Capítulo 30 | Alma sacrificada [Parte 2]

in #spanish6 years ago

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Mi madre reacomodó su cuerpo en la silla y respiró profundo.

—¿Por qué lo dices, Andrea? No me digas que te hizo algo.
—No directamente, pero sí me ha lastimado.
Ella frotó el collar con el anillo de mi padre que colgaba de su cuello y desvió la mirada a una de las muchachas encargadas del cuidado de los ancianos.
—Voy a pedir dos cafés y vamos a hablarlo con calma. ¿Esta bien?
Llamó a la muchacha con un sutil movimiento de manos, le pidió que por favor nos llevara dos americanos y un par de galletas de chispas de chocolate. Ella, encantada, nos llevó lo ordenado por mi madre. Al parecer se llevaba muy bien con la muchacha, ya que la llamó por su nombre y le preguntó por su bebé. La chica no tenía más de veinticinco años, de cabello azabache y con unos ojos tan negros como la noche.
Una vez que la muchacha nos dejó solas, ella fijó toda su atención en mí. Comencé a contarle sobre las pistas que me comentó Samantha de una pizarra en su departamento, aunado a la orden de alejamiento, la conversación en la cena y lo que Perla descubrió. Ella me comentó, el día siguiente, que había encontrado la pizarra de la que Samantha me había contado en una de las habitaciones, pero que era más grande; incluso le tomó fotos a todo lo que podía ser una pista potencial para catalogarlo como psicópata.
También encontró en la computadora, conversaciones viejas sobre intercambios de dinero y una entrega especial. Quiso abrir una carpeta que contenía la investigación completa, pero estaba codificada con una clave de diez dígitos. Perla continuó hurgando entre sus cosas y encontró varias de mis prendas íntimas de ropa, el frasco de uno de mis perfumes y hasta un cepillo para el cabello que dejé cuando vivía allí.
Lo que más llamó la atención de Perla, fue un memoria casi transparente que encontró entre los libros infantiles que le leía a Samantha cuando estaba pequeña. Le dio el tiempo suficiente para insertarla en la computadora y leer el contenido. Perla le sacó una copia en una memoria que cargaba en su bolsillo y guardó de regreso en el lugar donde lo encontró. Una vez que llegó al pent-house, lo vimos juntas.
Era impresionante la cantidad de fotografías que tenía de Ezra, su esposa, las personas que lo rodeaban y hasta sus empleados. Maximiliano tenía una persona tras los pasos de Ezra y lo que planeaba para él no era nada bueno. Eso sin mencionar la escalofriante pizarra que duplicaba el tamaño que Samantha me había comentado. Él tenía unidos con chinches cada fotografía, recorte o piezas de su juego macabro.
Tanto Perla como yo quedamos enmudecidas ante la clase de psicópata que era Maximiliano. Se robaba mi ropa, mi perfume, me sacaba fotografías, cazaba a mi hija, sabía dónde estaba mi madre y había manipulado a todo el mundo. Quien sabe que más había hecho y de lo cual no sabíamos. Maximiliano era un hombre obsesionado con la idea de acabar con todas aquellas personas que pudieran alejarme de él.
La expresión de mamá era ilustre. En sus ojos noté el grado de impresión ante cada una de mis revelaciones. Ella pensaba que Max era un hombre de muchas máscaras, pero jamás pensó que serían tantas como esas. Ella estuvo ante un hombre que no la engañó como debía, pero sí hizo el intento de ganarse su confianza. Mamá mantenía la taza de café en sus manos y la expresión de incredulidad en el rostro.
—¡Dios mío! —soltó impresionada—. ¿Samantha lo sabe?
—Sí. Ya la alerté sobre lo peligroso que es Maximiliano. —Miré el cielo nublado y sentí el frío en la piel—. No sé por qué no te hice caso cuando todavía se podía hacer algo. Fui muy ciega con él, mamá, y me siento culpable de ello. Lo tuve en mi casa, siendo un peligro para mi hija. ¿Qué clase de madre soy?
—Una que no sabía la clase de calaña que era ese Maximiliano.
—Pero tú lo sabías. Tú me advertiste sobre él. —Toqué mi frente con el talón de mi mano izquierda y rasqué mi cabeza—. Debí hacerte caso.
—No es momento de buscar culpables, Andrea. Lo que debes hacer es divorciarte de él. Aléjate de ese psicópata lo más pronto posible. No sabemos hasta qué punto puede llegar para retenerte a su lado. ¿Alertaste a la policía sobre él?
—Sí. Ya hablé con el detective que lleva el caso de la orden de alejamiento. Me dijo que le pedirá al juez que lea los últimos sucesos y dicte el fallo a mi favor. —Regresé la mirada a mi madre e intenté emitir una sonrisa—. Aun no es nada seguro, pero estoy casi divorciada de él. Solo necesito asistir al juicio la penúltima semana de este mes. Siento que al fin podré ser libre de las cadenas de Maximiliano Hartnett.
