Había una vez una hermosa princesa, hermosa porque a diferencia de las bellas princesas esta era sincera por no decir autentica. Ella era una princesa con un corazón en verdad noble. Vivía en un bosque encantado bellísimo, donde todos los seres que allí habitaban, la adoraban por considerarla especial, y en realidad lo era.
Pero esta princesa tenía una particularidad, ella permanecía en ese sueño profundo que representaba su vida en el bosque encantado y no conocía más allá de esa realidad.
Un día particularmente especial y maravilloso, llegó al bosque un hermoso príncipe, hermoso porque a diferencia de los bellos príncipes este poseía un espíritu misteriosamente inquieto por no decir aventurero. Al encontrarse los dos seres algo fascinante ocurrió: El amor despertó a la princesa de ese entrañable sueño que había tenido toda su vida, lo cual fascinó al príncipe quien nunca había conocido una princesa que despertara en él tantas emociones, pues misteriosa era en verdad su inocencia y la nobleza de su corazón. Y así pasaron unos días hermosos viviendo ese idilio maravilloso y secreto pues los seres del bosque desconocían tal idilio, ellos no habían sido hechizados por el amor y continuaban disfrutando de sus apacibles días en el bosque encantado. Inexplicable era la felicidad que albergaba el corazón de la princesa que ahora enamorada lucía una belleza inimaginable. Al igual el príncipe ahora más majestuoso pues la princesa lo había encantado apaciguando el ímpetu de su espíritu inquieto y misterioso.
Pero un día las hadas encantadas que siempre acompañaban al príncipe y siempre lo habían amado, celosas y molestas por el abandono y la honda nostalgia que ello les producía, elaboraron un hechizo poderoso a fin de que pudiesen despertar nuevamente en él ese espíritu aventurero y tormentoso que tanto adoraban. Así que inquieto despertó un día el príncipe deseando salir del bosque encantado y retomar esa vida que algún día había abandonado. Enternecido sin embargo por la veneración que le profesaba la princesa, prometió a ésta volver y rescatarla pues aún la consideraba su adorada amada. Y la princesa tranquila lo dejó ir pues era tanto su amor que solo deseaba la felicidad del príncipe y confiada y esperanzada lo esperaría. Pero los días fueron pasando y pasando y la princesa esperando… El príncipe se había ido lejos del bosque encantado pues de tal sueño había despertado. La princesa tristemente al ver que su amado príncipe no regresaba deseó desesperada volver a su viejo sueño y olvidar alguna vez haber estado enamorada. Pero mientras más olvidaba el príncipe a la princesa encantada, más extrañaba la princesa a su príncipe amado. Luego de haber transcurrido lo que la princesa creyó una eternidad, enormes lágrimas empezaron a brotar de sus hermosos ojos no pudiendo reconciliar el antiguo sueño. Las amargas lágrimas fueron recorriendo todo su ser cubriendo así sus nobles sentimientos y borrando para siempre su misteriosa inocencia, convirtiéndose en una princesa igual a las demás solamente bella pues el dolor que sintió le dejó solo una huella: el vacío ahora presente en ella.
A todas estas el bosque encantado y todos sus seres nunca conocieron la historia de la princesa pues no habían sido hechizados y siguieron amándola aun sospechando que algo había cambiado en su hermosa princesa. Pero en el bosque encantado vivía también un ángel, quien conocía el secreto de la hermosa princesa. El ángel que, enamorado se quedó prendado del bosque encantado y la belleza de su princesa, quiso quedarse y emocionado observar el idilio secreto de los príncipes enamorados. Entristecido ante el desconsuelo de la ahora desconcertada princesa, el ángel deseó desde lo más hondo de su corazón devolver a la princesa el sueño del cual nunca debió haber despertado. Y así un día mientras ella tranquila dormía, el ángel se le acercó y un beso en su rostro dejó. La princesa no volvió a despertar pues al fin había vuelto a su bosque encantado como si nada hubiese pasado. Y así trascurrieron diversos años, y ella feliz sin recordar algún daño. Y el ángel enamorado creyó al fin haber recobrado el brillo de aquellos días de antaño. Por fin un día por cosas de la vida y sus realidades, volvió casualmente el príncipe al bosque encantado, ahora desgraciado pues víctima era de su espíritu atormentado cuya sed, en el verdadero amor, había en otros tiempos saciado. Al ver a su hermosa princesa deseó en lo más profundo de su corazón nunca haberla olvidado pues grande fue su emoción al haberla reencontrado. Y al mirarla intuyó sin embargo que algo en ella había cambiado: La princesa lo había olvidado. El príncipe desesperado inútilmente trató de despertarla del sueño que otra vez la había atrapado, y recordarle de ese hermoso y secreto idilio del que mutuamente habían disfrutado. Pero la princesa con una mirada ausente le habló y extrañada le confesó nunca haberlo amado. ¡Deplorable eran pues los acontecimientos y al presenciar aquello, tristemente lloró el ángel enamorado, él en verdad había obrado en bien a un corazón desdichado! Y con hondo pesar se retiró el príncipe del bosque encantado pues sabía que un idilio como ese nunca más habría encontrado. Y con hondo pesar se despidió la princesa del príncipe, pues extrañamente sentía como si algo le hubiese sido robado. Y así continuaron los días en el bellísimo bosque encantado y su hermosa princesa en éste, soñando una realidad que le había regalado un ángel enamorado, y así continuó el príncipe buscando en su propia realidad ese bosque encantado y su hermosa princesa a la que alguna vez tanto había amado.
Agradecimiento especial a
@michellemusica por la realización de las hermosas ilustraciones (MediBang Paint Pro & Illustrator)
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