Capítulo 33 | Alma sacrificada [Parte 1]

in #spanish6 years ago (edited)

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Pasaron los días hasta que Skyler me dirigió la palabra como una persona cuerda y con dos dedos de frente. Ella casi me suplicó con la mirada que fuera yo quien diera el primer paso de hablarle y arreglar las cosas. Mientras todo eso se solucionaba, dormía en la habitación de huéspedes y llegaba tarde del trabajo. Me coloqué el lema de “entre más tarde llegara mejor, y si comía en la calle mejor”. No quería encontrarme con ella.

Esa blanca y gélida mañana, al levantarme de la cama y salir a buscar una taza de café caliente, la encontré sentada en el muro de la ventana frontal, con las piernas pegadas a su pecho y una taza en sus manos. La mirada de Skyler se perdía en la nieve que caía en el jardín y el aliento que exhalaba y humedecía el cristal de la ventana. Froté mis brazos con ambas manos y busqué un poco de café en la cafetera.
No deseaba iniciar una discusión o algo más, así que busqué galletas en la despensa y regresé a la habitación por el mismo sendero de huellas que dejé en un principio. Abrí la caja y comencé a masticar las galletas, al tiempo que preparaba la maleta para el viaje. Estaba entristecido debido al motivo que me regresaba a Charleston, pero en cierta parte me sentía bien de volver a un lugar donde todo fue posible hace años.
Recordé la llamada que tuve con Andrea un par de días atrás, cuando le comenté la fecha exacta del recordatorio y los planes que tenía para el rancho. Ella me aseguró que iría, pero que antes debía dejar todo arreglado en su revista. Toda su vida dependía de esa pequeña industria, así que no podía dejar todo a la deriva y escaparse conmigo. En su voz noté el grado de incomodidad que quizá sentiríamos, pero no me importó.
Me emocionaba verlo una vez más, aun cuando los motivos que tuvimos para eso no eran los mejores. En una parte de mi ser sabía que Charles se sentiría orgulloso de mí, de lo que llegué a ser, pero me dolía como el infierno recordar que él no estaba allí conmigo para verme crecer tal como lo hice. Su recuerdo seguiría en mí hasta el fin de mis días, pero yo quería algo más que un recuerdo; quería un abrazo y escuchar su voz.
Meneé la cabeza de lado a lado e inhalé profundo una bocanada de aire. Recordarlo me entristecía de una forma profunda, al punto de llorar por un hombre que fue más que un amigo e incluso más que un hermano. Charles Danvers fue todo para mí, y siempre lo sería. Su hija era la mejor parte de ambos, desde la locura inherente que acompañaba a Erika, hasta el encanto estúpido de Charles con relación a las cosas de la vida.
Imaginé lo orgullosos que estarían de su hija y lo lista que era, siendo algo que terminó de quebrarme por dentro. Lo extrañaba tanto como extrañaba a mis padres y a mi taheña; la única diferencia fue que una de esas personas seguía con vida y solo dependía de mí si la quería a mi lado o la dejaría ir una vez más. Y sí, era algo complicado de decidir, pero los años me enseñaron que de lo complicado nace lo mejor.
Mastiqué algunas galletas más e ingerí el resto del café, antes de entrar a la ducha y liberarme de todas esas lágrimas que oprimían mi pecho. Permanecí bajo el agua caliente durante largo tiempo, solo con el pensamiento de lo que podría suceder en ese viaje tan corto. Solo serían unos tres o cuatro días, pero ese tiempo encerrado en un rancho con un millón de recuerdos, podía terminar siendo una soga en mi cuello.
Al salir de la ducha y reverberarme en el espejo, noté lo que días atrás fue el indicio de una pequeña barba. Estaba un poco más larga, pero no llegaba a alcanzar la frondosidad de la que alguna vez tuve. Busqué la espuma de afeitar y embadurné mi barba con ella, justo antes de sujetar la rasuradora y mirarme en el espejo. Tragué la saliva en mi boca al sentirme otra persona; no el hombre que nació en ese pueblo.
Me había acostumbrado a los trajes, las reuniones, las etiquetas, las comidas elegantes, las reuniones con personas de alcurnia y todo ese lujo de mi oficio, que olvidé quién era en verdad. Doce años atrás jamás habría comprado un traje de cientos de dólares y menos aún me lo habría colocado. Tampoco habría comprado una camioneta en la que mi ahijada necesitaba una escalera para subir.
Ese hombre que se pensaba quitar la barba, solo era una máscara que utilicé durante tantos años como una protección ante los demás, pero lo que en realidad era no lo mostré en ese instante. Quizá estaba haciendo una telenovela con el tema de la barba, pero eso siempre fue el sello de Nicholas Eastwood, y aunque sonara estúpido, quería regresar a mi pueblo siendo el mismo que se marchó, no un estereotipo más.
