Capítulo 36 | Alma sacrificada [Parte 1]

in #spanish6 years ago

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Aunque la mayoría no lo creía, no siempre fui ese hombre que se bañaba en la sangre de los huérfanos o veía fantasmas en todas partes. Antes de terminar como esa bazofia de persona al que no le importaba acabar con una vida, —inocente o no—, fui un hombre que se esforzaba por hacer lo correcto y levantar el taller de su padre.

Siendo apenas un adolescente, mi padre enfermó de gravedad y me dejó a cargo de su taller. Todo lo que sabía se lo debía a él; desde la primera tuerca en la rueda, hasta desarmar y volver a armar un motor con los ojos cerrados. Después de su muerte, me refugié por completo en la grasa, las herramientas y todo lo que conllevaba reparar algo dañado. Me esforcé en ser mejor cada día, pero algo arruinó mi vida por completo.
Al enterarme de la muerte de Ellie, encontré un lugar seguro entre las ambiciones de una persona con mayor poder que yo mismo. Él me moldeó y me enseñó muchas cosas que no sabía. Maximiliano llegó un día en su auto de lujo y se presentó ante mí como el hombre que me ayudaría a vengar la muerte de Ellie. Creí en cada una de sus palabras, y terminé demandando a un hombre en la corte suprema de Charleston.
Maximiliano contrató el abogado, les pagó a los fiscales y consiguió moldear todo a su antojo, hasta que la sentencia se propició. Entre todo ese odio que sentía por el hombre que le quitó la vida a Ellie, surgió un alma pura que diría algo diferente a lo que yo pensaba. Andrea White entorpeció mis planes, y pasé de castigador a castigado. Ella logró, con una declaración, que colocaran la lupa sobre mí y me condenaran.
Estuve recluido en el mismo lugar que Nicholas, solo que yo contaba con una protección extra que Maximiliano siempre pagó por mí, pero con una condición: hacer la vida de Nicholas un puto infierno. Conseguí secuaces que harían lo que fuera para tener algo de droga y apagar su ansiedad. Ellos lo lastimaron y acabaron con su mejor amigo dentro de la cárcel, pero no lograron el primer objetivo: matarlo a él.
Dentro de esas cuatro inmensas paredes, perdí ese pequeño espacio de alma pura que aún conservaba. Allí aprendí que la vida era dura, que nada ganaría siendo buena persona y que el maldito dinero siempre gobernará el mundo. Me golpearon, me hicieron cosas que me atormentaron por días y me lastimaron el alma como nadie nunca lo hizo en toda mi vida; esas personas me empujaron a ser lo que después fui.
Gracias al cielo, Andrea cometió un error y terminé fuera de esa prisión después de un ataque que el mismo Maximiliano consiguió en la prisión. Salimos muchos, y nos escondimos como ratas durante largos años. Luego limpié mi sangre con la de alguien más y terminé con esa zozobra que sentía sobre mí cada vez que salía a la calle. Había días en los que no podía dormir por las pesadillas y la culpa siempre era suya.
Sentía envidia de Nicholas, porque él si lo superó y yo nunca pude hacerlo.
Solo estuvimos un año dentro de esas paredes, pero fue suficiente para no desear volver nunca más. Y sí, el camino que elegí una vez fuera de allí, no me llevaría al cielo, pero antes muerto que pisar de nuevo las malditas gramas de la cárcel. En parte me daba miedo pensar en que ese era mi futuro, pero luego entendía que si nunca me dejaba agarrar, todo estaría bien, aunque Clarice no estuviera de acuerdo.
