La idea: el Dios de las historias en la literatura. La comunión entre el escritor y Dios. Algunos consejos y un ejercicio para ejercitar la escritura creativa.

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Vamos dándole un poco de orden a los artículos que he estado escribiendo respecto al tema del oficio de la escritura. Y para ello, empezaremos a proponer reflexiones y aspectos básicos que son cruciales, y que desde mi humilde experiencia, debemos trabajar quienes deseamos ser escritores. Es decir, partamos del tema de la escritura creativa primeramente.

Así que lo primero que debemos abordar no es el tema del ya famosísimo “síndrome de la hoja en blanco”. Ese es un reto que debe de quedar saldado cuando realmente estamos comprometidos a escribir ficción en cualquiera de los géneros literarios que existen. Y eso es así, por el simple y valioso hecho de que las ideas están ahí, dominando el mundo de la ficción como un Dios. Solo hay que buscarlo.

Para eso, es necesario en principio, realizar una serie de pasos que resultan sencillos una vez que son parte de nuestros hábitos. Se entiende que para que un hábito sea precisamente eso, es necesaria la repetición continua e ininterrumpida. El hábito se forjará y el acercamiento a nuestra madurez creativa también. La clave, realizar con un compromiso real estos pasos que a continuación señalo.

• Intentando descubrir las ideas. Nuestro Sherlock Holmes oculto.

Lo primero que debemos de reconocer es que las ideas, desde los orígenes de la humanidad han estado ahí. De hecho, en cierta forma son un elemento que permitió el desarrollo de la civilización y la cultura cuando el hombre empezó a pensar. Se volvió, se dice, un animal “racional”. Y como las ideas han acompañado en el camino de la historia al ser humano, solo se deben tomar de la mano.

Como escritores que queremos ser, debemos de entender que en la ficción, que es un mundo posible; el Dios es posible de conocerlo, a diferencia del mundo real. Y ese Dios es precisamente la idea. El escritor debe más que acercarse a ese Dios, descubrir su esencia y plasmar las historias de manera coherente y con un lenguaje que plasme una belleza creativa. Para eso necesita realizar los siguientes pasos:

o Buscando ideas para las historias en uno mismo. Sherlock Holmes oculto.

Lo primero que debemos de llevar a cabo es un ejercicio de introspección y diálogo con uno mismo. Algo así como estar acostado y estar mirando el techo como si hay estuviera la historia que solo deberíamos copiar. Podemos empezar a realizar la escritura de algunos fragmentos sobre algunos pasajes de nuestra vida. Es un ejercicio psicológico de rescate de algunas vivencias que son representativas.

Pongamos de ejemplo lo siguiente: supongamos que a mí me traumatiza el hecho de que los niños se burlen por tener un defecto. Por eso, y en un espíritu de negación, invento un mundo en el que todo fuese al revés en cuanto a criterio estético. Que en realidad los feos fuesen “los bellos” y viceversa. Surge ahí una amplia posibilidad de historias. Sherlock Holmes encontraría una pista clave.

o Buscando ideas en las conversaciones. Nuestra Tina Modotti oculta.

Se insiste mucho en que un escritor debe aguzar su espíritu de observador. Eso es muy cierto. Incluso se debe ir más allá. Debe uno ser, con la discreción necesaria, aprender de las conversaciones que rebasen el elemento de la trivialidad. Muchas veces una frase desencadena una frase desencadena una gran historia de 500 páginas.

Las conversaciones se dan en todos lados y de manera continua. Pensemos que vamos caminando por la playa y al ser un destino turístico escuchamos a unos extranjeros y al desconocer su idioma, empezamos a pensar en lo que están hablando. Empezamos a inventar una historia. O mejor aún, en vez de hablar, la manera de comunicarnos sería por palmas. Tina Modotti tendría su imagen.

o Buscando ideas en la lectura. Nuestro Jorge Luis Borges oculto.

Se insiste mucho que para escribir, es necesario leer mucho. Es verdad. Con ello se amplía nuestro vocabulario y se explorar nuevas posibilidades narrativas. Leer nos acerca a ese ritual libresco en el que le damos vida a las historias que se encuentran en los propios libros. Como el vino que se añeja con el paso del tiempo, quedaría lo mejor de la uva. Así las lecturas, quedarían grandes ideas.

Iríamos construyendo nuestra propia biblioteca de ideas. Las cuales consultaríamos una vez clasificadas en nuestra mueblería creativa para tomar algunas de ellas y desarrollar una historia. Nos volveríamos unos bibliotecarios de historias potenciales que están próximas a escribirse. Jorge Luis Borges caminaría por sus preciados libros.

• Ejercicio. La técnica del “binomio fantástico”.

Toma dos palabras sin relación entre ellas y desarrolla una historia. Esa dualidad de palabras dispara nuestro pensamiento creativo.