—Eso me tranquiliza un poco, pero no deja de preocuparme que este suelto por las calles. Andrea, debes tener mucho cuidado con ese hombre. —Apretó mi rostro con sus manos y frunció un poco su entrecejo—. Prométeme que te cuidarás.
—Lo prometo —afirmé y me sujeté de eso con fuerza.
—Bien. Ahora cuéntame sobre mi nieta.
Ese era otro tema delicado de tratar. Mi mamá le tenía adoraba a Samantha, era la niña de sus ojos, por lo que la simple idea de no verla por un largo tiempo, le dolería tanto como a mí. De hecho, ni yo misma lo había canalizado lo suficiente como para alentar a otra persona. Me resultaba engorroso ser la portadora de malas noticias como esas, pero nadie más que yo entendía lo que dolía perder a mi hija.
—Se irá a Francia en dos semanas. Entró a la mejor academia de danza profesional.
Mamá no podía creer que la misma Samantha no le hubiese contado su decisión. Todo sucedió demasiado rápido, a una estrepitosa velocidad. Y cuando nos detuvimos a pestañear un poco, las dos semanas habían transitado por el almanaque de la cocina. No quería que ella se marchara con el corazón en la mano, pero de esa clase de decisiones nacen las personas fuertes, determinadas y decididas a ser más que la novia de alguien.
Me quedé con ella un par de minutos más, hasta que el sol se coló entre una nube oscura y proyectó sus rayos sobre nosotras. Nos despedimos con un beso en la mejilla antes de marcharme a un lugar donde la vida solo existía en los corazones de aquellos que llevábamos flores en las manos. Antes de llegar al cementerio, aparqué en la floristería cercana al lugar y compré un ramo de flores exóticas. El frío era tremendo, pero podría tener algo lindo por unos pocos días antes del crudo invierno.
Caminé entre las tumbas hasta llegar a la suya. Su nombre se alzaba en una lápida de mármol que mamá mandó a hacer solo para él. En ella se leía “amoroso padre, fiel esposo, siempre en nuestros corazones”. Me Arrodillé ante él, limpié algunas hojas secas que reposaban sobre su lápida, quité las flores secas y coloqué las nuevas. El sonido de la brisa rebotando en las copas de los árboles erizaba mi piel.
—Hola, papá —saludé con una leve sonrisa.
Me desplomé sobre la grama, con las piernas bajo mi cuerpo. Coloqué mis manos sobre los muslos y lancé el cabello hacía atrás. Me gustaba hablar con mi padre, aun cuando él nunca contestaba ninguna de mis interrogantes o me aconsejaba algo con relación a mis problemas personales. Me sentía protegida charlando, como cuando tenía diez años y se acostaba a mi lado para protegerme en las noches tormentosas.
Extrañaba en demasía cada palabra que me decía cuando estaba asustada, las clases de etiqueta de las que nos fugábamos para comer helados, los días que curaba mis heridas de bicicletas o cuando una de las niñas quería pasarse de la raya. Recordaba con claridad cada una de las veces que me columpió en el jardín de la mansión, las noches que me leyó un cuento o las veces que me protegió de los abusos de mamá.
Él siempre me consintió y me decía que era su niña bonita. Quizá por esa razón, todos los cambios por los que pasé, me condujeron de nuevo a sus brazos. Tuve tan poco tiempo para estar con mi padre, que las horas se volvían tan fugaces como un beso robado. Al paso del tiempo noté la cantidad de veces que deseé que estuviese conmigo, pero el rencor que sentía por el pasado me alejó de él. Cuando mamá me reveló toda la verdad, era demasiado tarde para volver cinco años en el pasado y arreglar las cosas.
—Tengo un montón de cosas que contarte. Han pasado algunas situaciones desde la última vez que vine. Y aunque sé que no me escuchas, quiero contarte.
Comencé con lo sucedido en la revista, la pelea con Carrie, la rebeldía apagada de Samantha, su nuevo novio, la feria a la que asistí y la persona que encontré allí. También le conté sobre Maximiliano, la posible demanda de divorcio que ganaría, el viaje de Samantha a Francia, la pelea que tuvimos por ello, todo lo que descubrí junto a Perla con relación al psicópata que era mi esposo ilegítimo y todo lo que posiblemente ocurría en el futuro. Le conté tanto, que hablé más de media hora seguida.
El cementerio se encontraba desolado, lo que mantenía mis defensas altas. No sabía qué clase de persona era Maximiliano, así que lo mejor era tener cuidado. Moría por contarle a Ezra todo lo que habíamos descubierto, pero no quería colocarlo en una mala posición con su esposa. Además, él no me dio su número. Y no porque no quisiera, sino porque yo no quería que se sintiera incómodo con ese cambio de números.