Mi vida sin Clarice habría sido más vacía de lo que ya era, pero ella llegó con su encanto a deshacer todo lo alguna vez pensé era una parte importante de mí. Algunas veces deseaba abandonarlo todo y fugarme con ella, pero en el fondo sabía que eso no me haría feliz. Las pesadillas volverían, el dolor renacería y la persona que ella amaba moriría si al final no terminaba lo que años atrás inició en esa corte.
Solo lograría ser feliz con ella, cuando todo ese oscuro mundo que me rodeaba sucumbiera ante los placeres de una mente atormentada como la mía. Solo cuando Nicholas yaciera muerto en un féretro, Leonard Clarke haría de su vida un paraíso, pero mientras el maldito ser humano ese siguiera con vida, mi venganza no cesaría.
Llevábamos un par de días vigilando su casa, cuando lo vimos subir a su camioneta y salir de Memphis. Por medio del rastreador que uno de mis colegas había colocado en su auto, lo seguimos hasta Charleston. Tres de los muchachos se marcharon y lo siguieron de cerca, pero no habíamos tenido noticias en varias horas. Estaba cansado de dormir en un hotel y vigilar, pero me reconforta saber que pronto todo terminaría.
Nos alejamos de su casa y fuimos por una cerveza de despedida en el bar que frecuentamos durante esos días. Reed y Marcos se hicieron amigos del barista y Hayes ganó más de cinco partidas de pool. Fueron como unas vacaciones para ellos, mientras yo me enloquecía por saber qué demonios había ido hacer Nicholas a Charleston.
Coloqué los codos en la mesa y toqué mi mentón. El lugar se encontraba en el centro de la ciudad, y sentado en una mesa frente a los ventanales podía ver las personas que caminaban por la acera y los autos que pasaban a baja velocidad. Las luces brillaban con mayor intensidad sobre las pulidas mesas y la calvicie del hombre frente a mí.
Hayes jugaba una partida de pool con uno de los residentes de Memphis, mientras una cerveza fría se calentaba en nuestra mesa. Elevé mi pierna derecha y arrastré los dedos por mi cuero cabelludo, justo antes de que Marcos se desplomara en una de las sillas e ingiriera la cerveza que Hayes había comprado para él. Bebió media botella de un tirón y dejó el resto sobre el mismo círculo manchado sobre la mesa.
—¿No jugarás? Hoy es el último día en este pueblo que me congela el trasero.
—Estoy pensado —repliqué con la mirada en la botella.
Marcos cruzó las manos y recostó el peso en sus brazos. Una fina barba salpicaba su mentón, sus uñas estaban un poco largas y el cabello apenas se veía sobre su cabeza. Reed me había comentado que Marcos fue piloto de la armada muchos años atrás, pero se marchó cuando notó que los sus compañeros sabían sus inclinaciones sexuales. Habría sido todo un escándalo de haberse enterado el capitán.
—¿Cuál es el verdadero origen de ese odio que sientes por el hombre?
Reed me había preguntado eso mismo algún tiempo atrás, pero no fui del todo sincero con él. Ingerí un poco de cerveza, inhalé al aire atiborrado a cigarrillos y dejé que el sonido de las bolas sobre la mesa de pool englobara todo dentro del bar. Sentí el licor bajar por mi garganta y mis sentidos alertarse un poco, justo antes de responder.
—El odio radica en que él significa todo para una mujer que me metió en la cárcel, después de decirle a un juez que yo había dejado ir a mi ex novia en su auto defectuoso, y eso habrá provocado su muerte. —Miré a Marcos a los ojos y le contesté con sinceridad—. De allí radica mi odio. Si destruyo a Ezra Wilde, acabo con ella.
—¿No tiene otro punto débil? —inquirió antes de sujetar de nuevo la botella y terminarse la cerveza—. Este hombre tiene esposa. ¿Es esa mujer de quien hablas?
—No. La esposa es solo una mampara. Él ama a otra mujer —pronuncié—. Y sí, ella tiene un rojizo talón de Aquiles, pero ese será usado por Maximiliano, no por mí.
