En el desierto

in #spanish4 years ago (edited)
Este cuento está basado en un hecho real que le sucedió a mi hijo, el único que tengo; él, como muchos venezolanos, dejó su tierra para buscar un mejor presente. El futuro aún no lo conocemos. Por lo tanto, es un homenaje a todos los jóvenes inmigrantes que tienen sueños y no se dejan vencer por las adversidades.

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Es de noche en Atacama, sopla la brisa del desierto; en momentos se detiene, el calor ahoga; de repente emerge el frío y es él quien te amenaza, te envuelve.

La grúa estaba instalada en una vieja mina, su trabajo era pasar la noche allí, despierto, vigilando aquel monstruo de máquina; ya tenía dos meses de haber llegado de Venezuela; muy rápido consiguió ese trabajo, le dieron un uniforme y un celular por el que debía llamar cada hora y decir: "Sin novedad".


Fuente

Había dedicado casi toda su vida a leer y a entrenar. Hasta hacía poco era un hombre con futuro; nunca se imaginó trabajando de vigilante en el extranjero, pero tenía las fuerzas y las garras para salir adelante.

Fue aprendiendo a despertarse automáticamente antes de la hora; muchas veces contestaba dormido como sonámbulo: "Sin novedad".

Dormía dentro de la grúa. Su cama era en una sábana; contaba con una planta eléctrica para tener cargado el celular y un bombillo de poco voltaje.

A lo lejos, a algo menos de un kilómetro, había una luz titilante, pero nunca quiso llegar hasta allá; en la grúa lo dejaba el transporte y allí se quedaba hasta el amanecer; cuando el vigilante diurno llegaba.

Una noche la planta eléctrica falló, y se encontró de frente con la soledad, con la inmensidad de la noche del desierto, sin celular para conectarse con el mundo.

La brisa trajo un extraño sonido, se pegó a una esquina de la cabina; a lo lejos la luz titilante parecía brillar con más fuerza, se arrepintió de no haber ido alguna vez hasta allá, no veía nada, pero sabía que algo extraño se acercaba. Sintió miedo, se quitó la correa, era lo único con lo que podía defenderse. Volvió a mirar hacia la luz y vio que una linterna pendulante se acercaba a grandes pasos, volvió a scuchar el sonido, ahora estaba seguro: eran unos aullidos . Gritó sin querer, los aullidos fueron entonces más cercanos. El hombre de la linterna respondió a su grito con otro; un grito largo y agudo. Apuntó con la linterna y los zorros huyeron.

Los bolivianos fueron los dueños de esa zona en un tiempo; en Chile dicen que ellos son malos, y son tratados con desprecio por la mayoría de las personas. Este vivía solitario allí, vino agitado, pero amable y sevicial:

-Tiene que hacer siempre una fogata -le dijo- esos zorros son fastidiosos, seguro que olfatearon su comida; ellos le temen al fuego. Lo que sí son peligrosas son las arañas, son venenosas.

El boliviano lo acompañó hasta el amanecer.

Así hizo su primer amigo como inmigrante, en el desierto más árido del mundo.

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