Capítulo 35 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #spanish6 years ago

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Giró sobre sus talones y caminó hacia la salida, donde se encontraba una fila de autos y las personas comenzaban a despedirse. El homenaje había terminado y cada quien regresaba a sus hogares. Yo me quedé un rato más en el cementerio, en busca de la tumba de Nicholas. Caminé entre varias hileras, hasta encontrar su nombre sobre una lápida color ceniza que no tenía más que el año de su nacimiento y deceso.

Me agaché y deslicé mis dedos por su nombre, al tiempo que cerraba los ojos y recordaba ese momento, cuando murió Nicholas y Ezra nació. Por fuera podía ser un nuevo hombre, pero por dentro seguía siendo ese chiquillo del que me enamoré. Él me destruyó cada paradigma que forjé para las personas, y me otorgó nuevos propósitos de vida. Nicholas Eastwood fue mi segundo amor, pero se sintió igual que el primero.
Poco tiempo después, me marché del cementerio. Conduje de regreso al rancho y descargué las provisiones. Ezra había comprado de galletas dulces para arriba. Eran bolsas repletas de comida, como si fuésemos a quedarnos más de un par de días. El problema radicaba en el estado deplorable en el que se encontraba el rancho. Las luces eran lo único que funcionaban y se veían presentables para quedarnos allí.
Coloqué las manos en mi cintura y observé alrededor. Era un gran trabajo limpiar todas las áreas comunes, pero quedarme allí, cundido de suciedad, no era algo que deseaba hacer. Subí mi maleta al pasillo superior, saqué un par de pantalones y una blusa de tirantes, ajusté mi cabello con un sujetador y me quité todo la joyería. Me alisté por completo para empezar una profunda operación de limpieza en el rancho.
Dentro de las bolsas encontré lejía, jabón, desinfectante, cloro, pintura y barniz para la madera. Dentro de una de las habitaciones inferiores, encontré plumeros, algunos recipientes para el agua y un cepillo de limpieza. Comencé limpiando la cocina. Los estantes estaban llenos de telarañas y residuos de animales, así que lancé mucho jabón contra toda cosa, desde las paredes hasta el suelo que caminaba.
Continué por la sala, las escaleras, el baño inferior y la recepción, donde estaba la chimenea. Una vez que todo el piso inferior estuvo listo, descargué los víveres en la cocina, encendí el refrigerador y le añadí leña al fuego. Subí todas las cosas hasta las habitaciones y el pasillo de arriba. Arrastré todas las telarañas con el plumero y restregué el suelo con un paño. Comencé con la habitación de John y terminé con Ezra.
No moví ninguna cosa de valor, solo me limité a limpiar y dejar todo listo. Cuando terminé, mi espalda dolía y mis manos estaban enrojecidas. Moría de hambre, estaba sucia de pies a cabeza y necesitaba un baño urgente. Decidí bañarme y alistarme en la habitación de Ezra, así estaba más cerca de sus recuerdos. Me coloqué un pantalón, una blusa y unas botas, antes de bajar y preparar algo de comida.
Me senté a comer sola, esperando que Ezra diera alguna señal de vida. Cuando las seis de la tarde rayaron, estaba enloquecida por llamarlo y saber dónde estaba. Llevaba más de ocho horas desaparecido, si saber dónde estaba. Para calmar mis nervios, preparé un poco de café y me senté en una silla reclinable bajo el pórtico. Me mecí por lo que pareció una eternidad, hasta que vislumbré en la distancia, como él se acercaba.
Mi corazón volvió a latir al verlo acercarse, con las manos en sus bolsillos. Quería corre y abrazarlo, pero en su lugar me mantuve sentada en la silla, con el café entre mis manos y las piernas unidas. La brisa batía con fuerza, por lo que su chaqueta se elevaba un poco en cada paso que daba en mi dirección. Al final, subió los escalones y se sentó en la silla a mi lado; una que había sacado del rancho pensando en él.
La silla crujió bajo el peso de su cuerpo. Yo miré en su dirección y noté lo perdido de su mirada. No sabía si había comido, dónde estaba o por qué se había marchado durante tantas horas, pero lo importante era que estaba allí, de regreso, conmigo.
—No he dejado de pensar en cómo habría sido mi vida con un hijo. Creo que no estaría tan vacío como me siento ahora. —Frotó sus manos y rompió el silencio con esas dolorosas palabras—. Tú tienes a Samantha, pero yo estoy solo.
—Me tienes a mí —aseguré al entrelazar nuestras manos.