Regresé la rasuradora a su lugar y, al abrir el grifo, diluí toda la crema de afeitar que aún permanecía en mi rostro. Me liberé de la primera cadena opresora que sentía sobre mí cada día que salía al trabajo y debía quitarme un trozo de Nicholas. En parte me la quitaba por complacer a mi esposa, pero ella no hacía nada por mí. Skyler llevaba una semana sin hablarme, ni siquiera para despedirse de mi cuando iba al trabajo.
Éramos dos completos extraños en esa casa inmensa, llena de fotografías felices de nosotros, pero con dos huéspedes que no podía siquiera entablar una monótona conversación sobre el día a día. Así que era tiempo de ser yo mismo; el hombre que sepulté al convertirme en Ezra Wilde, pero que anhelaba cada día más volver a ser. Era el momento justo para dejarlo libre y salvaje como lo fue tiempo atrás.
Desempaqué toda esa ropa elegante que usaría, y lancé un par de jean, botas y camisas de cuadros que usé un par de veces y luego deseché en un rincón del armario. Solo usaba camisas planchadas de colores pasteles, relojes costosos y perfumes prestigiosos, aun cuando solo iba a comprar un muffin en la tienda. Yo no quería eso para mi viaje, así que me deshice de todo lo que me impedía ser yo mismo.
Usé un pantalón de mezclilla que solo hacía bulto en mi armario y enrosqué las mangas de una camisa naranja, con finas líneas de otros tres colores diferentes, hasta la altura de mis codos. Usé un perfume que compré algunos años atrás y saqué el reloj que mi papá me regaló cuando tenía veinte años; solo le cambiaba la pila cuando lo necesitaba. Sacudí todo lo que podía tener esas telarañas invisibles de la antigüedad y me alisté como Nicholas Eastwood: el mejor amigo del hombre que recordaríamos.
Me reverberé una vez más en el espejo y noté lo mucho que me gustaba lucir así, como el vaquero que asistía los fines de semana al Álamo a beber hasta emborracharse, el que seducía a cualquier mujer y el que iba a cabalgar por los sembradíos del rancho varias veces al día. Por primera vez en tantos años era yo de nuevo, y me llené de una felicidad que extrañaba más que respirar cuando nadaba en la laguna cerca del rancho.
No me importaba si Skyler no aceptaba quien era, porque yo mismo lo hacía.
Dejé la maleta sobre la cama y salí a buscar las llaves del auto para comprar un par de provisiones para el viaje. No tardaría más de unas horas para llegar a Charleston, pero necesitaba comida y agua para soportar el viaje. El frío exterior era tremendo, pero sabía que en mi pueblo no nevaría hasta la penúltima semana de diciembre, y aún faltaba unos días para ello. Allí estaríamos un poco más cálidos que en Memphis.
Escuché el sonido de mis zapatos sobre el piso de madera hasta cruzar la pared y encontrar a Skyler en la cocina, con dos platos en sus manos. Ella elevó la mirada y amplió los ojos al escanearme de arriba abajo y notar el cambio en mi forma de vestir. Noté cómo movió su garganta al tragar saliva y encaminarse a la mesa. Yo solo seguí mi camino hasta un tazón cercano a la puerta donde depositábamos todas las llaves.
Al sentirlas en mis manos, me dirigí a la puerta, cuando escuché su voz.
—¿No te quedarás a desayunar? —preguntó de forma apacible.
Me detuve con la mano en la manija y la mirada en las hendiduras en la puerta, debido a los cuadros que componían todo el trozo de madera de dos metros. No conocía las intenciones de Skyler ante el desayuno, pero no deseaba decepcionarla tal como ella lo hizo conmigo en la cena. Quité la mano de la manija y giré sobre mis talones, al tiempo que notaba su mirada sobre mí y un tazón de fruta picada en sus manos.
No respondí nada y solo me acerqué a la mesa en pequeñas zancadas. Deslicé la silla y me desplomé como cada mañana desde que nos casamos. Ella regresó a la cocina por un tazón de avena y lo colocó frente a mí, junto a unos croissants comprados la noche anterior. Ella también buscó su avena y se sentó frente a mí, al tiempo que colocaba la servilleta en sus piernas e ingería un poco de café con leche.
Permanecí en silencio mientras engullía las cucharadas de avena y masticaba un poco de pan. Skyler se comportó como siempre, a excepción que esa vez quiso hablar conmigo como una persona normal. Ella secó las comisuras de sus labios con la servilleta y llevó el vaso de agua a sus labios, mientras pensaba qué decir para iniciar una conversación que no terminara en una inminente pelea por quién era mejor.
—¿Ya te vas? —preguntó al regresar el vaso a su lugar.
Asentí con la mirada en la avena. No le daría cabida a iniciar una contienda por el mismo tema de antes. Ella ya había tomado su decisión, y yo la mía; no teníamos nada que decirnos que pudiera cambiar lo que pensábamos. Ella no cambiaría su opinión sobre los funerales, y yo no cambiaría los años de amistad que tuve con Charles por una mujer que apenas comenzaba a conocerme, y ni siquiera era mi verdadero ser.
No elevé la mirada hasta vislumbrar bajo mis pestañas como ella dejaba su cucharilla a un lado de la taza y elevaba la servilleta de sus piernas.
