Capítulo 42 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #spanish6 years ago

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De solo imaginar que Ezra tendría que dividirse el alma entre su hijo o yo, me hizo dar un paso al paraguas que reposaba junto al perchero. Lo sostuve en mi mano y le di una última mirada al hombre que amaba y nunca logró ser mío en su totalidad.

—No necesito que él escoja —emití y abrí la puerta—. Yo me voy.
Cuando mi cuerpo recibió una brisa helada, escuché de nuevo la voz de Skyler.
—Adiós, resbalada.
No le permití que me ofendiera aún más, así que salí al pórtico, abrí el paraguas y caminé bajo lluvia a la entrada. Sentí las gotas que arrastraba la lluvia mojar mis brazos y rostro, a medida que me acercaba a la reja. Caminé sobre el lodo, las flores muertas y un rastro de mentiras que me condujeron a alejarme de él. Cuando estaba cerca de la reja negra de los Eastwood, escuché un chapoteo y una voz que reconocería sin mirar.
—¡Andrea, Andrea, espera! —gritó.
No me detuve hasta sentir la mano de Ezra tirar de mi codo. Él resbaló sobre el lodo y se detuvo junto a mí, bajo el paraguas de su esposa. Miré a mi derecha y observé el cuerpo de Skyler en la puerta, con los brazos a ambos lados de su cuerpo y una mirada de odio. Yo no le pedí a Ezra que me siguiera bajo la lluvia o tirara de mi codo para detenerme. Él me siguió por sí solo, porque le nació, no porque se lo pidiera.
—Andrea —llamó mi nombre y mi alma se sacudió.
—¿Qué quieres?
—Explicarte lo sucedido —replicó y tragó.
Observé de nuevo a su esposa en la puerta y sentí un dolor emerger a mi boca. Las palabras que diría causarían un gran daño, romperían de nuevo su corazón y nos separaría una vez más. Estaba cansada de repetir una y otra vez la misma historia. Desde el 2015 cuando nos conocimos, nos despedimos reiteradas veces, cada una por algo distinto. ¿Hasta cuándo sufriríamos por amor? ¿Hasta cuándo dejarías que otro ganara? Dos preguntas que se respondieron solas al final, cuando la última carta salió.
Al regresar al mirada a Ezra y observar ese boyante amor en sus ojos, junto a un ahogo en la garganta, formulé cuatro preguntas que él no supo responder. Necesitaba conocer por qué su esposa aparecía de pronto en el rancho, después de que él mismo me dijo que su matrimonio no marchaba bien y su esposa no quería tener hijos. Ezra fue sincero conmigo, por lo que ese secreto me aturdía.
—¿Qué vas a explicarme? —inquirí—. ¿Qué dejaste a tu esposa embarazada para estar conmigo? ¿Qué no sabías que serías padre? ¿O que lamentas lo sucedido?
Ezra sujetó con mayor fuerza el paraguas y la brisa alborotó su cabello. Si tocaba su mejilla la sentiría fría, igual que sus labios o sus manos. Si tocaba su corazón sentiría unos rítmicos latidos de susto y desilusión. Si tocaba su alma, sabría que preferiría morir a quedarse con esa mujer. Podía tocarlo físicamente, estábamos a centímetros, pero eso no era posible con su esposa a veinte metros de nosotros, con la mirada en él.
—Es cierto que no debimos tener esto, pero no me arrepiento.
¿Arrepentimientos? De eso estaba atiborrada, sin embargo ninguno de ellos incluía a Ezra. Desde Nicholas Eastwood, me arrepentí de tantas cosas, que a final de cuentas no disfruté los buenos momentos. Creí que cada situación que terminó mal era un error, cuando la realidad fue que se convirtió en una lección de vida. Tropezamos tantas veces, nos equivocamos en demasía, y aprendimos que el amor nunca será sencillo. Y cuando ese sentimiento llega a ser sencillo, resulta que no es amor; es conformismo.
—Debes volver con tu esposa… y tu hijo. —Ahogué las lágrimas que picaban mis ojos y bajé la sombrilla; casi podía rozarme el cabello con ella—. Tendrás todo lo que siempre quisiste, Ezra. Ahora solo debes seguir adelante.
—No puedo seguir adelante, no quiero hacerlo. —Se acercó a mí y rozó mi meñique—. Eres mi todo. Por favor, Andrea, déjame solucionarlo. Solo dame tiempo.
Nada me habría fascinado más que darle el tiempo que necesitaba. Si él me hubiese pedido unos meses para solucionar su divorcio o concluir algún trámite, encantada le daba todo el que necesitara. El problema allí era que no necesitaba tiempo para divorciarse, sino para alejarse de la madre de su hijo. Y sí, sabía que podía tener un hijo con ella y no quererla, pero no quería que ese sufriera igual que lo hizo Samantha.
