Muchos lo deseaban, clamaban su nombre en silencio, deliraban pensando en el néctar de su piel y en su son, sus maneras. Deseaban que esos ojos café, adornados con grandes pestañas arqueadas, los miraran con la expectativa de algo mágico. Anhelaban que su boca mordiera y besara sus cuerpos, además que salivara con tan solo recordarlo. Querían que esa voz pronunciara su nombre y que su dulce susurro les acariciara los oídos. Soñaban con sus manos cálidas tocando su figura, descubriendo el relieve oculto a la vista. Realmente querían sentir la fuerza de fricción ocasionada por las caricias de él, fuesen salvajes o delicadas. Probablemente imaginaban el peso de ese hombre sobre ellos, impidiéndoles respirar tranquilamente. De todas formas, él ya les producía taquicardia; cuando estaba cerca sentían que su corazón explotaría y él lo notaría. Las féminas partidarias de las cosquillas sensuales, fantaseaban con verlo entre sus muslos. El vello facial movería su campana oculta cerca de la gruta, mientras su lengua exploraría esta última, causándoles intensos alaridos de placer.

Sin embargo, él me deseaba a mi. No a ellos, a mí. La amable amiga risueña. La que se adaptaba para pasarla bien en cualquier situación, la que no cayó bajo sus encantos en el primer momento. Añoraba mis dedos sobre su cabello ensortijado y sobre sus brazos, se sentía en paz en mi regazo. Me brindaba esa mirada pasional mientras hablábamos; veía constantemente mis movimientos: mi silueta a lo lejos y mis labios de cerca. Se encendía en los momentos en que estábamos cómodos en el sofá y allí nuestras conversaciones se daban entre murmullos. Toda la habitación se calentaba con su fuego. Tras el primer beso, enloqueció de lujuria, se convirtió en una bestia imparable (hasta que desapareció).

Mientras estuvo conmigo no sabía lo codiciado que era. Yo ignoraba profundamente al entorno, cegada de tantos arrebatos tiernos y salvajes. Al pasar el tiempo veo la situación con otra perspectiva, eso es lo interesante de los recuerdos. Navegué sin trazar un rumbo definido, entre aguas traicioneras y vientos huracanados siguiendo una ilusión, esperando ver un arcoiris que iluminara mis días sombríos. Surqué las olas de sus cabellos guiada por la luz de sus ojos, motivada con la promesa de sus labios.

Durante mi empresa, observé diversos restos de barcos y náufragos, pero no podía ayudarlos. Él controlaba ese lugar y ellos estaban extasiados bebiendo el agua de su ser, la locura los invadió después del primer sorbo. No tenían escapatoria, a menos que él los dejara irse. Pero tal cosa no pasaba a menudo, pues él ignoraba su grandeza, su exuberante magnetismo. De hecho, proclamaba estar solo cuando me topé con él y me atrajo con gusto hacia sus abismos submarinos, tal como lo haría una sirena. Quizás él lo sea, pues me arrulló con su melodiosa voz, distrayéndome del peligro inminente. Ahora vago por sus recuerdos, contemplando el azul profundo, esperando que surja de nuevo de entre las aguas para llevarme con él.