—No es cierto. Tú te irás en un par de días, y quizá pasen otros doce años para volvernos a ver. —Dirigió su mirada a mí; en ella había más que dolor por la noticia, era algo que no podía descifrar, hasta que él lo dijo—. Debo decirte algo antes de que todo esto se desvanezca una vez más. Fui a Nueva York a buscarte, pero no te encontré. Fue hace muchos años. Luego de eso perdí la esperanza de encontrarte, pero sucedió lo de Gresham. ¿Crees que esto sea obra del destino, que nos esta diciendo algo?
Elevé la taza y la coloqué en la ventana. No había pensado en eso tanto como él lo hizo, pero en parte tenía razón. Algo nos condujo de nuevo a encontrarnos; algo que aún no descifrábamos, pero que nos regresó un poco de felicidad.
—La verdad no sé qué sea —revelé—, pero me alegra haberte encontrado.
—Y a mí, aunque esto no dure. —Apretó mi mano y la condujo a sus labios, donde depositó un fuerte beso en la cima de ella—. Debo preguntarte algo. ¿Aún me amas?
¿Cómo podía responder, cuando en lo único que pensaba era en dejar de amarlo? Revelar que seguía sintiendo amor por él, era darle cabida a algo que no podía ser. Estábamos en caminos separados; caminos que nunca debieron cruzarse de nuevo. De todas formas, Ezra merecía conocer toda mi verdad, así que fui totalmente sincera.
—Desde que te conocí —afirmé con un fuerte pálpito en mi pecho.
—¿Ha habido alguien más?
—Sí. Pero solo para restarme soledad. No he amado a nadie como te amé a ti.
Él me mostró una sincera sonrisa y observó nuestros dedos entrelazados.
—Yo creí amar a mi esposa lo suficiente como para olvidarte, pero ahora entiendo que no es posible. Y no me malinterpretes, la quiero mucho, pero nunca será igual ni tendrá la misma intensidad. A ti te amé como nunca he amado a nadie.
—Y eso es más de lo que el vaquero del Álamo debería amar —repliqué sarcástica—. Es increíble cómo pasa el tiempo, pero algunas cosas continúan igual, como tú. Cuando te encontré en esa feria, lucías diferente al que esta sentado junto a mí.
—Quise regresar siendo yo mismo, y no ese otro hombre que falsifico.
Otra oleada de brisa azotó nuestros cuerpos. Froté mi brazo sobre el suéter y sentí el frío entrar por las rendijas del mismo. El cielo se había teñido de un gris oscuro, auspiciador de una fuerte tormenta. El aire olía a lluvia, a tierra mojada, a flores marchitas y al café que estaba cerca de mi nariz. Desvié la mirada a Ezra y lo encontré con sus ojos en el horizonte; seguía perdido, y no sabía si podía encontrarlo.
—¿No estás a gusto con tu vida? —inquirí algo más.
—Lo estaba, pero todo se ha desmoronado últimamente —respondió de inmediato, al quitar la mirada del horizonte y fijarla en mí—. Ya no sé si soy feliz, infeliz o no tengo sentimientos. Todo lo que creí era cierto, se esta destruyendo ante mis ojos, y no sé qué pueda pasar cuando regrese a mi hogar. Y tampoco sé si lo puedo llamar hogar. Es complicada mi vida ahora, pero luego llego aquí y me siento en casa, en mi hogar, como si todo hubiese sido un mal sueño. ¿Me explico?
—Sí. —Asentí y sonreí—. Mi vida tampoco es sencilla. Mi hija se va a Francia en dos semanas; quiere convertirse en bailarina profesional, y fue aceptada en la mejor escuela de danza. Me dejará sola por años. Tengo una demanda en un tribunal por agresión a una mujer que me ha robado periodistas y noticia de la revista. Y para culminar con broche de oro, mi esposo es un maldito acosador que no me deja en paz.
—¿Sigues casada con Maximiliano? —interrumpió—. Pensé que no.
—Lo estoy, pero nuestro matrimonio nunca fue consumado. Lo he demandado un millón de veces en estos últimos años, pero él juega sucio para retrasar el proceso. Lo bueno es que tengo una última audiencia en dos semanas, para finiquitarlo todo. —Solté un suspiro—. Al fin seré libre del hombre que me acosa hace años.
—¿A qué te refieres? —preguntó con el ceño fruncido.
—A que Maximiliano Hartnett es más de lo que debería ser.
Ezra no me exigió explicaciones, pero su mirada fue suficiente para sentirme confiada en contarle todo lo que había descubierto sobre él. La mirada atónita de él no se hizo esperar, al escuchar que Maximiliano había entrado sin permiso en mi pent-house, todas las fotografías que tenía sobre nosotros y ambos por separado, las investigaciones que Perla descubrió y todo es plan macabro que elaboró para que fuera suya a como diera lugar, sin importar las vidas que se llevaba por delante.
Ezra aprisionó su mano libre y apretó la mandíbula. Estaba realmente molesto por todo lo que Maximiliano había hecho, y eso sin mencionar que el hombre apenas comenzaba a quitarse la capa de niño bonito que siempre tuvo encima.