Mi hija no podía verme, me extrañaba muchísimo, y todo porque su padre no quería que estuviese conmigo. No quería que Ezra pasara por lo mismo que yo, que sintiera un corazón roto porque no podía estar con su hijo. Quizá no la amaba… Reiteraba, no la amaba, pero de allí a desligarse de su hijo, eran cosas diferentes. Yo quería que él viviera cada una de las etapas del embarazado, desde escuchar el corazón por primera vez, hasta acompañarla en el parto y ver por primera vez a esa criaturita en sus brazos.
Por esa y muchas razones, él debía quedarse con ella.
—¿Tiempo? —Repetí—. Tiempo es lo que no tenemos. Ambos sabíamos que esta utopía terminaría. Sí, fue hermoso, pero es tiempo de pisar tierra. No hay opciones viables o algo que nos indique lo contrario. Al parecer tenemos el destino marcado.
A Ezra no le importó el rostro de constipación de su esposa en el rancho, cuando apretó mi mano y entrelazó nuestros dedos por encima de la maleta. Yo no lo separé. Quería sentirlo conmigo hasta el último segundo, cuando ese maldito secreto que ninguno conocía, nos separó por un corto tiempo. Los ojos de Ezra se llenaron de lágrimas y una de ella se resbaló por su mejilla. Quería tanto quitar esa lágrima de su mejilla, que moví mi cuerpo adelante e intenté hacerlo, pero mi mente no me dejó.
Él la limpió con su mano libre y carraspeó su garganta.
—No acepto este destino.
—Es el que tenemos —susurré—. Ahora vete. Ella te dará todo lo que yo no pude.
—Yo lo quiero contigo, no con ella.
Solté sus dedos de entre los míos y di un paso a la salida. Él volvió a sujetarme del codo y detuvo mis pasos. Miré atrás una vez más y noté las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Moría por abrazarlo y decirle que nos fugáramos lejos, donde nadie nos encontrara. Moría por quitarle esa tristeza de la mirada con un beso, o abrazarlo hasta que mis brazos dolieran. En su lugar, quité su mano de mi brazo y di un paso adelante, a la salida, como tantas veces lo hice por una razón diferente.
—Déjame ir. Debes dejarme ir. —Él volvió a sujetarme—. Suéltame.
Él dio un paso y acercó su cuerpo al mío. De nuevo me tocó, esa vez en la mejilla. Cerró su paraguas, arrastró sus dedos por detrás de mí oreja y se aferró a mi cuello. Su cabello se llenó de gotas, su camisa se empapó y la lluvia corrió por su rostro. Subí mi paraguas para cubrirlo y él lo alejó. En sus ojos surgió de nuevo el fuego abrazador de la verdad. Llevaba años sin ver ese fuego en su mirada y la opresión en la mandíbula.
—He tenido miedo toda mi vida, Andrea. Miedo a fracasar, a morir o a quedarme solo. Pero ningún miedo se asemeja al que tengo si te pierdo. Ya lo hice dos vez; una tercera no lo soportaré. —Acercó su rostro al mío y rozó mi nariz—. Y de nuevo estamos aquí, bajo la lluvia, rogándote que no me dejes. ¿Hasta cuándo vamos hacerlo?
Me dejé llevar por ese sentimiento que hacía latir mi corazón. Él rozó mis labios, levemente. Podía besarla allí mismo, frente a sus esposa, y batirle en el rostro que él era mío, que Ezra me pertenecía. Me habría encantado besarlo apasionado, bajo la lluvia, que nuestras lenguas se enredaran y el oxígeno abandonara mis pulmones. Eran tantas las cosas que quería hacer, que al final no hice ninguna.
Cuando Ezra pulsó mis labios con los suyos y sentí el comienzo de un beso, me alejé. El paraguas era lo bastante grande para evitar que su esposa mirara lo que sucedía bajo él, sin embargo, esa mujer que se acostó con Ezra más de diez veces en dos días, no era la que estaba bajo la lluvia. El saber que tenía un hijo en camino, me cambió la vida para siempre. La esperanza de irnos juntos a otro lugar, se desvaneció.
—Hasta hoy. —Me quité de su lado—. Este es el adiós definitivo.
Él me suplicó que no me alejara como el resto de las veces, que le diera una oportunidad a nuestro destino. Estuve tentada a acceder, subir a su camioneta y pedirle que me llevara a alguna parte lejos de todos. ¡Dios mío! No podía sacarme esa idea de la cabeza. Parecía un maldito disco rayado. Era frustrante sentir tantas cosas por una misma persona, y no poder estar con ella porque el destino así no lo quería.
Cuando Ezra entendió que no accedería a darle tiempo al tiempo, dio un paso fuera del paraguas y hurgó en el bolsillo de su chaqueta. Cuando sacó la mano, la mantuvo empuñada. Me quitó la maleta de la mano izquierda y por la misma colocó algo en mi mano. La mantuvo empuñada para que no viera su interior. Tras unos segundos, me soltó para que alzara su regalo ante mis ojos y viera de qué se trataba.
—Es un trébol de cuatro hojas. Son tan escasos y difíciles de encontrar, que tienden a traer buena suerte. —Era una fina y hermosa cadena de oro, con un trébol pequeño como dije, justo en el centro—. Tú eres mi trébol de la suerte, Andrea. Cuando estamos juntos cosas malas sucedan, lo sé, pero sigues siendo mi suerte. Eres mi trébol desde esa noche en el Álamo, con tu franela de tirantes y esa sonrisa que me enamoró.
