Tierra sin ley. Año 2018. Mi nombre poco importa.
Sobrevivimos de alguna manera a la colonización. Nuestro mundo es ahora dominado por bestias. Nos escondemos entre las sombras. Condenados a la guerra. Somos insurgentes, insurgentes del insilio. El pasar de los días es indiferente para nosotros, solo importa seguir respirando, solo importa el ahora.
Quedamos pocos. La mayoría fueron devorados por las bestias, otros se alistaron en las filas del enemigo… traidores. Un porcentaje bastante bajo de los sobrevivientes salieron hace años en búsqueda de vida, jamás fueron vistos de nuevo. El resto somos nosotros.
Nuestros refugios son débiles. El fuego arde sin parar desde el inicio. Después de años en esta miserable guerra, el desgaste se hace notar. No tenemos suficientes suministros, cada día se lucha por encontrarlos al costo que sea. Aunque parezca increíble, aquí estamos de pie, ante la devastación.
Al salir de nuestras cuevas debemos cuidarnos muy bien, solo se tiene una oportunidad. Lo que una vez fue nuestro ‘’paraíso’’ hoy es un valle gris, donde la oscuridad de la noche permanece durante el día. Las bestias asechan todo el tiempo, no duermen, no descansan.
De vez en cuando podemos reunirnos un grupo de guerreros para llevar a cabo algún ataque. Nos ponemos al ruedo nuestro uniforme de dignidad, cargamos y soltamos el seguro de nuestros instrumentos, llevamos cocteles de razón por si llegamos a necesitarlos. Organizamos la emboscada, nos ponemos las máscaras de creatividad que nos permiten respirar cuando estamos fuera de los refugios. Al estar listos todo lo demás es muy intuitivo, aunque nuestras balas de justicia y verdad nunca fueron muy efectivas contra la coraza de maldad y apatía que llevan por piel.
Fuente
Las horribles criaturas merodean nuestras calles. Intimidan a cualquiera. Su olor a muerte, es más repugnante que cualquier cosa que pudiera ocasionarte el vómito. La falta de cerebro los hace esclavos de sus impulsos, títeres entrenados para la matanza, sus objetivo no es más que la destrucción, como si les ocasionara cierto placer. Lo único que nos comunica a nosotros los insurgentes, es una red de caminos deficientes a los cuales tenemos limitado el acceso, por lo cual en estos últimos días hemos tenido que inventarnos mil y un formas de comunicarnos.
Nos mantiene vivos el espíritu de lucha, nuestra gente que nos espera en los escondites, quienes han confiado su futuro a nosotros. Somos insurgentes, somos parte de la resistencia que a duras penas logra mantener una delgada línea entre las bestias y los nuestros. El miedo se esparce por las alcantarillas. No es un sitio para débiles. A veces los más fuertes del grupo también caen. Las bajas aumentan su número día a día, charcos y charcos de sangre impermeabilizan en el asfalto, víctimas de un odio sin sentido. Seguir con vida siempre sera más que una victoria. Últimamente se corre mucho el rumor de que los demás puntos de resistencia están cayendo uno a uno. ¿Cómo se puede ganar esta guerra? Seguiremos defendiendo nuestro ideal de ser hombres libres, seguiremos haciendo choque con nuestros escudos de arte, guardando silencio y atacando cuando se tenga la oportunidad.
Como dije al principio, en esta guerra que no te da respiro poco importa el mañana, importa el ahora, mantenernos con vida minuto a minuto comiendo cuando se pueda, entrenándonos para el combate y manteniendo la frente en alto hasta que llegue el día en que podamos vencer a las bestias.
Somos insurgentes silentes, nos movemos rápido. Nada nos detiene. Caminamos entre las bestias, esperamos en las tinieblas el momento perfecto. Solo se tiene una oportunidad.
Somos insurgentes.
Por: José Alexander Monagas Díaz.
@akexander