—¿Él planeó todo? —indagó enojado—. ¿Qué somos nosotros? ¿Títeres?
—No sé qué quiere, pero no es bueno. —Crucé las piernas—. Me siento paranoica todo el tiempo y temo por la vida de Samantha y por ti.
—Yo estaré bien, siempre he estado bien. No he notado nada raro en estos años, pero me mantendré alerta cuando regrese a Memphis. —Él descendió de nuevo la mirada a nuestras manos y emitió una coqueta sonrisa; esa misma que me enamoró desde que lo vi en la manga del Álamo—. Por ahora, tú y yo tenemos que comer.
—¿Qué tienes en mente?
—Hamburguesas. Hace meses que no como una, y muero de hambre.
—Suenas como un niño —mascullé al morder mis labios.
—En el interior lo sigo siendo. —Se levantó y tiró de mi brazo—. ¿Vamos?
Me habría gustado que se comiera lo que preparé, pero su idea me gustaba aún más. Así que sin detenerme a pensarlo, me levanté de la silla y le tendí las llaves del auto que colgaban de mis pantalones. Él las atrapó y unió nuestras manos todo el camino hasta el auto. Estaba muy cansada por todo el trabajo, pero no quería desperdiciar los momentos bonitos que tenía con él. Así me estuviese muriendo, él siempre me alegraba la vida.
Ezra condujo hasta un sitio bien pintoresco, donde nos servían las hamburguesas en mesas exteriores. Nos sentamos bajo un toldo de varios colores, con el nombre del lugar timbrado en medio de una hamburguesa enorme. Le pregunté cómo sabía de ese lugar, y me comentó que llevaba operando años, pero nunca pudo llevarme. Mi suéter no era suficiente para cubrirme del frío, así que él me prestó su chaqueta.
Tenía su olor y el calor de su cuerpo incrustada en la tela, por lo que casi me revolqué en ella como un perro sobre un cartón. Él pidió tres hamburguesas inmensas, de esas que parten por la mitad y la grasa se derrite en el pan. Eran monstruosas, de un tamaño exorbitante, con un relleno grotesco, pero lucía tan apetecible que se me hacía agua la boca. La chica que nos atendió, trajo la comida y dos batidos.
Al observar la cantidad increíble que Ezra se comería, mi estómago se escondió.
—¿Te comerás dos hamburguesas de ese tamaño? —inquirí anonadada.
—Son pequeñas.
—No —respondí en una carcajada—, no lo son.
Lo observé caerle a mordiscos de una manera que me perturbaba. Se comió media hamburguesa en menos de cinco minutos, mientras yo me limité a ver como ese hombre masticaba y tragaba. Usó sus modales, no comió como animal, pero su apetito era impresionante. Solo reía y masticaba mi hamburguesa, mientras él se atragantaba. Me comentó que no había comido nada en todo el día, pero no me reveló donde estaba.
Entre nosotros habían quedado varias cosas inconclusas, así que tras limpiar mis manos en la servilleta, dejé la hamburguesa sobre el plato y le hice una pregunta.
—¿Cómo murió Charles?
—Un accidente de tren —respondió después de tragar la comida en su boca—. Se desvió por una falla técnica, y chocó con otro que venía en su dirección. Fue instantáneo y perturbador. A veces pienso cómo habría sido saber sus últimos momentos.
—¿Con quién vive Alma?
—Con sus abuelos, pero pasa bastante tiempo conmigo. La tengo desde los tres años, así que lo es todo para mí. Es una niña impresionante, aunque ya no debería decirle niña, se molesta. Cree que es lo bastante adulta para decirme abuelo.
—Bueno, ya no tienes veintitrés.
—Tampoco ochenta —replicó con una sonrisa. ¡Cómo amaba verlo sonreír!
Me quedé mirándolo; observé el movimiento de sus labios al curvarse en una sonrisa, el brillo de sus ojos bajo las luces de la tienda, el sube y baja de su pecho bajo la camisa y la manera en la que él tampoco dejaba de mirarme. Me embobé tanto en su mirada, que Ezra movió su mano de un lado a otro y chasqueó sus dedos.
—¿Por qué mejor no te comes tu hamburguesa? —repliqué al regresar en sí.
—Y tú la tuya. Solo le has dado dos mordiscos.
—Soy recatada —emití con una sonrisa.
Seguí comiendo mi hamburguesa y bebí otro poco de malteada. La comida estaba divina, pero jamás me habría comido eso completo. Hice el esfuerzo, de verdad que me esforcé, pero cuando sentí que el botón de mi pantalón saldría volando, le indiqué a Ezra que no podía más. Él pidió un envoltorio para el resto, y la dejó a mi lado. Ezra se quedó mirándome fijamente, se inclinó sobre la mesa y acercó un dedo a mi boca.
—Tienes algo en… —comentó al quitar un residuo en la comisura de mi boca, tras mojar su dedo y limpiar un poco de salsa—. Listo.
