Capítulo 19 | La metamorfosis de Kay

in #spanish7 years ago

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Nos sentamos alrededor de la mesa del jardín, con una taza de té en nuestras manos y un plato con trozos de pastel marmoleado. Mi madre estuvo dispuesta a contarme todo lo que sabía sobre la familia, incluyendo un par de cosas que conocía de los Bush. Ella no tardó en preguntarme por qué quería saber todo eso, pero esquivé su pregunta todo el tiempo posible, o hasta que algo irrumpiera mis mentiras.

―¿Leíste todo el diario? ―preguntó.
―Aún no. Creo que estoy a punto de llegar al final.
La frescura del atardecer permitía la fluidez de la conversación, aun cuando la brisa que nos azotaba levantaba las hojas del suelo y las arrojaba sobre nosotras. Mi madre comenzó a contarme la historia que cambiaría por completo el contexto que tenía sobre Keyla o la perfecta familia real que mi abuela me relataba. Para ella todo lo que tenía que ver con la monarquía era majestuoso, desde las riquezas hasta la historia.
Lo que mi abuela no conocía, era que toda grandeza se forja a costa de sangre inocente. Ningún cimiento sobre la faz de la tierra es tan puro como el agua del río desconocido para la humanidad. Ella creía que la monarquía era un cristal que siempre se mantenía pulido para trasmitir transparencia, cuando la realidad era que los polarizaban para ocultar la cantidad de sangre que corrían en su interior.
Mi madre dejó la taza de té sobre la mesa y colocó las manos en su regazo.
―Mi tía, o podríamos llamarla tatarabuela, era una mujer fuerte, decidida y con mucho ímpetu. Mi madre la veía como un ejemplo a seguir, pero siempre nos ocultaron quién era en realidad. No conocí la historia sino hasta cumplidos los veinticinco, cuando encontré el mismo diario que ahora tienes tú.
―Espera —interrumpí una duda anterior—. ¿Tatarabuela?
―Ella era la hermana de tu tatarabuela. Murió en mil ochocientos ochenta y nueve, en un incendio que se produjo en el granero de la mansión. Su hija murió con ella a los sesenta y seis años, pero dejó a su hija de treinta, Christine, la cual engendró a su hijo, Damián, ese mismo año. Él tuvo a su hija, Jesse, a los cuarenta años, en mil novecientos veinte nueve. Ella se casó con un hombre muy apuesto y tuvieron a la pequeña Rosaline, mi madre. —Ingirió un poco de té—. El resto de la historia la conoces.
La historia que mi madre me contaba me condujo a pensar en la fotografía que encontré en el ático. Le pedí permiso para ir a mi bolso y buscar entre las cosas la foto sin marco que cargaba siempre conmigo. Cuando regresé a la mesa, recuperé el aliento perdido en el camino y abrí el diario donde mantenía la fotografía guardada. Al sentir de nuevo la imagen en mis manos, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
―¿Es ella? ―pregunté al colocarla frente a ella.
La sujetó y observó. Necesitaba saber si la mujer que me mostraba sus vivencias era la misma de la que ella me hablaba. La verdad tampoco sabía si era ella hasta encontrar el diario y leer lo que escribía con su puño y letra, cada día de su vida hasta que eso terminara o ella se cansara de escribir. Nunca me vi a mi misma en las pesadillas. Las vivía como mías, aun cuando era consciente del entorno que me rodeaba o la forma tan extraña que adoptaba al entrar en su consciencia y descubrir algo tan íntimo.
―Es ella —afirmó al regresarme la fotografía.
―¿Quién es el infante? —pregunté de inmediato.
―Es su esposo.
Intenté mantener la compostura, pero sentí como si unas manos invisibles se aferraran a mi garganta y me estuviesen ahogando. Todo comenzaba a caer por su propio peso, desde el parecido tan grande que tenía con Drake, hasta saber que era su amado esposo. En ese instante recordé que Keyla decía que no amaba a la persona a la cual fue vendida y por eso encontraba emocionante verse a escondidas con Luciano.
Keyla pasaba por la misma situación que yo estaba viviendo. Me había casado con Dominic por complacer las exigencias de mi padre, pero nunca llegué a amarlo como él quería. ¿Acaso la historia de los malos amores se repetía o eran simples reflejos del pasado y el futuro? En ese momento no existían explicaciones válidas para lo que pensaba, aun cuando todo estaba allí, como las piezas de un rompecabezas a la espera de un alma que pudiera armar cada pieza en su lugar y revelar la imagen.
