Olvidado en el rio. Algo que me pasó de niño.

Les traigo en esta oportunidad una anécdota real que me ocurrió cuando era niño, tenía como seis o siete años.

Los fines de semana era de costumbre que fuéramos al rio. Mi familia somos de Cantaura, Edo. Anzoátegui, y el rio a los que frecuentábamos ir eran San Miguel, Guanipa y Mapiricure. Pero mayormente el destino era el rio Guanipa. Los domingos nos alistábamos desde temprano para poder ocupar el mejor puesto a orillas del rio, el puesto ideal era debajo de árboles para cubrirnos del sol y poder guindar unas hamacas o chinchorros, colocar las sillar y hacer la fogata para que mi mamá preparara la sopa. Llegábamos a eso de las 8 de la mañana o 9 a más tardar, y desde ese entonces era a jugar, bañarnos, armar los castillos de arena, lanzarnos desde una pequeña montaña donde había un pequeño chorrito de agua natural.

Estas idas al rio no solo eran con nuestro miembro familiar, sino con vecinos, primos, compadres de mis papás, sus hijos, y nosotros. Antes de que mi papá tuviera su camioneta, íbamos en un Malibú del compadre de mi papá, parece loco, pero íbamos hasta 15 personas en ese carrito, la mayoría éramos niños, y hasta iban personas montadas en el maletero. El rio no queda tan lejos, a media hora más o menos.

Ya cuando mi papa compró la camioneta, la cosa se fue poniendo más cómoda, cada familia iba en su carro, pero a la vez se unía más gente y el grupo era mayor.

Una de esas veces, ya a eso de las cuatro de la tarde, cuando comenzábamos a recoger las cosas para devolvernos a nuestras casas, los más pequeños éramos los primeros que nos montábamos, esperando a que terminaran de recoger las cosas, yo estaba montado en la parte de atrás de la camioneta, y como aún faltaban cosas que guardar, vi la oportunidad de tomarme un tiempo para agarrar unos peces. Me baje, agarre una botella de refresco y me puse en la orilla del rio a ponerle pan e intentar que los peces ingresaran en la botella. Tal parece que no se dieron cuenta que me había bajado del carro, y también como habían muchos niños en el rio, no pensaron que el que estaba agachado a la orilla del rio con la botella de refresco era yo.

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Confiados de que ya estaba montado en el carro, (los de atrás pensado que iba en la parte de adelante, los de adelante pensando que iba en la parte de atrás), de que todos íbamos en el carro, decidieron partir. A mí se me paso el tiempo esperando que un pez ingresara en la botella. Al rato cuando me doy de cuenta y desisto en que no voy a poder agarrar uno, me levanto y doy vuelta. Cuando miro, el carro no estaba, no había nadie conocido, el rio empezaba a quedarse solo a esa hora, entro la desesperación en mí, comencé a llorar y arranque a correr hacia la salida de la carretera, todo desesperado, llamando a mi mamá, mi papá… en esas que iba corriendo me hizo que me detuviera un muchacho, me preguntó:

• ¿Qué te pasa?.

Le dije que me habían dejado, que todos se habían ido. Él sin saber que hacer me dijo:

-Espera acá, le voy a decir a mi gente para ayudarte.

Al ver que se daba la vuelta, yo arranqué a seguir corriendo, el camino se me hizo lejos para salir, pero finalmente logre llegar a la carretera. Me fije hacia los lados y crucé. Y como todo un experto, comencé a sacar mi dedito pulgar a pedir cola, aun llorando todo desesperado.

Lo de pedir cola lo aprendí de unos primos en Campo Mata, cuando íbamos a buscar leche en el campo que cuidaba un tio, muchas veces pedíamos cola, otras veces nos tocaba caminar.

En una de esas, pasa un carrito, iba una señora, un señor y una niña, se detuvieron y me preguntaron que para donde iba y les respondí que me habían dejado en el rio y que iba para Cantaura. Me pidieron que me subiera al carro y arrancamos. Me preguntaron la dirección, número de teléfono, y yo me sabía todos los datos. Ellos llamaban y nada, aun no había nadie en la casa. En eso que íbamos en camino, veo la camioneta de mi papa pasar en sentido hacia el rio, les digo que ese es mi papa y ellos dan la vuelta e intenta seguirlo, pero al regresarnos, no vimos hacia donde agarraron. Y bueno, seguimos el rumbo a Cantaura. La mayoría se habían quedado cerca del puente “El Ahorcado”, mientras iba el grupo de búsqueda de vuelta al rio. Yo no me fije, iba envuelto en un mar de llanto.

Entramos a Cantaura, recuerdo que era carnaval, porque las calles tenían muchas bambalinas, las aceras estaban pintadas, las calles tenían dibujos. Las personas que me llevaban nunca habían entrado a Cantaura, eran de Barcelona y se dirigían hacia allá.

Recuerdo que cuando llego a la casa, vemos que nadie había llegado, y me refugio en la casa de los vecinos, los abrace llorando, los adultos empezaron a hablar, y yo llorando que me habían dejado, explicándoles lo que había pasado. Ellos comenzaron a buscar manera de comunicarse con mis padres para informarles que yo estaba allá, que ya había llegado y estaba con ellos.

Los que me dieron el aventón, no pudieron quedarse y se fueron, agradeciéndole previamente ellos que me habían llevado sano y salvo a mi casa.

Finalmente llegan mi familia, mis padres todos preocupados, mi mamá llorando, y yo aún más… que por qué me baje del carro, si estaba bien, una amenaza de paliza (pegarme) no podía faltar…

Realmente les cuento esto de mi con un poco de gracia interna, pero fue una experiencia que dejo huella en mí. Y he aquí donde entiendo que con el mínimo descuido un niño puede extraviarse, con la mínima distracción.

Días después, todo vuelve a la normalidad, y cuando llego a la casa después de un día de escuela, mi mamá me comenta que las personas que me llevaron habían llamado, preguntaron que cómo estaba y hablaron de lo sucedido. Solo esa llamada de ellos, quizás en ese momento se identificaron, pero realmente no me dijo mi mamá sus nombres y ella tampoco lo recuerda.

Bueno estimados compañeros, me despido hasta una nueva oportunidad, sin más que recordarles que pendiente con sus hijos o los niños que tengan a su cuidado, somos muy distraídos a esa edad, y se nos pueden perder de la vista en cuestión de segundos.

Saludos.