—¿Crees que podamos hablar antes de irte? —indagó algo más.
Elevé por completo la mirada y dejé de revolver la avena. Con el cubierto dentro del pequeño tazón blanco, le mantuve la mirada por lo que fueron solo segundos, pero pareció una eternidad. No diría que dejé de quererla, porque no lo hice, pero sí podía asegurar que el cariño que alguna vez tuve por ella comenzaba a disiparse.
—¿Para qué? —repliqué con las manos en la mesa—. ¿Vas a cambiar de opinión?
—Sabes que no puedo acompañarte —susurró al bajar la mirada.
—¿No puedes o no quieres?
Ella no subió el rostro o comentó algo al respecto. El silencio de Skyler fue suficiente para saber que no quería acompañarme, y la excusa del odio a las lágrimas solo era algo que usaba cuando no deseaba decir la verdad. Llevaba menos de una década al lado de Skyler, pero la conocía lo suficiente como para saber qué pensaba, cuándo lo hacía, qué quería y si algo no le gustaba pero era incapaz de decir la verdad.
Y ese mismo problema con relación a la verdad, fue lo que nos condujo a ese momento, cuando la relación pendía de un hilo y ni siquiera lo había notado. Estuve enamorado de ella, —o fue un maldito ensimismamiento—, no lo sabía, pero lo que sea que hubiese sido, me colocó una venda en los ojos con relación a la verdadera idiosincrasia de Skyler. Ella me apuñaló tantas veces por la espalda, que ya no tenía sangre que derramar por una mujer que fue una jodida maldición en mi vida.
No había nada más qué decir con relación a ello. Todas las cartas estaban sobre la mesa, y solo quedaba comenzar a girarlas y descubrir lo que ocultaban.
—Lo supuse —confirmé al levantarme de la silla.
Ajusté el cuello de la chaqueta y sujeté de nuevo las llaves de la camioneta. Estaba decidido a marcharme, así que fui por la maleta en la habitación y la rodé sobre la madera. No soportaba más esa situación, cuando siempre fui el estúpido que intentaba arreglar todo lo que Skyler dañaba. Ella lastimaba a diestra y siniestra, mientras el idiota de Ezra era siempre el que la buscaba para arreglar las malditas situaciones.
Estaba cansado de ser la jodida alfombra de una mujer a la que no le importaba si la amiga quería quitarle el esposo y creía que las discusiones se arreglaban por el puto sexo, que aunque me gustaba, no arreglaba nada. Skyler se convirtió en una mujer diferente de la que me enamoré, y no sabía si eso tenía arreglo. Así que lo mejor en ese momento de nuestras vidas era pensar por separado, sin sentirnos presionados.
No por eso iba a buscarme otra mujer; solo quería pensar bien las cosas y tomar una decisión acorde a una mente fría, y no a los tormentos de una cabeza incendiada. Arrastré la maleta por el pasillo hasta la sala, donde la encontré paseándose de un lado a otro, con las manos en su cadera. Algo le preocupaba, pero seguía con la jodida venda en los ojos que no me dejaba pensar con claridad y revolvía todo dentro de mí.
Seguí mi transitar hasta la puerta, justo cuando ella pronunció algo más.
—Ezra, espera —llamó de espaldas a mí—. No quiero que te vayas así.
—¿Así? Llevas una semana que no hablas conmigo, ¿y ahora me dices esto? —Me sentía tan ardiente como una estrella en el universo a punto de colapsar—. ¿Cómo carajos quieres que interprete tus palabras, Skyler? No quieres acompañarme, te molesta casi todo lo que tiene que ver conmigo y me estás colocando por debajo de Gaytra.
—No es así —comentó ella encaminándose a mí—. Yo te amo.
Me esforcé por no soltar una carcajada irónica. Eso no era amor, era algo que no tenía significado. Una persona que ama busca arreglar las cosas, no empeorar lo que en un principio podía tener solución. Y justo allí entendí que tampoco busqué soluciones, lo que me convertía en otro de los seres que tampoco amaba. ¡Diablos! ¿Acaso estaba despertando de mi ensimismamiento y veía las cosas como eran? ¿Acaso la venda que tenía en mis ojos se había caído al suelo y notaba quiénes éramos en verdad?
Sentí su agarre en mi brazo, vislumbré el brillo en sus ojos y como sus labios se despegaban el uno del otro para agarrar oxígeno. Skyler me ocultaba algo debajo de esas tupidas pestañas, ese ligero color rosa en sus mejillas y los ojitos de cachorro perdido que colocaba cuando algo no resultaba de acuerdo al plan. Ella siempre tuvo un poder sobre mí, pero ya no sentía esa mano invisible conduciéndome por donde quería que fuera o haciendo lo que ella demandaba hacer cada vez que quería.
—¿Crees que esto es amor? —repliqué—. Ya no sé lo que tenemos.
—¿Qué significa?
No era tiempo de andar con rodeos, cuando lo que más deseaba era decir la verdad, aunque doliera como el infierno despegarme de ese adhesivo que me protegió durante todos esos años. Quizá era agradecimiento lo que sentía por Skyler, pero más allá de eso, un vacío siempre permaneció en mi pecho, y ni ella pudo llenarlo.
—Creo que estaremos bien si permanecemos separados un tiempo.