—¿Cómo se llamaba? —inquirí con la boca seca.
―Agustín —respondió de inmediato—. Era un pariente lejano de la familia Bush. No estaba ligado por completo a la realeza en ese entonces, pero debido al matrimonio, las familias se unieron y ahora forman parte de la monarquía.
“Estás ligada al pasado y el futuro”. “Un ser que te reclama”. “Solo quiere cinco minutos de tu tiempo”. Era demasiado para ser simples coincidencias. Algo más se ocultaba entre las páginas de ese diario y las revelaciones que Keyla me mostraba. Y ahí existía otra interrogante. ¿Por qué de entre tantas generaciones me eligió a mí? ¿Acaso Luciano era una persona que conocía y me haría daño en el futuro? Me estaba enloqueciendo de tanto pensar en algo que no tenía respuestas claras.
Ahuyenté esas palabras que resonaban en mis oídos y me concentré en el momento. Mi madre sabía bastante, así que debía exprimirla como una naranja dulce.
―¿Qué más sabes de ella?
―Fue obligada a desposarlo, y al parecer terminó demente. —Con su índice tocó la tapa del diario—. Lo plasmado en ese diario son mentiras, Kay. Nadie podría evadir la seguridad de la mansión y menos caer del cielo en un reflector enorme. La familia trató de ocultarlo lo más que pudo, pero al nacer su hija, todo cambió. Keyla enloqueció aún más. Logró regresar en sí cuando su esposo murió de una trágica manera. Es una sangrienta historia, Kay. Lo único que te recomiendo es no revolver el pasado.
La información era pesada de procesar, pero siempre encontrábamos la manera de asimilar las cosas nuevas. Y aunque mi vida comenzaba a ser algo nuevo cada día, entendí que no debía agobiarme tanto por aquello que no conocía, me erizaba la piel o me trastornaba un poco los sentidos. Tarde o temprano lograría entender cada uno de los misterios que me entregaban en trozos de papel que se desgastaba en mis manos, aunque sí debía pensar mucho en qué piezas del ajedrez movería para atacar a la reina.
―Rose debe tener algo sobre él —comenté—. ¿Acaso no era parte de su familia?
―No les gusta hablar sobre eso —profirió al morder un trozo de pastel—. Durante años las familias estuvieron divididas por problemas de conducta. Tus abuelos devolvieron la paz, pero siempre estará la muralla entre nosotros por lo ocurrido.
―¿Qué ocurrió entre las dos familias?
―Es una pregunta que debes hacerle a ellos —emitió ella al beber más té.
Mi madre se cansó de contarme algo tan pasado. Además, insistía en que dejara el pasado en su lugar y no removiera hilos que alterarían mi vida. Ojalá hubiese podido seguir su consejo, pero no podía hacerlo. Keyla me escogió por alguna razón que desconocía; ni yo misma sabía por qué fui la elegida o era especial por encima de las otras. Era una muchacha ordinaria como cualquiera, sin nada que me diferenciara.
―Eso haré ―culminé al levantarme y guardé el diario―. Adiós.
Mi madre me sujetó del brazo, pero esa vez fue diferente a cualquier otra. No me sujetó con esas ansias de causarme daño o atisbé la maldad en sus ojos. Fue un toque de detención ante algo que ella preveía como un mal paso. Por algo dicen que las madres tienen un instinto que ninguna otra persona logra entender y saben cuándo algo malo ocurrirá. Ella me mostró ese cariño que llevaba años sin vislumbrar en ella.
―Kay, trata de perdonarme. Te lo imploro.
Observé su agarre y me zafé de una manera cordial. No me iba a comportar de mala manera con alguien que solo resolvió mis problemas, me ayudó a entender un poco más lo que ocurría y me brindó algunas horas de su apretada agenda. De igual forma tampoco podía decir que la quería cuando lo único en lo que pensaba era en salir de allí.
―Todo tiene su tiempo —afirmé antes de desaparecer en el jardín.
Esa misma tarde, cada periódico virtual publicó la nefasta entrevista que tuvo lugar horas antes. Publicaron las fotografías de mi rostro al recibir la noticia, lo que, según ellos, pensaba en ese momento y todas las respuestas que tergiversaron a su favor. Mi reputación estaba pisando el núcleo de la tierra por algo que creí era parte del pasado. Cabe destacar que Drake era parte de la mentira, por lo que no pudo verme en la cena.
