Decisiones.

Toda nuestra vida se basa en ellas. Todo tiene dos caras, todo es positivo o negativo. Las decisiones ponen a prueba nuestra madurez. No todas son buenas y nos llevan a hacer tonterías o a enfrentar situaciones que tienen consecuencias fuertes. Las otras, por el contrario, nos llenan de una satisfacción increíble. Se supone que todos queremos hacer lo mejor, no tener problemas y simplemente estar bien, pero no siempre es lo que sucede. A veces tomamos decisiones sin pensar, a lo loco o simplemente dejandonos llevar por lo que estamos viviendo. Sé muy bien como se siente eso de actuar por impulso, yo suelo ser así a pesar de saber que debo cambiarlo.

Hasta lo más básico como escoger el sabor de un helado, es una decisión. De eso se trata, de escoger. De saber elegir entre lo que suponemos es lo mejor pero, ¿cómo sabemos que así será? Dicen que lo mejor es decidir cuando estamos seguros pero cualquier decisión da miedo porque no sabemos cuales serán las consecuencias, sin embargo, decidimos. Hay momentos de la vida que pasan muy rápido y no nos da el chance de sentarnos a pensar que puede pasar y que no, simplemente decidimos.

Cuando se está en una relación, por ejemplo, de pareja, de amistad, laboral, que sabes que de alguna manera te afecta ya queda de nuestra parte si seguimos o simplemente nos detenemos. La mayoría dice que hay que pensar a futuro pero, ¿y si no da chance? nos dejamos llevar por lo que sentimos, por lo que creemos que es correcto y seguimos.

Errar es de humanos y nuestras vidas siempre estará llena de buenas o malas decisiones, solo hay que vivir y asumir.