Eso que tuvimos fue una especie de reencuentro no premeditado, y así debía mantenerse. Yo sabía que él llamaría en algún momento para contarme sobre el recordatorio de nuestros amigos. Del resto, no tenía ninguna otra razón para llamarme. Había pasado poco más de una semana desde que nos encontramos, y aun no recibía ninguna llamada de su parte. Quería creer que lo haría en algún momento, o no tendría sentido haber anotado mi número en una servilleta que quizá perdió en el camino.
—Y bueno, papá, eso es todo por ahora. —Rasqué mi nariz—. Me hace mucha falta hablar contigo. Y también le hace falta a mamá. De hecho, vengo de visitarla. Aún lleva tu anillo colgado en su cuello y el luto en el corazón. Sigue hermosa, eso te encantaría, pero nada ha sido igual después de ti. Te echamos mucho de menos.
Sentí de nuevo el aire azotar mi cuerpo. El ruido de los árboles erizaba mi piel de una forma escalofriante. De nuevo sentí como si alguien estuviese mirándome desde los arbustos detrás de los árboles estacionados cercanos al parque o desde alguna de las azoteas de los edificios. Quizá me volvía paranoica, pero algo me decía que no estaba ante una persona tan inocente como al principio creí que sería.
Una llamada me elevó algunos centímetros del suelo; sí, estaba asustada. Busqué el teléfono en un bolsillo de mi larga chaqueta negra y visualicé el nombre en la pantalla. Una persona especial llamaba desde el otro lado del mundo, mientras el temor se acrecentaba al sentirme sola en el cementerio. Al continuar con el repiqueo, me senté en una banca cercana a la tumba de mi papá y contesté la llamada.
—Hola, India —saludé con una leve sonrisa.
—¿Qué tal, neoyorquina? ¿Dónde estás?
—Estoy con papá —respondí al bajar la mirada a la lápida—. ¿Cómo esta India?
—Caliente —indicó hilarante—. ¿Y Nueva York?
—Cada segundo más fría. —Reacomodé mi cuerpo—. Oye, ¿vendrás a despedirte de Samantha? Ella esta muy ilusionada con eso. No quiero que le rompas el corazón.
—Antes me arranco el mío —respondió con firmeza. Esas eran las cosas de las que me enamoré cuando estaba con Eric—. Pero no podré llegar antes de que se marche. Mi intención es visitarla en Francia. No quiero que le digas o arruinarías la sorpresa. Quiero que piense que no iré, y de pronto estaré con ella. ¿Sabes del vaquero?
—Me tiene hasta la coronilla con eso —articulé—. Y antes que preguntes, lo acepto.
—Claro. Es tonto pensar que la mujer que sigue enamorada de un vaquero, vea mal que su única hija también este perdiendo la cabeza por uno.
No pude evitar sentirme identificada con las palabras de Eric. Él tenía razón. No podía ignorar que la tradición iba pasando en de generación en generación. Samantha estaba igual de enamorada de un vaquero, como yo lo estaba de Nicholas. Y sí, nuestras situaciones eran diferentes, pero eso no le restaba credibilidad. También sentí la ironía en la forma adoptaba por Eric para recalcarme aquello que en su momento le dolió.
—No es eso, y lo sabes.
—¿Qué parte? —indagó—. ¿Qué lo aceptes o que sigues enamorada de Nicholas?
—Me sorprende que aún recuerdes el nombre.
—Gajes del oficio —replicó de inmediato—. Solo quiero que Samantha sea feliz.
—Lo es. Créeme cuando te digo que lo es. —Miré atrás, cerca de los arbustos y sentí la misma presencia que minutos atrás—. ¿Tú cómo vas?
Me contó sobre un lugar que estaban levantando después del terremoto, la cantidad de ayudan que habían recibido de otros países y lo mucho que le encantaba estar en India. Eric se acostumbró tanto a esa cultura, que no deseaba volver. Él decía que no podía encontrar más serenidad que allá, aunque los indios adoraban el claxon. En parte me sentía orgullosa de él; nadie se queda en un lugar que le recordaba tanto a su esposa.
Mientras me contaba algo sobre el regalo sorpresa para Samantha, el sonido de otra llamada entrante me obligó a despegar el teléfono de mi oído y revisar el nombre de la persona en la pantalla. Mi corazón dio un brinco espeluznante, al notar el número desconocido. Parte de la paranoia me obligó a pensarlo dos veces antes de contestar. Al final, cuando entendí que debía enfrentar mis miedos, respondí sin titubear.
—Hola.
—¿Andrea? —preguntó el hombre al otro lado.
—Sí.
—Es Ezra —pronunció de inmediato.
Mis nervios desaceleraron al escuchar su nombre al otro lado de la bocina. La misma ansiedad que sentía me impidió reconocer su nombre. Aunque si lo pensaba de forma calmada, la cantidad de años que habían pasado desde la última vez que escuché su nombre a través de un teléfono, también contribuyó. Al instante después de escuchar su nombre, sonreí como una enamorada ante la llamada de su chico.
—Hola.
—¿Cómo estás?
—Estoy bien. —Me levanté del asiento y froté mi estómago—. ¿Por qué llamas?
Habría esperado cualquier otra cosa, pero jamás algo como eso.
—Es tiempo de vernos una vez más.