Ninguno de ellos conocía a Maximiliano o los planes que tenía con él, pero les había comentado que era un hombre de negocios y no era un ratón tan fácil de atacar. De Maximiliano aprendí a ser sigiloso y elaborar mis propios planes, sin depender de nadie más y con la inteligencia suficiente para no ser notados hasta el final.
—¿Qué tanto maquinas con ese tal Maximiliano?
—Todo —respondí—. Él y yo acabaremos con todo.
—¿Y qué gana él? —indagó con un leve movimiento de hombros.
—Matar a Ezra.
—¿Y no es lo que tú también quieres? —preguntó de nuevo, ante mis respuestas.
—Lo es. —Desvié la mirada de la mesa a él—. Veremos quien llega primero.
Marcos sentía cierto recelo de mí, podía verlo en sus ojos. No confiaba del todo en un hombre que acabó con gran parte de su estabilidad al sentirse intimidado por un policía que fue a hacer un par de preguntas algunos meses atrás. Marcos siempre decía que yo no era una persona estable emocionalmente y que podía cometer un error que acabaría con todo; confiaba más en el atolondrado de Zac que en mí.
Él se colocó de pie y regresó a la barra con Reed y Zac. Ellos eran como los tres mosqueteros a los que nadie enfrentaba en la ciudad, porque todo se movía cuando ellos querían y por quien ellos querían. Tuve suerte de entrar en su club de tres, pero lo que yo llamaba un toque de suerte, mi novia llamada una bofetada maldita. Al pensar en ella una sonrisa se deslizó en mi boca y un extraño sentimiento me invadió.
La extrañaba mucho, aun cuando la llamaba varias veces al día. Quería regresar con ella, pero espera las últimas órdenes de Reed. Bebí un poco más de cerveza y vi como el hombre calvo le ganaba el juego a Hayes y se retiraba con la cabeza entre las piernas. Le di un asentimiento de cabeza antes de levantarme y unirme a ellos en la barra.
—Debes regresar a tu casa, Leonard —escuché cuando dejaba la botella en la barra y colocaba los billetes junto a ella—. Tú novia debe estar preocupada por ti.
No sabía por qué me querían lejos, pero seguí sus órdenes.
—Sí —afirmé y asentí—. Pero quiero saber qué esta pasando en Charleston.
—Te mantendremos informado —articuló Hayes—. Ten buen viaje.
Les pregunté si no se marchaban conmigo, y contestaron que se quedarían un par de días más en el pueblo, o hasta que la nieve los corriera de allí. Siendo así, me despedí de ellos con un apretón de manos y quedamos en reunirnos pronto. Caminé hasta mi auto y fui por la maleta al hotel; pagué el costo de toda la estadía y abandoné la ciudad de Memphis por un corto tiempo. Sabía que regresaría para terminarlo todo.
Conducía sobre el límite de velocidad, cuando sentí una mano en mi pierna. Desvié unos segundos la mirada y noté a Ellie en el asiento del copiloto. Ella sonreía un poco y su cabello rubio caía sobre sus hombros. Bajo la luz del sol, lucía hermosa, con esa blusa azul y un short blanco tan corto que podía pasar por ropa interior. Me encantaba cuando se colocaba esa ropa y movía las piernas para seducirme.
—No te dirán nada —susurró en mi oído.
—¿De qué hablas?
—Se irán de Memphis y no harán nada por ti —respondió al pasar su mano por mi muslo y ascender como una escalera por mi estómago—. ¿Crees que eres el jefe, Leonard? Solo eres un peón más; lo fuiste de todos, comenzando por Maximiliano. Solo te llama para un trabajo sucio; no te toma en cuenta. Eres su lacayo más fiel.
Ellie hablaba en susurros, cercano a mi oído, mientras sus frías manos subían por mi camisa hasta mi cuello. Arrastró sus dedos por mi mandíbula y apreté el volante. Una parte de mí sabía que eso no era cierto, pero me gustaba tenerla cerca de mí. Podía sentirla recostarse en mis costillas y reposar su cabeza en mi hombro.
