágica y romántica. Suerte en el concurso.

Gracias por pasar, leer y comentar @sayury. Me alegra que te haya gustado la historia, quise rendir homenaje a esas narraciones familiares que tanto nos cautivan cuando somos niños.

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Muy bonito el cuento @arar5, y muy buenas las ilustraciones. te deseo mucha suerte en el concurso ¿Cómo se hace para que las fotos queden así como desvaídas en el contorno? Me gustaría aprender a hacerlo...¿No es muy dificil? ¿hay qué descargar algún programa?

Gracias por tus palabras @luisfe, me alegra que te gustara el cuento. En realidad ese efecto en las imágenes es bastante sencillo de lograr, lo hago en power point con la herramienta de bordes suaves al editar las imágenes y luego guardo en formato png

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