Cuentos para asustarte: Concurso de relatos inspirados en mitos y leyendas latinomericanas – Sueño en el Lago.

La leyenda hace alusión a que el dueño (llamado patrón en ese entonces) de cierta piragua, anclada en el puerto de Maracaibo, descendió una noche a tierra, y al despedirse del muchacho (su ayudante) le dijo que estuviera alerta para que cuando regresara de su paseo lo llamara y no le hiciera esperar con el cayuco. Luego de un rato el Sr que partió sólo, y tranquilo, volvió a toda carrera y con dos hombres persiguiéndole para golpearle, al parecer había tenido una riña en un bar.
¡Bartolo! ¡Bartolo! Traéme ¡El Cayuco! Gritaba desesperadamente el patrón, pero a pesar del atormentado llamado cada vez más fuerte, el muchacho no le escuchaba, pues dormía como un lirón. Persuadido de la inutilidad de sus gritos, acorralado entre sus perseguidores y el agua, el marino se precipitó lago adentro, desapareciendo en las aguas.
Su cadáver nunca apareció, pero su pedido de socorro, su ruidoso movimiento, resuena todavía en las noches oscuras, llenando de miedo los corazones.

Un cayuco es una canoa de fondo plano construida por el vaciado de un tronco de árbol, a veces un tronco de palmera, normalmente una frondosa de madera blanda como la Ceiba. Su nombre deriva de la palabra cayo.

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Cuentan que en las noches muy oscuras, los vecinos de El Lago de Maracaibo, oían el lamento del marino por todas partes y hasta dentro de las casas. Entonces los niños escondían la cabeza bajo las sábanas, las viejitas rezaban nerviosamente, los gatos se erizaban y hasta el hombre de pelo en pecho sentía un frío mortal ante el grito tenebroso de ¡Bartolo, traéme el cayuco

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Durante mi niñez, mis padres acostumbraban llevarme a casa de mi tía los días de vacaciones. Solía pasar parte del tiempo jugueteando con mis tres primos que tenían más o menos la misma edad que yo. Vivían en una playa frente al Lago de Maracaibo, con mucho espacio. Así que corríamos, saltábamos y demás travesuras.

Un día decidimos visitar la playa vecina, que se encontraba a pocos metros de la casa de mi tía. Había estado desatendida durante décadas, más una casa vieja todavía estaba erigida en la propiedad, decidimos explorarla. Era una joya para cuatro niños curiosos como nosotros, en especial después que mis primos me contaran historias sobre este sitio; que según decían estaba embrujado. Me contaron que los propietarios de la casa, se habrían ahogado todos en el lago, tras ir en búsqueda de un grito que provenía de este, alguien que llamaba a otra persona, y así todos murieron.

En una oportunidad mientras jugábamos al escondite, corrí a la vieja casa abandonada. Ligeramente sondeé el lugar. Finalmente encontré un viejo baúl en el dormitorio, me pareció un buen sitio para esconderme. El tiempo transcurrió y aún no había señales de mis adversarios. El viejo baúl tenía unos grandes agujeros por donde podía observar el exterior y entraba el aire. Esperé un poco más, me pregunté cuánto tiempo me llevaría permanecer allí antes de anunciarme la ganadora. Después de media hora aproximadamente, comencé a aburrirme y me dio sueño.
Se había hecho de noche, somnolienta y confundida, me di cuenta que mis primos se había ido. Me sentí agobiada por un gran susto. Estaba orientándome en la oscuridad cuando escuché la puerta de una habitación cercana cerrar violentamente. Hubo un breve instante de silencio, seguido de unos pasos como corriendo y alguien que gritaba, no lograba entender lo que decía. Al fondo como viniendo de la orilla de la playa un murmullo de alguien que llamaba. Aguanté la respiración, tragué saliva, comencé a rezar para que se fueran. Pero el sonido se estaba haciendo más fuerte.

Este extraño ruido circulaba por las habitaciones, deslizando objetos que se encontraban en el suelo. Sudaba copiosamente y un escalofrío me recorría el cuerpo . Después de una larga y angustiosa pausa, los gritos comenzaron de nuevo. Esperé lo que a mi parecer fue una eternidad. De repente se acallaron los sonidos. Así que encontré suficiente valor para abrir la puerta y huir. Pero justo cuando los nervios de mi cuerpo se preparaban para salir, escuché un respiro áspero detrás de mí y un aliento pestilente en mi cuello.

Durante mi huida, podía oír pasos e identificar el sonido, me parecía escuchar un nombre, Bartolo, Bartolo, los pasos me perseguían con una velocidad pavorosa. Mi fuga fue incómoda, me topé unas veces con piedras y otras con troncos de palmeras de la orilla. No miré hacia atrás hasta que supe con seguridad que no podía escuchar los pasos. De repente me volteé para ver a mi atacante, más no había nadie.

No había rastro de alguien que me persiguiera, la noche se tornó quieta y silenciosa. Aparentemente, mis primos, se habían ido a casa. Nada de esto tenía sentido para mí. Al llegar se lo conté a ellos, quienes junto a mi tía se preparaban para salir a buscarme. Luego del regaño respectivo, fuimos al cuarto a dormir, no había ruidos, todo estaba en paz. Al apagar la luz, me asome por la ventana del dormitorio, todo muy oscuro pero con una gran luna que iluminaba parte de la playa, en la arena con enormes letras temblorosas estaba escrito un nombre: !Bartolo¡

Allí desperté, estaba dentro del baúl.

La gaita zuliana le rindió homenaje a la leyenda de Bartolo y el cayuco