Fue un silencio tan horrible que tuvimos las tres personas en la mesa, que podíamos escuchar los zumbidos de un zancudo a kilómetros de distancia. Solo comimos como tres extraños en un restaurante, bajo las luces del comedor, el sonido de un jazz que se convertía en monotonía y el ruido de los cubiertos sobre el plato o el roce de las copas. Llegó un punto en que preferí ahorcarme con el espagueti que seguir así.
Algunas críticas fueron respetuosas e incluso cómicas, pero otras fueron intensas y malintencionadas; de esas últimas se agarró Drake cuando pudimos hablar en privado. Me disculpé más veces de las que requería, para al final terminar igual que antes. Él colocó una pared de hielo entre nosotros, lo que me ayudó a enfriar mis hormonas. No me gustaba ese Drake molesto y árido; prefería el tierno que besaba mi mejilla
Al caer la noche, Dominic me llamó para saber cómo estaba todo. Al principio todo resultó bastante bien, pero cuando eso de lo que preferíamos no hablar retumbó la bocina, mis esperanzas murieron con él. Hablamos sobre sus negocios, lo que había descubierto de mis ancestros, la familia y un par de banalidades que le habían ocurrido en el avión. Todo marchaba sobre ruedas, pero algo irrumpió la tranquilidad, cuando él soltó que todo estaba bien en su vida, excepto la mujer que desposó.
―No logro entenderte ―respondí al carraspear la garganta.
―Claro que sí.
Permanecí en silencio un momento, pensando qué decirle para calmar las aguas. No quería pelear con Dominic por algo del pasado como lo ocurrido en la rueda de prensa, pero tampoco podíamos cubrir el sol con un dedo. Nuestro matrimonio no era el mejor visto de la sociedad o el más amoroso de la historia, lo que conllevaba un gran esfuerzo de nosotros. Intentamos serlo, aunque nadie creyó semejante mentira.
Lo mejor en ese momento era ser lo más franco posible, aunque eso nos trajera una gran cantidad de problemas intrafamiliares. Lo único que quería era limar las asperezas que teníamos por dicha publicación, nada más que eso. Por esa razón enderecé mi espalda en la cama y me tragué todo el orgullo que alguna vez sentí. En ese momento Dominic era la víctima de todo, así que era imposible volverme frágil frente a él.
―¿Qué quieres saber? —inquirí entre dientes mientras escuchaba su respiración.
―¿Qué hacía mi hermano contigo ese día y por qué no me lo dijiste?
―La idea fue de Stella. No quería ir al principio, pero ella me convenció y lo disfruté demasiado como para arrepentirme en este momento ―articulé con toda la fuerza de mis cuerdas vocales. Así le doliera, debía saber la verdad―. Solo fue un par de horas las que estuvimos fuera. Tu hermano nos descubrió escapando y lo arrastré a esa loca aventura que tuvimos. Es todo, Dominic. No pasó nada más.
Él enmudeció al otro lado de la línea, como si la llamada se hubiese caído. Supuse que buscaba la manera de canalizar la ira que corría por sus venas. No era fácil para él enterarse por alguien más que su futura esposa se había fugado a un centro comercial con su cuñado, en vísperas de la boda. Cualquiera hubiese enloquecido por completo.
―Soporto que te hayas fugado, Kay. Lo que no soporto es la mentira —profirió con un dolor en su voz que me caló hasta los huesos—. Me marché hace menos de una semana. Estuvimos juntos semanas, ¿y no tuviste oportunidad de contármelo? ¿Cómo crees que me siento al enterarme que mi esposa se fugó de la mansión con mi hermano?
―Lamento no habértelo dicho. Lo creí pasado.
―¿Viste las fotografías? ―inquirió con ira en su voz. De inmediato abrí tablet y busqué las fotografías recientes. Era impresionante lo que una cámara con alta tecnología podía captar en un momento de intimidad―. ¡Eres tú en sus brazos!
Nos habían tomado varias fotografías cuando me lancé de la cerca y caí en los brazos de Drake. Sonreíamos como una pareja de enamorados, mientras la luz del sol se reflejaba en la parte trasera. Parecía una fotografía tomada para una revista de moda en lugar de una mala toma de una caída desde una pared. Era evidente lo mucho que encajábamos como pareja en las redes sociales, pero no pensé que Dominic reaccionaría de esa manera por algo tan estúpido como una notica vieja.