Una lágrima se resbaló por mi mejilla y un nudo se formó en mi garganta. Era hermoso el obsequio de Ezra. Era la tercera cosa que me regalaba. La primera fue la camisa que usé tras salir de la cabaña. La segunda fue una silla de montar, junto a la camisa que usó el día que me conoció, y ese último fue un hermoso dije de trébol. A medida que el tiempo pasaba, más importantes se volvían los regalos.
Lo mantuve en mi mano, antes de meterlo en el bolsillo de mi chaqueta y hurgar en el otro. Mientras recogía mis cosas, escribí algo para él, y fue el momento ideal de entregárselo. Ezra era todo lo que yo quería, todo lo que deseaba. Se convirtió en una parte esencial de mi vida, mi futuro, mi entorno. Estuve doce años con el maldito anhelo de volverlo a ver. Y cuando el destino nos unió, en un pestañeo nos separó.
—También tengo algo para ti —mascullé.
Extraje el papel que escribí con anterioridad y lo inserté en el bolsillo de su camisa.
—Es la dirección de mi apartamento en Nueva York —pronuncié—. Quisiera conocer a tu hijo algún día, así que si quieres llevarlo, estaré encantada de recibirte.
Quité la maleta de su mano y atravesé la reja. Caminé sin mirar atrás, sin despedirme, hasta llegar al inicio del asfalto. Escuché los pasos de Ezra seguirme hasta la calle, perdidos de la vista de su esposa. Esa vez me detuve sola, con los pies y la parte baja del pantalón empapado. Ezra no volvió abrir su paraguas y esa ropa mojada le provocaría un resfriado. Verlo así sacó la mamá osa en mi interior.
—¿Por qué me haces esto? ¿Por qué de nuevo me dices adiós?
—Es lo único que sé decirte. —Coloqué la maleta en el asfalto, sobre una corriente de agua que caía por la pendiente de su entrada—. Eso y que te amo con todo mí ser, es lo único que siempre te diré. Así somos, Ezra, ambos lo sabemos.
—Quédate conmigo. Por favor.
Acerqué su cuerpo al mío y lo envolví con mi brazo libre. Ezra apretó mi espalda y hundió su rostro en mi cuello. Me tragué una vez más esas lágrimas que escocían mis ojos y ese dolor que provocaba la despedida. Él me traspasó la humedad de su ropa, las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas y ese temblor en el labio inferior. Entre ese adiós que ninguno quería y la lluvia, temblamos abrazados.
Cuando me alejé, él bajó el rostro y yo besé su frente. Cerré los ojos al sentir lo frío de su piel bajo mis labios y ese fino cabello entre mi mano. ¿Por qué todo era tan injusto? ¿Por qué sentía que alguien nos maldijo? Ninguna persona soportaba tantas desgracias, una tras otra, sin explicación alguna. ¿El destino nos ponía a prueba? ¿Hasta qué punto lo haría si así fuera? Ya no podía más. Me rendí. No volví a intentarlo.
Elevé su mentón con mi dedo índice y fijé la mirada en sus entristecidos ojos verdes.
—Sé feliz, Ezra Wilde. Sé todo lo feliz que Nicholas Eastwood no pudo. —Bajé la mirada a sus manos y sentí mi corazón romperse—. Es todo lo que puedo desearte.
Se podría decir que aprendimos a despedirnos. Una de las tantas veces lo hicimos enojados. La siguiente fue desgarradora en ese avión, cuando me forcé a negarlo para curarme las heridas e intentar olvidarlo. La siguiente despedida fue aún más dolorosa, cuando me alejaron de él para llevarlo a prisión. ¿Y la última? Bueno, esa mató la pequeña porción de Andrea que aún quedaba. Ya no sabía qué era ni lo que sería.
—Hasta que nos volvamos a encontrar, vaquero.
Ezra negó y frunció el ceño, antes de sujetar mi cuello y unir sus labios a los míos. De la sorpresa solté la maleta, cuando su brazo me rodeó la espalda y me apresó a su cuerpo. Me resistí, segundos antes de soltar el paraguas y hundir los dedos en su cabello mojado. Fue un beso eléctrico, apasionado. Su brazo quería adherirme a su cuerpo como una calcomanía, a medida que su lengua se enredaba con la mía.
Grabé en mi memoria cada segundo de ese beso, hasta que terminó. Rozó mi nariz con la suya y sentí la lluvia helada entrar en mi boca. Temblé en sus brazos, como tantas veces lo hice de placer. Nuestra historia fue perfectamente macabra, desde el instante que nos conocimos. Mirándolo a los ojos, entendí que escribimos nuestra historia sobre los fríos cuerpos de aquellos que perdimos, y con letras sangrantes.
Recogí mis cosas y di media vuelta. Respiré profundo y comencé a caminar, cuando esa gruesa voz que jamás olvidaría, se despidió una vez más.
—Hasta que nos volvamos a ver, taheña —susurró.

