Confesionario: Nunca me voy a caer.

Esta es mi queja.

Si hay algo de lo que me culpo constantemente pero al mismo tiempo no me arrepiento, es de ser apasionada, intensa.

He pasado toda mi vida con burlas, con susurros tóxicos, con miradas extrañas y hasta falta de atención hacia mis pasiones, mis virtudes y mis aficiones. Para mucha gente pareciera ser una tontería, no se. Reconozco que mi mayor delito es ponerme triste con facilidad cuando las cosas que realmente añoro con el alma no se dan.

^{Sin embargo lucho por ellas.}

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Y en esta reflexión tan breve caí en cuenta de algo importante: de lo valiosa que soy y de lo ciega que puede ser la gente al no darse cuenta de su propio valor y el de los más. Conozco gente que es pro- expresión. Exprésate como quieras, muestra lo que quieras, lucha por tus sueños. Pero cuando alguien lo hace, la reaccion es renuente, incoherente, incluso burlona.

Hoy me puse muy triste porque había una oportunidad que me tenía muy ansiosa y que deseaba con todo mi corazón hacer. Sergio Marchi, periodista argentino de rock desde hace ya 30 años, quien se dio a conocer a través de su libro "No digas nada", proyecto casi biográfico de Charly García (e impulsado por el mismo Charly) iba a estar dando un diplomado de periodismo de rock con reconocimiento internacional y 3 meses de duración.

Estaba muy ilusionada pensando casi a quién pedirle dinero para pagar tal cosa; la necesitaba . Era una inversión para mi educación y no solo eso, era una forma de estar un poquito más cerca de uno de mis ídolos.

Así que hoy recibí la triste noticia que el costo total del curso es de un valor de 400 dólares. Por supuesto, totalmente incoherente y elevado para mis posibilidades económicas, e incluso bastante imposible como para pedirlo prestado.

En fin, son esa clases de cosas que causan una desmotivacion terrible en mí y que me hace necesitar un jalón de brazo, un abrazo y una nueva forma de ver la vida, una forma alterna mediante una voz externa que pueda decirme "No importa, puedes hacer tal cosa", o al menos una solución bendita y totalmente descabellada.

Pero por supuesto no pasó ninguna de las dos, y esta vez me tocó optar por sacudirme la insatisfacción y pensar en otros nortes.

Y es que con quien puede hablar uno esto cuando está tan lejos de casa, cuando me siento sola o cuando la ansiedad me ataca y no me deja pensar con estabilidad.

Yo soy siempre un manojo de sensibilidad y sentimientos, quizás eso es lo que pareciera ser el elemento más molesto para los demás. Pero me siento y me pongo a pensar que se que no soy la única que se comporta así, que se qué hay la posibilidad de que en algún momento de mi vida alguien pueda entender a largo plazo (sin falacias, comportamientos crueles o interrupciones) todo lo que pasa por esta mente que explica casi todo.

Y otra pequeña revelación que me acompañó ayer en la madrugada más creativa que he tenido estos últimas 3 semanas es que solo hay una sola cosa, una verdadera cosa que siempre estará ahí: la música.

La música siempre va a estar dispuesta, ella siempre está ahí. A toda hora, ella nunca duerme, ni siquiera en mi cerebro.

Ayer me sentía muy triste y la música me abrazo tanto que me hizo hacer 5 canciones. ¿entienden lo que significa hacer 5 canciones? Mi voz sonaba un poquito celestial y todo, diferente. Como cuando estás perfectamente engranado con lo que amas.

Muchas veces me desmorono con facilidad y me dan ganas de llorar todo el día, pero hay una fuerza interna demasiado poderosa y casi cósmica que me dice que no me puedo caer, no me deja caer así que me quiera hundir en la mierda; a veces siento que esa voz es mi mamá. Hay luchas que aún no he ganado, pero estoy por enfrentarlas y no me avergonzaré de perderlas (si llegara a pasar).

Soy tan joven. Tengo tan solo 20 años y una infinidad de días (o eso creo yo) para seguir construyendo mis metas y para pensar que mis sueños tienen lógica, para estar más cerca de un hecho y no de una ilusión. Soy tan pequeña y tan tonta a veces que me abrazo porque lo sé, y por eso es que la música está ahí. La música también me pide que me levante (aunque la abandone un par de veces a la semana por falta de encuentro personal) y drene todo ese malestar que puede acongojar mi ánimo.

Ayer la música me tendió la mano como nunca, me reencontré con ella y me lleno de besos y caricias. Dormí un poquito más aliviada que los días anteriores porque sabía que había cantado con el corazón, pero lo más importante que hice fue cantarme a mí misma. Darme ánimos a través de mis cuerdas vocales y mis letras improvisadas que, bien aunque no son canciones oficiales, se documentaron a través de mi teléfono para analizarlas un poco después.

Y es que quien te va a juzgar por componer una canción intensa a las 3 am? Si de ahí nacen los sentimientos más puros, si ahí se siente el extasis de intimidad y soledad, en mi caso.

Y no pierdo la esperanza aunque me caiga un ratito, porque sé que leeré esto en algún momento y sabré que lo logré. Hay demasiado norte esperando mi obra.