—Sexy —mascullé para evitar incomodidades.
—Siempre —afirmó al guiñarme el ojo.
Él terminó de comerse esa abominación, pagó y me preguntó si quería caminar unos minutos y así bajábamos el peso de la comida. Hablamos mucho mientras caminábamos por el pueblo y veíamos los transeúntes, las tiendas iluminadas y sentíamos ese inmenso frío calar nuestros huesos. Ezra aseguró que si uníamos nuestras manos, el calor corporal nos ayudaría a seguir recorriendo las calles, y yo, obviamente, no me opuse.
Estábamos bromeando sobre algo sucedido en el pasado, cuando escuchamos música en uno de los sitios abiertos a esa hora. Era un salón de música para principiantes, en el que las personas entraban y eran instruidos por una mujer de cabello rubio, que les indicaba cómo debían sujetar a su pareja para bailar música clásica, blues y tango. Nos detuvimos en la puerta de vidrio a observarlos, hasta que Ezra rompió el silencio.
—Vamos a bailar.
—¿Qué? —tartamudeé con los ojos abiertos—. ¿Por qué?
—Alegrémonos un poco la vida.
Y así me arrastró hasta el salón, donde la mujer indicó que tomáramos a nuestras parejas, posáramos la mano de él en nuestra espalda y la nuestra en su hombro. Todo era una repetición matemática de uno y dos, tres y cuatro, hasta tener cada paso grabado en la cabeza. Nos movimos al compás, ya que Ezra había aprendido a bailar. Sentí su calor, escuché su risa y nos divertimos mucho con varias parejas ancianas.
—¿Quieres postre? —preguntó con su mirada en mis ojos.
—Estoy bien. Solo quiero acostarme y dormir. Estoy cansada.
—Bueno, eso tomará tiempo. Hay que limpiar las habitaciones.
Debí decirle que había hecho todo el trabajo, pero me gustaba la idea de sorprenderlo. Cuando la clase terminó, regresamos a la camioneta y Ezra manejó directo al rancho. Descendimos, recogí la taza de la ventana y entramos al lugar. Ezra quedó perplejo al ver la pulcritud que reinaba en el rancho. Todo estaba limpio, sin esas sábanas fantasmales que cubrían todo y con el aroma a desinfectante bailando en el aire.
—¿Bromeas? —Preguntó sin entender por qué lo hice—. ¿Limpiaste todo?
—Limpié lo importante. —Hundí mis hombros—. Nada quita más las tristezas que las ocupaciones. Limpié todo, hasta tu antigua habitación y la de tu padre.
—Estaba pensando que podría dormir en la de papá, y tú puedes quedarte en la mía.
Él besó mi mejilla como agradecimiento por la limpieza, y sentí mi corazón golpear con demasiado entusiasmo. Subimos las escaleras que daban a las habitaciones y cada quien se encerró en la suya para alistarse a dormir. Me di una ducha rápida para quitarme el humo de los autos en la calle y me coloqué ropa holgada para dormir. Me senté en la cama para colocarme algo de crema, cuando él tocó mi puerta.
—¿Ya vas a dormir? —preguntó del otro lado.
—Sí. ¿Por qué?
—Aún no tengo sueño.
—¿Quieres hablar? —indagué con una sonrisa en mis labios.
—Me gustaría.
—Entonces ven. —Toqué el otro lado de la cama cuando entró—. No muerdo.
Él entró como un niño cuando tiene una pesadilla y se desplomó a mi lado en la cama. Olía a jabón de baño y desodorante. Su cuerpo era más pequeño del que recordaba, pero seguía enloqueciéndome con el solo toque de sus manos. Terminé de colocarme crema en los brazos y regresé el frasco a la maleta.
—Mañana iré al cementerio —comentó—. Quiero llevarles flores a mis padres y a Charles. No me pude acercar hoy a su tumba, así que mañana hablaré con ellos.
—Cuando visito la tumba de papá, me siento en la grama y hablo con él. Es algo que nunca superas, aun al paso del tiempo. Todavía quisiera escuchar su voz o sentarme en la mesa a mirarlo. Lo extraño muchísimo, Ezra, desde el instante que se marchó.
—Son ausencias que nunca dejen de dolor; heridas que nunca cierran. —Miró sus manos y elevó la mirada a mi rostro—. ¿Tú qué harás? ¿Ya te irás?
—¿Quieres que me vaya?
—Lo que menos quiero es que te vayas, pero es tu decisión.
—Creo que… me iré cuando vendas el rancho —afirmé en un murmullo.
En ese momento pudimos habernos besado como antes, pero ese era un límite que no estábamos dispuestos a cruzar. Estábamos bien así, siendo amigos. Ezra tragó la saliva en su boca y miró la cama bajo la cual estábamos sentados.
—¿Sería incómodo si me quedo contigo esta noche? —preguntó.
Negué. Nos acostamos uno junto al otro, como tiempo atrás. Me estaba quedando dormida, cuando sentir sus labios en mi oído y un susurro que decía: te quiero, taheña.