Sort:  

Te juro que mi madre se quedará sorda xD

Grité mucho al final por la emoción y es todo lo que diré respecto a eso. En cuanto a lo demás...

Siempre me encanta leer la buena organización que tiene mi chico con sus planes. No deja cabos sueltos :3
También me emociona el tener un poco de esperanza de que Andrea se libre de él. Ahora sólo nos queda quitar del camino a Skyperra y me encantaría que fuese el mismo Max quien se encargue de eso 😈

Eric, mi bello Eric 😍 bastante tiempo sin saber de él y me doy cuenta de que lo extraño.

En fin. Me encantó el capítulo ❤

Sin palabras ¡Dios mío! 😍😍😍🙈 también me puse como adolescente que acaba de ver a su artista favorito cuando leí la llamada de Ezra 💜 muero y ni quiero ser revivida hasta que llegue otro capítulo de Ezra o Andrea 🙈 ¡Diooooos! Sabía que Max es psicópata, ese bicho está loco. Me cae mal, no lo soporto y es como una plaga.

Esa llamada fue como si yo fuera aAndrea la emoción es la misma creo q no pudiera con tanta alegría en mi cuerpo y estuviera gritando y brincando por esa simple palabra "es tiempo de vernos una vez mas" que fuente q bellos me encantan . Y Erik es un hombre de corazón un padre espectacular

Es demasiado gratificante cuando reconoces que has cometido errores y Andrea al fin esta descubriendo toda la porquería que hay oculta en el #cuervo; Definitivamente Eric demuestra cada día su gran corazón que es el motivo por el cual Andrea se enamoro de él. Madre mía no sabes como salta mi corazón cada que se que Ezra y Andrea de pronto tienen una oportunidad........ Amo cada capitulo....

Que fuerte lo que encontraron de maximiliano,estoy deseosa de que todos descubran su doble cara. Por fin Andrea y Ezra se volverán a encontrar😍

Aime creo que me volveré paranoica solo para recibir una llamada así

Siiiii!!!! Tienen que verse de nuevo. Deja que Skyler se quede en casa con su bruja amiga .

!Oh, Dios! Me emocione con esa llamada de Ezra :3 Y mas cuando dijo es tiempo de vernos una vez más.. Aaaawww... Esperare ansiosa el nuevo encuentro entre él y Andrea..
Por fin, Max esta al descubierto y falta poco para Andrea pueda ser libre de ese matrimonio falso..

Que atrapante relato Dios mío, todos acá necesitamos saber como sigue estoo!

Por dios que emocion!!!! Que ganas de que vuelvan a verse!!!!

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