Lujos del sol.

in #spanish4 years ago (edited)

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Javier solo llevaba en el estómago el café que nunca le había gustado.

Simplemente seguía tomándolo cada mañana, ya ignorando completamente si tenía la temperatura más adecuada para saborearlo sin quemarse o sin arrugar el rostro, como su abuela al devolverle una taza mal preparada durante su juventud.

"Naciste con las manos pesadas. Eso se arregla, pero no se termina de afianzar si no le pones cariño"

Su vida austera le ayudaba constantemente a desarrollar toda clase de artimañas para tratar de reducir al mínimo las infinitas necesidades que usualmente tienen las personas de las grandes ciudades.

Al despertar, recordó las compras de la semana pasada e inmediatamente se dijo que tendría que llevar más dinero que el mes pasado. Gloria, ya no tan adormecida debido al alboroto, vió el reloj y recordó que ya no lo vería hasta algo después de las cuatro de la tarde.

-Tú...te quedaste dormido...

La oración rebota de forma incómoda dentro de la habitación hasta reventarle la sienes anestesiadas por el sueño.

Después de un resoplo incómodo se escucha por respuesta la llave abierta de un grifo. El sonido seco del cepillo frotando los dientes. Gárgaras grotescas como solo las hacía Javier y el climax de todo el ruidoso proceso vertido en un escupitajo sonoro. Se abre la puerta del baño y asciende de las cavernas un promontorio de huesos resquebrajados.

-¿A qué hora se supone que debía salir?

-Javier ya es tarde, cuando llegues la cola estará cruzando la piñatería de la esquina.

-Pero si el sol saldrá como en dos horas.

-Mi amor, la gente no se puede dar el mismo lujo.

-Sí pueden.

-Bueno Javier. Ni tú ni yo podemos entonces ¿Seguimos jugando?

Gloria se fastidia, le pide hostilmente que le traiga un vaso de agua mientras saca la pastilla para el dolor de cabeza. Llega el vaso de agua fría y su esposo enciende la luz amarillenta del armario. Gloria se asusta al recordar el pequeño temblor que tiró de la pared una foto de Javier recién graduado de la universidad, dibujándose sobre el vidrio del portarretrato la tela de una araña de cristal. No es que huyera constantemente del número trece o le tuviera fobia a los gatos negros, pero un retrato roto siempre dictaba mal augurio.

-¿Comiste algo?

-Solo tomé el viejo café de palo.

-Come algo, vas a estar todo un día aguantando sol en ese lugar.

-Yo ya he ido así antes, y siempre tienes esposo para la noche.

Gloria resopla como una yegua furiosa sin dar su brazo a torcer.

-Lo que regresa a mi cama es el hombre invisible, pura carne molida, una gelatina. Y por la noche lo que tengo es la cuarta parte tuya, el resto se lo come la calle Falcón.

Javier rezonga y sale del armario con unos cuantos billetes y "Robinson Crusoe" a la mano. Ordena el dinero de acuerdo a su valor y los dobla cuidadosamente para guardarlos en su cartera.

-Esa vaina de los retratos rotos es mentira, Gloria.

-¿Cómo saberlo? te veo demasiado confiado.

-La suegra se ha caído como quinientas veces de la pared, y sigue en pie, más fuerte que nunca.

Ella ríe, pero se traga la risa por orgullo. Él, retira los billetes más sucios de la cartera y los guarda sin mucho cuidado en el bolsillo del jean. Mira de reojo a su esposa, soltando como simple aclaratoria una frase escuchada en todos los rincones de su país:

-Aquí lo que mata es tratar de vivir decentemente.

Javier abre el libro y guarda entre sus páginas la tarjeta con el número de contrato de la empresa de Gas. Se detiene al abrir la puerta. Comprueba que no le falte nada y se palpa todos los bolsillos para después decir soberbiamente:

-Cuando vuelva, te mostraré cuán hombre es tu esposo aún con sólo una cuarta parte, bonita.

Gloria alza los brazos con la sola rapidez que ofrece un cuerpo entumecido en la mañana, sólo para después bajarlos con decepción y escepticismo:

-Yo...sólo creo en las cosas que veo.

Una risa etérea se expande, si bien pequeña lo suficientemente fuerte como para alcanzar a diluírse en los oídos de Gloria. La Gloria escéptica. La Gloria decepcionada. La Gloria tristona embelesada en los retazos de un pasado glorioso que dudaba volver a experimentar.

Javier, quien ya no era "el gordo" sino un ordinario saco de huesos gruesos entre otros esqueletos andantes, comprende y asiente con la sola resignación que un país en crisis sabe enseñar a ejercer con todo el derecho del mundo:

-Yo también, Gloria.

Javier se va. Atraviesa la cocina-comedor y recoge sus lentes de la mesita en la sala. Gira la llave dos veces y revisa la puerta de la entrada, sacudiéndola con la suficiente violencia como para irse con calma.

Lo útimo que escuchó fue a Gloria rezongando de forma aireada:

  • Una cuarta parte de ti no basta para contentarme, pendejo.

Resignación.

Impotencia.

Nostalgia y pasado.

Javier y Gloria han aprendido a vivir y soportar la vida austera que arrastran como un perro a un parásito eterno e inalcanzable, pero nunca se han acostumbrado a ello. Sobre todo si lo único que se lleva es café, y más aún si es el café de palo. Y ya ni eso, porque hasta el sol se levanta dos horas más tarde que nosotros.

Fotografia por @angelg.fotografia (Instagram)

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