Cerré la tablet y salí a la terraza. La brisa que azotaba afuera me obligó a buscar un suéter en el armario y colocarlo sobre mis brazos para mitigar el frío. Me sentía culpable en todos los puntos cardinales de la relación, pero no era culpable de engañarlo porque nunca lo hice. Drake no me besó o tuvimos sexo, solo fue una jodida salida. Quería que Dominic lo viera de la misma manera que yo lo hacía, pero fue imposible.
―No me juzgues por una fotografía —emití con la fija mirada en las estrellas.
―No es una fotografía, son demasiadas. Incluso hay especulaciones sobre ustedes.
―Hablé con la prensa sobre ese incidente. Dominic debes creerme. Soy inocente. No hicimos nada más que comer, comprar y caminar. —Relamí mis labios y reposé los codos en la barandilla de la terraza—. Drake me respeta tanto o más de lo que te respeto a ti. ¿En verdad me crees capaz de engañarte con tu propio hermano?
La línea permaneció en silencio durante un largo rato. Cerré los ojos y golpeé mi frente con el talón de la mano. Lo hubiera imaginado de cualquier otra persona, pero no de él. Creí que teníamos confianza uno en el otro como para decirnos lo que nos incomodaba, pero Dominic no sentía la misma confianza que tuve con él cuando le conté mi problema personal. En ese momento comencé a verlo tal cual era: alguien que no se lanzaba al piso lleno de alambre para que un inocente camine sin lastimarse.
―Tu silencio lo dice todo.
―Confió en ti ―farfulló al escuchar mi voz―. Es Drake en quien no confío.
―Soluciónalo con él ―afirmé al apretar la barandilla con una de mis manos. Si le decía que Drake estaba allí, armaría un escándalo que sería incapaz de detener―. Solo te pido confianza, si no esto no funcionará. Sé que debí contártelo, Dominic. Lo que menos quería era que te enteraras de esta manera tan garrafal.
Él soltó un suspiro que escuché con claridad, seguido de una afirmación.
―Te amo, Kay. Ningún rumor cambiará lo que siento por ti.
De pronto algo golpeó mi cabeza, como una especie de epifanía. Si Dominic en verdad me amaba como lo hacía y sería capaz de perdonar cualquier error, qué otra cosa o hasta qué punto sería capaz de llegar para seguir a mi lado. Las palabras se atoraron en mi mente antes de salir, pero cuando abandonaron mi boca, la respuesta de Dominic heló mi sangre por completo. De un momento a otro, me convertí en la tierna presa.
―¿Qué estarías dispuesto hacer para mantenerme a tu lado? —pregunté.
Esa vez no pensó en lo que diría para quedar bien. Solo dejó que las palabras fluyeran como un río buscando el cauce. Dominic no se detuvo a pensar que sus palabras eran algo que usaría en su contra dado el momento de hacerlo. Quizá ese momento no llegaría, pero nunca estaba de más tener un as bajo la manga.
Él solo respondió:
―Mataría por ti.
Mi vista se nubló, el teléfono rodó de mi mano y cayó al suelo. Todo a mí alrededor comenzaba a contraerse como las paredes de un ascensor para un claustrofóbico. Las personas en las que alguna vez confié se revelaban en mi contra o me decían palabras que en mis pesadillas eran piezas claves. Entendía que me estaba enloqueciendo al punto de buscar sospechosos en los lugares menos indicados, pero no podía bajar la guardia cuando todo lo que conocía se destruiría por completo.
―¿Kay, sigues ahí? ―escuché por la bocina mientras el teléfono permanecía a mis pies. Como pude lo sujeté, con temblor en mis manos y un ahogo en la respiración.
―Dominic ―articulé al intentar expresar lo que ocurría cuando alguien me decía las mismas palabras de mis pesadillas, pero no era adecuado contarle por teléfono algo que entendería en persona―. Estoy cansada. Buenas noches.
A él le extrañó mi comportamiento, pero con una débil voz contestó:
―Descansa, Kay.
Colgué y me sumí en los sueños, esperando más respuestas, pero esa noche no sucedió nada más. Al siguiente día hablé con Drake sobre lo acontecido. Él me condujo hasta un lugar escondido que su familia mantenía en secreto por si algo malo sucedía. Era una especie de bunker con suministros para un año. Ellos no sabían qué podía ocurrir en el futuro, así que se prepararon con lo básico: comida y medicinas.
