Mueven sus hierros una y otra vez,
sus manos siguen firmes
aunque suden sangre por la piel,
si sus miradas mataran ambos morirían de inmediato.

Alrededor de ellos solo el polvo queda,
las espadas dañadas ya de nada sirven para pelear,
cada quien se mide para el puño acertar,
entre los puños, el sudor y las heridas abiertas,
pareciera que lloviera sangre en derredor de ellos.

Con los cuerpos exhaustos,
pero con la voluntad intacta de odio,
crece en ellos mayores ganas de seguir peleando,
el espíritu de pelea que al dios Marte tanto le han orado.

Un último golpe para dar,
ya saben que uno de ellos morirá,
analizan cómo ser el que con vida quedará,
un movimiento en falso y uno de ellos recuerdo será.

Con gran fuerza se lanzan con los puños cerrados,
es inevitable, ninguno de ellos se puede esquivar,
reciben la envestida con la fuerza de caballos,
con la fuerza de un rayo quedó inconsciente este par,
van cayendo lentamente al suelo en un silencio macabro,
dos cuerpos que nadie recordará, porque ahora polvo serán.