Sort:  

AIIIIMEEEEEEE CREO QUE TE AMOOOO 😍💜 no puedo con tanto Dios mío, estoy llorando y al fin es de felicidad. Los amo, los adoro y ya quiero que sean felices por una vez en sus vidas. Cositas lindas y bien hechas :3 son tan perfectos que siento envidia de ellos, que ocurra por favor al menos un besito chiquitito pero que sea bien dado 💜 ya deseo leer el próximo capítulo de ellos 😭💔 los amo, en serio los amo demasiado, no sabes lo feliz que estoy. De hecho hasta estoy escribiendo esto con una sonrisa enorme, son tan hermosos que no me entra en la cabeza tanta perfección.

P.S. AHHH Y COMIEEEERON HAMBURGUESAS SANTO DIOS, UNA RAZÓN PARA AMARLOS MÁS :3

Enorme grito fangirl por ese final _

Amé este capítulo de principio a fin (a pesar de las lágrimas en la primera parte).
Espero que Ezra note que alguien lo vigila cuando llegue a su casa, por favor.
Ahora, muero por leer el siguiente 😍

Esta vez lloró pero de felicidad Aimeee. X fin están juntos pero siendo los adultos responsables en q se convirtieron. Ambos saben q antes de volver a ser pareja deben ser libres cm se lo merecen. Lo único q me duele es q no puedan tener el hijo q tanto desean.
Pero están juntos y lo disfrutan es un comienzo no?

Ese "creo que me ire cuando vendas el rancho" tiene doble sentido 💔

Me enamore y encanto que los dos hayan liberado sus miedos sus ataduras que hayan abierto su corazón y demuestren que aun se aman,Nos estará jugando una broma el destino al verlos juntos un ratito ,tranquilos sin tanto estrés como cuando eran jóvenes ,solo ellos ,solo su amor , Hay Aime me sacaste una gran sonrisa me hiciste creer que todavía hay esperanza en ellos.
Gracias por actualizar.

Me encantó. gracias por compartir esta historia,. Ya quiero saber que sucederá con esta linda y atormentada pareja.

que bello amor de verdad concuerdo con ross! q envidia de amor

Una belleza de capítulo...hay tanto amor entre ellos a pesar del tiempo que ha pasado. Que no venda el rancho por favor!!!! Como quiero saber como sigue todo esto 😍😍

Bueno tanto dolor, tanto sufrimiento tiene por fin un poquito de espacio para disimular que todo esta bien. A veces sacar el dolor que llevamos por dentro es la mejor forma de poder dar un paso hacia adelante. y definitivamente no hay nada mas hermoso que recordar lo lindo que hubo y soñar con que tal vez todavía queda una esperanza así sea lo ultimo a lo que aferrarse.

Oh si pudiera ser que ambos arreglaran sus vidas y estubieran juntos de nuevo se lo merecen un milagro no estaria mal. Nick & Andrea❤

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