Una historia de mi pueblo. Parte Final
Saludos #steemados lectores:
Hoy les entrego la cuarta y última parte de este cuento que, dicho sea de paso, es uno de los pocos de más de tres cuartillas que he escrito en mi vida. Si llegaron leyendo hasta aquí les doy mis infinitas gracias porque quiere decir que me tuvieron mucha paciencia. Un fuerte y fraternal abrazo en la distancia.
... Gabriel, lo dejaba hacer y aunque no estaba muy de acuerdo con la medida nunca se resistió. ..
Aqui pueden leer las entregas anteriores:
Una historia de mi pueblo. Parte I
Una historia de mi pueblo. Parte II
Una historia de mi pueblo. Parte III
Una historia de mi pueblo. Parte III
Por: Arturo Pérez Arteaga:.
La Partida
Una tarde cualquiera, Gabriel recibió una llamada, se trataba de la secretaria del Obispo, quien luego del saludo de rigor se lo comunicó:
- Gabriel hijo, Dios te bendiga, ¿Cómo estáis?
- Muy bien monseñor ¿y usted? ¿En qué le puedo servir?
- Alegráte muchacho, me llamaron de Roma, ¡te levantaron el castigo!
Tras unos segundos de silencio, monseñor prosiguió:
- ¡Aló! Gabriel ¿seguís ahí?
- Si monseñor aquí estoy.
- Bueno, como te dije, ya no estáis castigado. Necesito que me preparéis tu informe, uno de esos que venias escribiendo para que nos quede de soporte de tu trabajo aquí.
- Muy bien Monseñor, así será, ¿para cuando?
- Lo mas pronto posible si es que te queréis ir.
- Ok monseñor, así será, muchas gracias por la noticia. Bendígame.
- Que Dios y la Virgen del Rosario te bendigan hijo. Espero ese informe.
La cara de Gabriel era una mezcla de sorpresa, alegría y tristeza. Sí tristeza, él mismo se sorprendió de lo que estaba sintiendo, al fin, el momento anhelado de volver a su tierra, con los suyos, fuera de ese pueblito desordenado y caliente del tercer mundo al que arribó por castigo, había llegado, entonces ¿por qué la tristeza?. En silencio y ante la mirada atónita de quienes lo acompañaban se retiró a su habitación diciendo solamente: “me voy a casa”.
Encendió su computadora portátil y mecánicamente abrió los archivos de los informes que había escrito a su llegada y le había presentado a monseñor, los leyó detenidamente y se sintió profundamente apenado por lo allí escrito, no pudo entender como era posible que el haya escrito algo tan perverso y mezquino de un lugar que ahora consideraba casi su hogar y se propuso reescribir aquello a la luz de su nueva apreciación, quizá con poca o ninguna objetividad, pero con todo el sentimiento que le embargaba en ese momento. Escribió con el corazón y con el alma, sintió que sus orejas se calentaban cuando recordaba los palos secos de ron, recordó el sudor producido por ese sol inclemente, en fin, de manera sensorial, escribió, y recordó, recordó y escribió sin detenerse ni siquiera para comer, como si el futuro de la humanidad de ese informe dependiera. La señora de la casa, algo preocupada intentó tocar a su puerta para saber si todo estaba bien, pero Benito, mas discreto se lo impidió y le dijo que el padrecito saldría cuando estuviera listo.
De lo escrito por Gabriel, podríamos hacer un libro grueso con un nivel de detalle impresionante pero aquí resaltaremos algunos puntos de ese visceral informe:
“Cabimas: Tierra que a mi llegada pensé que debía traducir en alguna lengua autóctona de América <<la cuna del diablo>> o <<el final del camino al infierno>>, para luego enterarme que debe su nombre a una planta inmensa llamada Copaiba o Cabimo de la que se obtiene un aceite cuyas propiedades medicinales son muchas y muy bondadosas, casi tanto como la gente que habita estos parajes, los cabimenses… Que gente tan extraña, pero no por ser mala, egoísta o ruin, sino mas bien por su forma de ser afable y bullanguera, sincera, abierta y desprendida donde nunca podrías quedarte con las ganas de obtener un saludo afectuoso, un abrazo noble y sincero o una sonrisa clara y diáfana como su sol en el cenit… Como voy a extrañar de estos parajes esas raras costumbres de compartir el café y hasta el almuerzo, no sólo con los habitantes y visitantes de la casa sino también con los vecinos, allende a las verjas o cercas, así llamada por ellos, y es que para esta gente las cercas no existen, los límites de la familiaridad y la confianza se mezclan al punto de que en ocasiones todos los habitantes de una calle parecen eso, familia… esa gran familia tiene costumbres enraizadas que para los no nacidos aquí son bastante curiosas como ir a la panadería y no salir de allí si no se tiene un trozo de pan caliente dentro de la boca… o el rito vecinal y municipal que se celebra al caer la lluvia, porque casi todos sus habitantes salen a la calle a hacer su danza, como agradeciendo al buen Dios por la bendición del agua caída del cielo… o la hermosa estampa que vemos cada día cuando las madres llevan a sus niños a la escuela y parecen gallinitas guiando a sus pollitos y protegiéndoles bajo sus alas de cualquier peligro …