Sort:  

ODIO A SKYLER.

Sufro demasiado cada vez que se separan, no importa que esté marcado que se volverán a ver.
Bueno, ahora sólo me queda esperar a ver la reacción de Skyperra ante la acción de Ezra y eso será algo que disfrutaré mucho 😍

Prepárate para conocer a la Esme loca que quiere la siguiente actualización :v

Te amo, Aime, gracias por hacerme llorar xD

PD. ODIO A SKYLER

Yo te amo más ♥
Y apuesto a que bailarás sobre la sangre de los culpables.

Espero que Steven no meta ni las manos, no debería hacerlo

Hacia como mes y medio no lloraba con esta historia; definitivamente la vida es difícil, y más cuando hay tanto enemigo por todo lado. tengo el corazón encogido por ver tanto sufrimiento para estas dos marionetas de seres sin escrúpulos, corazón y sentimientos pero que poseen gran obsesión, maldad, odio y sed de venganza en su corazón, Algún día todas las verdades saldrán a la luz y esa maldita SKYPERRA-ZORRA-VAGABUNDA; pagara este dolor tan grande causado a nuestros chicos.
La vida es un boomeran y todo lo que haces se te devuelve.

por ahora guardare en mi memoria y me consolare con esta frase que robe:

"He tenido miedo toda mi vida, Andrea. Miedo a fracasar, a morir o a quedarme solo. Pero ningún miedo se asemeja al que tengo si te pierdo."

Aime.... Estoy llorando sufro mucho por sus despedidas pero me encantó que Ezra fuera a despedirse de ella sin importarle la perra de Skyler disfrute mucho esa actitud de Ezra hacia Andrea porque Skyler ya vio a quien ama y prefiere aún con todo y chamaco pronto tendrá su merecido Skyler lo espero con ansias

Fue demasiado emotiva llore a mares un amor como el del Vaquero y el de la taheña...
Esperando el gran final...
Un amor para inmortalizar...
Gracias por actualizar.

Como odio a esa perra!!!! Ya quiero ver que pasa cuando Ezra descubra la verdad . Cuanta tristeza!!! Cada despedida es más desgarradora 😢😢

Hay que joderse....... eso es amor, del bueno ni tiempo, ni problemas, ni malditos entenderán ese amor

Capitulo lleno de mucho sentimiento 😳😦😦😦
Me apreto el alma pero ya sabia que venia todo esto.

No no y no eso no es justo no lo acepto mi corazon colapzara 💔

Hay Dios,cuando va hacer el día en que ellos podrán ser felices, se lo merecen le han pasado tantas cosas😢😢

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