Sort:  

Duro, pero cierto, espero que después no se ponga a pensar que fue el reencuentro de Andrea y se culpe, porque desde hace tiempo había señales de que ese matrimonio estaba a la deriva, no se puede seguir así . Y lo mejor fue que no tuvieron hijos, ya que seria mas difícil una separación, o darte cuenta en que se fallaba, porque los niños absorben y desgastan relaciones, paro aquí la desgasto la no-comunicación. El engaño.

Por fin parece que volvio nuestro Nicholas el que no se deja manipular, el que quiere vivir y ser feliz al fin esta pensando desacerse de esa bruja manipuladora de Skyler vamos vaquero tu taheña te espera.........

Por fin se está dando cuenta de cómo es en realidad la zorra de Skyler xq nunca lo ha querido y como ya la dejo Steve ya quiere seguir con Ezra es una maldita y la odio esta bien que se vaya y se reencuentra con Andrea

¡Por todos los dioses sexys! 😍😍😍🙈 releer el capítulo una y otra vez :3 que felicidad tan grande, al fin te despegas de esa garrapata llamada Skyler, Ezra. No sabes cuanto te amo y lo feliz que me haces, ahora ve por Andrea y hazla tuya 💜

OMG

OMG

OMG

¡¡¡SIIIII!!!

Estoy que suelto improperios por la emoción.
¡Demonios! No me lo creo

No hay un emoji quee demuestre todo mi emoción, si pudiera dejar audios estarías escuchando mis gritos fangirl de este momento.
¡Por Dios! Quiero llorar de alegría :')

Me encanto...al fin esta abriendo los ojos
Cuando le abra corazon a Andrea 😍😍😍😍de nuevo

Por fin vuelve a ser Nicholas y dejó ese encantamiento que tenia por Skyler. Va por el buen camino...

Por fin... se deshizo de ella o casi, casi ya falta poco para que Ezra se quite totalmente la venda de los ojos ...
Gracias por actualizar.

Por fin se dió cuenta de que ese matrimonio no tiene pies ni cabeza, no solo hablamos de la traición de Skyler sino también por su falta de interés para con él.

Si ella no estaba dispuesta a darle su lugar y trabajar en su matrimonio no se hubiera casado pero claro ahora que el otro le dijo que ya no podían seguir con su relación y que Ezra le ha pedido tiempo siente que se queda sola.

Ojalá Ezra se decida a separarse de ella pues no le aporta nada a su vida.

Odio a skyler. Nicolás tomó una excelente decisión

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