¿Es Don Quijote de la Mancha un cuadro de la Venezuela de hoy?

A mí me parece, quizá esté viendo fantasmas donde no los hay, pero voy explicarme de la mejor forma posible.
Alonso Quijano es un noble que por distintas circunstancias se ha empobrecido, como es un apasionado por la literatura de tipo fantástica (castillos, caballeros, princesas) llega a un punto en donde experimenta cierta disociación y ya no distingue entre la realidad y la ficción.

Se cree un heroe, vencedor de mil batallas, y con una supuesta armadura sale a conquistar a su dama: Dulcinea del Toboso; termina haciendo un enorme ridículo, aunque él está convencido de ser un caballero. Que triste.

Venezuela es ese "Hidalgo" que se ha empobrecido, mi abuela me cuenta de aquellos años donde mi país era el paraíso turístico del mundo, fuimos el primer productor de petroleo a nivel mundial, la economía era más que estable e inclusive nuestra moneda, el Bolívar, estaba prácticamente a la par del amado/odiado Dolar americano. En aquellos días, me refiere la abuela, el Bolívar si era "fuerte". colombianos, portugueses, chinos como piedra picada, italianos, y familias de muchas otras nacionalidades venían a Venezuela a buscar una mejor calidad de vida.

Pero un día se empobreció, quizá de tanto leer sobre comunidades utópicas, de sociedades más "justas", de una mejor distribución de la riqueza; aquel país miembro de la nobleza mundial, ahora es un hidalgo, un noble que se ha empobrecido. Tal vez el problema no fue la lectura, sino la gente, pero de cualquier forma ahora mi país vaga como un esquizofrénico en una completa disociación de la realidad, tal cual como El Quijote. Nuestro problema probablemente ya raye en una disociación que es psicótica: creemos que la fuente del problema es uno solo.

En nuestra ilusión nos enamoramos de una nación hermana, la ayudamos, la sostuvimos, y hasta luchamos por ella; pero ahora, en medio de nuestros males, todos nuestros enamorados nos han dejado. Cual aves de rapiña que sólo toman lo que necesitan de su victima y se van, así nuestra Dulcinea nos ha dejado mientras nosotros seguimos soñando en batallas de caballería, en defenderse del enemigo, y en una resiliencia que, en la mayoría de los casos, ya toca la estupidez. Ni siquiera el Sancho que siempre estaba a nuestro lado (a buen lector pocas palabras), como fiel escudero, está dispuesto a seguir en esta lucha desigual, titánica, faraónica, y como lo dije, estamos solos.

Puede ser que este sea el momento que Dios estaba esperando para que levantemos nuestros ojos a Él y busquemos su ayuda para que así, como el famoso personaje de Miguel de Cervantes, enfermo y a punto de morir, recuperemos la razón, pidamos perdón por todas nuestras locuras, y vengan del cielo tiempos de refrigerio. Vaya que los necesitamos.

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