Extrañaré la hospitalidad de esta hermosa familia que aún sin conocerme me dio acogida como uno mas de ellos y dejaron de estar cómodos para que yo lo estuviera, nada de ponerme a dormir en el sofá, como se acostumbra en las grandes ciudades con los invitados, me dieron la mejor de sus camas y a pesar de mis protestas, no aceptarlo sería una gran ofensa para ellos… Extrañaré su gaita, una mezcla casi mágica de acordes al ritmo de instrumentos de cuerda, percusión y otros que no sabría describir, donde le cantan a todo: a la vida, al trabajo, a la actualidad del país, al amor y a muchas cosas más, en parrandas donde participa toda la familia, compartiendo y disfrutando… Extrañaré su amor por el béisbol, un deporte que apenas conocí y del que confieso aún debo aprender bastante… Extrañaré su devoción y amor por San Benito, el santo negro, como le llaman, a quien sacan en procesión el 27 de Diciembre y el 6 de Enero haciendo gala de religiosidad y de ese espíritu alegre y siempre optimista que embriaga a propios y extraños… Extrañaré el humor de tu gente, que mas que humor es como le dicen aquí “mamadera de gallo” porque son muy buenos burlándose de las situaciones embarazosas que podemos sufrir, las exageran y las cuentan con una locuacidad magistral y con memoria de elefante, porque no olvidan nunca estas ocurrencias, sino que por el contrario, al volver a contarlas las exageran más y más…Te extrañaré mucho mi Cabimas, tierra gloriosa de gente digna que se negó a dejarte morir abandonada y sola como lo habían planeado las transnacionales del petróleo que sólo veían en ti una fuente inagotable de enriquecimiento, sin pensar por un segundo que tu mayor riqueza no mana de las entrañas de tu tierra; brota del alma de quienes te habitan, gente orgullosa, trabajadora, modesta, muy digna y capaz de lograr lo que se propongan con mucho esfuerzo y dedicación… Punta Hicotea, El Centro Cívico, Ambrosio, Los Laureles, La Rosa, Las 40, Las Delicias, Concordia, las arepas cabimeras, los carritos por puesto, la entrada, tus Universidades, La Plaza Bolívar destruida y vuelta a construir, La Catedral terminada por partes, tus palmeras y el boulevard, los balancines y mechurrios que te hacen lucir como un inmenso pastel de cumpleaños vista desde el cielo en las noches, el patio de tanques, las casitas de mandera, los lugares de referencia con establecimientos que ya no existen como la “CVP”, “El Remanso”, “El Cairo”, “La bajaita de Teófilo” y mucho, mucho mas…
Para ti mi Cabimas amada, es este pequeño tributo que hoy día escribo. Me despido de ti apenado por la mala impresión que recibí apenas llegué, pero no fue por ti, fue porque mis egoístas ojos, cerrados de tristeza no me permitieron ver mas allá y una vez abiertos, no quiero volver a cerrarlos…”
Epílogo
Años después, no sabría decir cuantos, en algún lugar de Europa, no sabría decir donde, un sacerdote ya maduro y curtido por su experiencia, recibía una carta de sus superiores, que leyó al lado de su sacristán, quien notó que los ojos de éste se llenaban de luz y alegría.
- Cuénteme padre, ¿Qué dice esa carta que lo ha emocionado tanto?
- Lo logré hijo.
- ¿Qué logró padre? No entiendo.
- Por fin seré trasladado a otro lugar, un lugar del cual nunca debí salir.
- ¡Lo enviarán a España padre! Que bueno, me alegro por usted de corazón que pueda volver a su tierra natal.
- No hijo, a Cabimas, me iré a Cabimas.
El sacristán lo miró atónito tratando de comprender, quizá en algún vocablo o lengua muerta de esas que estudian los sacerdotes, esa palabra traducía palacio veraniego o algo por el estilo, porque para que el padre Gabriel se alegrara tanto de su partida lo debían estar enviando al paraíso.
- FIN -
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aquí siguiendo y dando un vistazo a tu final
Qué bonito final Arturo, me gusto mucho la historia pues deja una gran reflexión.
Que bueno que te gustó Alexa... un fuerte abrazo
Un aplauso ¡No! mejor una ovación de pie. Me enganchaste de tal manera que se que es poco lo que el trail puede otorgar a este final y toda su obra en general. Espero que muchos puedan leerla y disfrutarla como lo hice yo. Mil bendiciones mi estimado...
MIL GRACIAS por tan amable comentario amigazo... Que bueno que te gustó... un gran abrazo!!!
Wuaooo que final tan bello... Me encanta como detalla la ciudad y la calidad humana de sus habitantes, como se retracta de la mala impresion que se llevo al momento de su llegada.. Y la dicha de que tuvo de volver... Te felicito amigo que gran finall.. 😍
Gracias cariño, tu siempre tan amable en tus comentarios... me alegra que te gustara el cuento
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Lindo relato lleno de melancolía, añoranzas y apego a lo amado. Cabimas debe ser un pueblo lleno de mucha magia, a la menor oportunidad iré a visitarlo y vendrá a mi memoria tu extraordinario relato de esa tierra que despierta pasiones. Muchos saludos.
Ciertamente es mucho el amor que le profeso y aunque lamentablemente vive momentos muy duros, seguro estoy que se levantará con el ave fénix porque ya desde hace mucho tiempo se negó a morir y se atrevió a SER y ESTAR... Siii es mágico mi pueblo
Awww qué lindo! El final me conmovió.
Hermosa historia, @apatrinchera. La disfruté mucho.
Es muy gratificante leer este tipo de comentarios hecho sobre una creacion propia. Hace que merezca la pena el esfuerzo. Gracias por eso