—¿Por qué me trajiste aquí? —pregunté al tocar las hileras de comida enlatada.
—No existe lugar más privado que este —comentó al sentarse sobre una de las cajas de madera que albergaban vinos de viejas cosechas—. Lamento mucho mi comportamiento pasado. Sé que no tengo justificación, pero es solo que… me hierve la sangre saber que eres el centro de atención por algo que yo provoqué.
—Tú no me obligaste a salir.
—Lo sé, pero sí te dije que saltaras en mis brazos. —Él colocó los codos sobre sus muslos y ocultó el rostro en sus manos—. Me siento miserable por arruinarte la vida que llevabas o la relación con mi hermano. Quiero que sepas lo importante que eres para mí, pero no interferiría en el matrimonio que tienes con él.
Me acerqué a su cuerpo y me senté frente a él. Drake se veía inocente cuando mostraba su lado más humano, pero eso no evitó sentirme un tanto alejada de él después de lo ocurrido en el árbol. Allí solo éramos dos muchachos que hablaban de forma sincera, pero cuando colocáramos un pie fuera de ese lugar, seríamos dos extraños. No quería que esa fuera nuestra relación, aunque tampoco buscaba algo más que amistad.
—Entiendo —agregué al acariciar sus manos—. No te preocupes por mí. Hablé con Dominic y él parece entender lo ocurrido, así que no hay problema.
Él levantó su cabeza y clavó su pupila en la mía. Quitó su mano de las mías y elevó uno de sus dedos para acariciar mi mejilla. Fue un toque similar al anterior, aunque con algo más de electricidad. Con él sentía como si mi cuerpo fuera una planta eléctrica.
—Mi problema es que no puedo estar lejos de ti —aseguró al apretar mi rostro con ambas manos—. Me tienes malditamente embrujado.
Me encontraba entre la espada y la pared.
Su cuerpo estaba tan cerca que podía fundirme en su aroma, sentir los latidos de su corazón o escuchar cómo sus pulmones arrojaban dióxido de carbono. Fue tan lindo que no quise separarme de él, aun cuando lo que hacíamos catalogaba como prohibido. Él elevó mi rostro con su pulgar bajo el mentón y rozó mi nariz con la suya. Mis manos se apoderaron de su camisa y la apretaron con todas sus fuerzas. Respiré por la boca y cerré los ojos, dispuesta a todo para acabar con esa zozobra que me mataba.
Estábamos solos, podíamos fingir que nada ocurrió, pero algo nos impedía seguir adelante. La sangre siempre ha sido más espesa que al agua, y eso evitó que cometiéramos un error esa tarde en el bunker. Sabía que me hubiera arrepentido de ese beso por el resto de mi vida, así que lo que hicimos fue lo mejor. Drake me ayudó a colocarme de pie y arreglar mi blusa que caía sobre los hombros.
Fingimos que nada ocurrió entre nosotros, porque en realidad no sucedió nada, pero en la cena me ruborizaba de solo pensar en ello. Estuve a centímetros de sentir sus labios entre los míos o saborear el enjuague bucal que siempre usaba. Mordí mi labio para evitar pensar en algo más que un beso y me enfoqué en comer como el resto de las personas que estaban en la reunión de Rose, aunque el rubor no se apartó de mí.
A medida que el tiempo pasaba mi cuerpo comenzó a debilitarse. Creí que estaba presentando un cuadro viral, pero mi enfermedad se debía a algo incurable. Los sueños extraían un poco de mi alma en cada recuerdo. Me succionaban como un tubo de leche condensada, hasta secarlo por completo. Con el paso de los días me costó mantenerme despierta y mi cuerpo se agotaba con más facilidad. Me sentía cansada todo el tiempo.
Dominic llevaba ausente dos semanas, y mi semblante decayó con furiosa intensidad una semana atrás. Tanto Rose como Drake estaban preocupados por mí estado de salud, pensaban que estaba enferma o deprimida, cuando la realidad era otra. Con el pasar del tiempo estaba cada vez más cerca de la verdad y casi podía tocar el rostro de mi caballero oscuro cuando caía en ese lugar del que nadie me podía salvar.


