Sopa de costillas
Me agrada visitar la casa de mis padres. Mi mamá siempre me recibía con holgura y mano suelta, no importaba la hora en que yo llegara, siempre me decía: ¿ya comiste?. Raramente rechazaba yo esa oferta, incluso si ya había comido, yo siempre quería sentarme en la mesa y compartir con mis hermanos.
Vinieron tiempos de apretura, pero incluso en esos tiempos, en la casa de mis padres, se respiraba abundancia y holgura (Melman, todo está en la mente).
Se me dañó el carro, me separé de mi familia, me fui lejos, muy lejos, como la mamá de Marco. Al tiempo regresé para redescubrir lo extraordinario de estar en la casa de mis padres. Me llegaron a detectar subidas de tensión peligrosas, pero en ese sitio yo me sentía feliz, seguro que ese tensiómetro estaba defectuoso...
Pero el deterioro de la situación ha sido indetenible, casi que ya no podemos ir a casa de mis padres sin avisar, por razón de la comida. En estos días fuimos para allá, pero mi hermano Freddy llevó unas costillas y casabe para una sopa en el almuerzo y yo llevé un arroz y unos granos para la cena. Así compartimos, una vez más, la mesa en casa de mis padres.
Comparto fotos de ese día:
Perla posa en la mesa
Creo que ella tiene un poquito de hambre
Carita de "Ahí por fin viene la mía"
Perla come lo que le pongan
Ella no es mala-boca
No a todos los niños les gusta la sopa
Y eso que estaba buena la sopa
¿Qué digo buena? ¡Buenísima!
Espectacular...
El postre: Pan con juguito de tamarindo del patio