Venezuela, un país rico pero no feliz.

Para el año 1950, mientras el resto del mundo luchaba por recuperarse de la Segunda Guerra Mundial, Venezuela era el cuarto país más rico del planeta, medido por el tamaño de su Producto Interno Bruto (PIB, suma total de riqueza generada en bienes y servicios) por habitante. Este nuestro país, en algún momento considerado “el sueño americano del Sur”, era dos veces más rico que Chile, cuatro veces más rico que Japón y 12 veces más rico que China. Hasta hace pocos años era el país más rico de América Latina y que hoy está sumido en la miseria, pese a que todavía contamos con las reservas petroleras más grandes del mundo, superiores a 300.000 millones de barriles, casi 10 veces más que las de todo Estados Unidos, y superiores en 30.000 millones de barriles a las de Arabia Saudí.

Con un clima que todavía no ha cambiado para sentarse al aire libre y disfrutar el fresco de la tarde, cuando la delincuencia lo permite, las familias se relajan con valeriana, cada vez que ven las noticias del país por Instagram, Twitter o el Internet. Con un paisaje de las principales avenidas que si ha cambiado y se ha vuelto irreconocible; basura, indigentes, colas y maleantes se elevan como un bosque artificial y una sociedad divida y una cultura de comprar barato y vender caro que ha ganado terreno.

La gran mayoría de la sociedad viven en un gueto, aislados y controlados por un gobierno corrupto y que se dice democrático, que hace que el día se torne más largo y estresante, donde la desnutrición y el hambre se ha apoderado del país, donde los hospitales carecen de suministros básicos. Con un éxodo de venezolanos a otros países huyendo de la crisis económica, líderes políticos divididos y que han perdido la confianza del pueblo y son considerados corruptos o amigos del gobierno. Pero esta agonía de pobreza y violencia, solo se aplica a algunos. La minoría adinerada y los políticos en el exilio, todavía beben cócteles, disfruta de las noches en el bar y come sushi mientras viven sin inmutarse por la agitación fuera de sus paredes.

La verdadera sociedad de Venezuela son víctimas de un gobierno que causa desgracia y lo menos que se puede hacer es solicitarle formalmente a los países del mundo su intervención inmediata, para de que haya un gobierno diferente con políticos diferentes y no corruptos; que ayuden a prevenir el fracaso del país a gran escala, minimizando así el impacto de la crisis humanitaria y las salidas masivas de refugiados, por no mencionar el tráfico desenfrenado de drogas y el lavado de dinero, en la estabilidad regional y mundial.