Llevaba semanas sin saber de él, podía sentirlo en mi ausente corazón.
Lo extrañaba como un pez extraña vivir en el océano o un elefante extraña tener sus colmillos cuando los cortan de su boca. Me hacía tanta falta que fui capaz de escaparme de los infantes para encontrarme con él en el mismo tronco de la primera vez. Necesitaba sentirlo conmigo, aun cuando no podía tocarlo.
―Te he extrañado ―susurré al ver su sombra acercarse.
―Solo estaré unos minutos, Keyla Tengo algo importante que decirte.
Esperé silenciosa hasta que su boca continuó aquello que marcaría mi vida por completo. Lo único que debía decir era no; una simple palabra que componía una sílaba me condujo a ese final tan caluroso que ninguna persona desea vivir. Luciano nunca fue la persona bondadosa que imaginé, pero al momento que apareció en mi vida, todo era una maldita tortura de la que planeaba escapar.
Luciano fue lo bastante inteligente como para escoger la presa y el momento oportuno de atacarla, cuando estuviese más indefensa. Yo solo buscaba alguien con quien hablar, que me escuchara y entendiera, no alguien que tergiversara mi vida. Me arrepentía por aceptar su oferta, aun cuando no llegaba a ese momento.
―No soy lo que piensas, Keyla —pronunció aquellas palabras que continuaron engatusándome a su antojo—. No soy un ángel guardián, pero tengo algo para ti.
―¿Qué es? —inquirí de inmediato, emocionada.
―Un deseo. Pide lo que quieras y te será concedido.
No esperé pensarlo con claridad y solo dije:
―Quiero estar contigo.
Luciano permaneció tranquilo mientras mi corazón se consumía dentro del pecho. Él no parecía sorprendido por mi petición, podría decir que fue todo lo contrario. Él esperaba que deseara estar con él de todas las maneras posibles. Ni siquiera en ese momento, con el calor del momento, podía entender la locura que circulaba por mi cabeza al pensar marcharme con un hombre que nunca conocí.
―No te precipites, Keyla. ―Su calmada voz me infundía tranquilidad―. Tal vez cambies de opinión en un futuro. No quiero que te arrepientas de tu deseo. Solo tienes uno, así que debes pensar muy bien qué es lo que tu corazón quiere.
―Tú eres lo único que quiero.
―¿Es lo que realmente desea tu corazón? —preguntó de nuevo.
―Así es.
―Esta bien. Solo hay una pequeña condición.
En sus manos apareció un pergamino enrollado con una cinta roja. Todo eso me condujo a pensar la clase de ente que era Luciano. No era de ese mundo o cualquier mundo humano. Era una especie de demonio que se alimentaba de mis sentimientos hacia él. ¿Cómo podía estar tan cegada como para no ver lo que en verdad era o buscaba? Él me embobó como el canto de una sirena a un pirata.
Luciano se acercó un poco a mí y extendió el pergamino. Mis labios temblaban ante ese trozo de papel que pendía de sus manos, pero me rehusé a creer que él buscaba algo malo para mí. Sí estuvo tantas noches conmigo no podía querer mi desgracia. Él se preocupaba por mi e incluso en mi cuello llevaba su collar.
―Debes firmar esto.
―¿Qué es? ―pregunté al sostenerlo en mis manos.
―Es irrelevante para ti, pero muy importante para mí.
Sus palabras me deslumbraron y creía en él, a pesar de no conocer su rostro. El pergamino pendía de mis manos cuando relamí mis labios para preguntar:
―¿Tienes una pluma? ―De su bolsillo sacó una antigua pluma en forma de aguja, con un grabado que no lograba distinguir en la oscuridad―. ¿Y la tinta?
Casi podía atisbar una sonrisa ante mi pregunta, por lo que él respondió:
―No la necesitas. Firmarás con tu sangre.

Sort:  

No lo entiendo esta enamorada de Drake...
Ahora si Aime me tienes totalmente confundida porque Dominik para mi no es malo porque a Kay la a tratado muy bien aunque hizo las cosas mal desde un principio y Drake la ama según la historia desde tiempo atrás...
Bueno a esperar los siguientes capítulos para esclarecer que va a pasar con el triangulo amoroso entre Kay,Drake y Dominik.
Gracias por actualizar.

Al contrario. A ti por siempre comentar.

¡TRAUMADA CON LO DEL HIJO-ESPOSO!

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