—Max y yo somos socios —continué la conversación cuando su cuerpo se alejó.
—¿Socios? Ese hombre lleva cien pasos delante de ti. —Lanzó su cabello hacia atrás y frotó sus muslos con ambas manos, antes de regresar a mi oído—. ¿No ves que ha maquinado todo a su antojo? Hasta a ti te maneja como un títere.
Ella cruzó sus piernas y elevó su brazo para acariciarme la mejilla, cuando la detuve en el aire. Regresé la mirada a la carretera y observé los autos que llevaba más adelante, antes de retornar la mirada a Ellie y notar la oscuridad en sus ojos; ya no eran del mismo color que años atrás, cuando me miraba con amor y todo era felicidad.
—¿Por qué mejor no te callas? —inquirí antes de soltar su brazo.
—Si quisieras que me callara, tomarías tu pastilla.
—No la necesito, estoy bien —afirmé al apretar el volante con ambas manos.
—Como quieras, bebé.
Estuvo conmigo algunos minutos más, antes de entrar por un túnel y perderla de vista. Ella despareció en la oscuridad del túnel y no apareció sino hasta llegar al garaje y continuar con su cháchara de ex novia resentida con la vida. Aparqué el auto en el garaje, subí las escaleras a la habitación y encontré a Clarice acostada boca abajo en mi cama, con las piernas alzadas y los codos afincados al colchón, ojeando una revista.
Ella elevó la mirada y saltó de la cama. Se abalanzó sobre mí, tiró la maleta al suelo y envolvió sus piernas a mí alrededor. Sentí el perfume en su cuello y su aliento en mi cuello. Me susurró en el oído que me extrañó demasiado, antes de apoderarse de mis labios y enloquecerme con su lengua. Alborotó mi cabello y me hizo tambalearme, cuando siguió una estela de besos por mi cuello y deslizó su lengua hasta mi oído.
—Te extrañé, cariño —articulé con mis manos en sus muslos y la mirada en las bolsas de chocolate en la cama—. Por lo visto te has divertido mucho en mi ausencia.
—No tanto. —Besó mis labios una vez más—. ¿Cómo te fue?
—Todo perfecto.
—¿Por qué te fuiste así sin despedirte?
—Porque no quería que te enteraras que va a matar a alguien —comentó Ellie.
Apareció de nuevo detrás de Clarice. Estaba acostada en la cama, con las piernas cruzadas y la misma revista que mi novia ojeaba, en sus manos. Ella enarcó una ceja y movió la cabeza para que le respondiera la pregunta a Clarice.
—No tuve tiempo de despedirme.
—Mentiroso —apuntó de nuevo al masticar un cliché.
—¿Tomaste tu medicamento?
—Claro.
—¿Y por eso me ves? —replicó Ellie de nuevo—. Ja. ¡Dile la verdad!
—¡Cállate! —gruñí al colmar mi paciencia.

Sort:  

Eso Leonard 💜😏 vas cada vez peor y así me gusta.

Me parece q este muchacho está cada día más locooooo.
Un loco manipulado x otro sicópata.

Me voy a quedar sin uñas de tanta ansiedad!!!! 😊😊

Esta bien loquito el Leonard por eso se va a morir viendo a ellie ella lo va a conducir a su propia muerte.

Va de mal en peor...si no fuera que quiere matar a Nicholas casi que le tendria un poco de lástima

¿Qué rayos está planeando Maximiliano? A Sam no se le toca ¬¬'
Como siempre, sigo confundida con Leonard. No sé si abrazarlo, golpearlo, temerle o sentir lástima por él -.-'

El loquito leonar

Las alucinaciones q tiene sólo lo impulsan a concluir con su venganza pero en el camino acabará con su cordura, con su novia y con su vida... Nada menos

Entre tantas vainas quedar loco ahora 😐

Esto no pinta un final feliz para leonardo me da pena con clarisa. espero tampoco para maximiliano ese merece una muerye agonica por zicopata .

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