5 de julio de 1811 ¿Día del consentimiento de los gobernados?
En Venezuela se suele conmemorar esta fecha con orgullo porque varios representantes políticos se reunieron para declarar la independencia absoluta de la Corona de España mediante un acta, forjando así una nueva nación independiente. La mayoría de las teorías políticas podrían asumir que aquí nacería el contrato social que nos vincula a este nuevo Estado-Nación pero ¿realmente se da el caso?, un problema importante con esta teoría es que así como Venezuela se independizó de la Corona Española, bajo el mismo argumento, los estados e incluso municipios deberían tener la misma potestad para separarse (secesionar), irónicamente esto es visto como traición a la patria, si no nos es posible mostrar disentimiento a este supuesto contrato que tenemos con el Estado venezolano, entonces este resulta ser inválido y hemos estado viviendo bajo una autoridad política ilegítima.
En "conmemoración" a esta fecha tan especial recolecto algunas citas de mis filósofos políticos favoritos sobre el consentimiento de los gobernados, las constituciones y el contrato social.
«La Constitución no tiene obligación o autoridad inherente. No tiene obligación o autoridad alguna, excepto como un contrato entre los hombres. Y ni siquiera pretende ser un contrato entre personas que existen hoy. Pretende, cuando mucho, ser sólo un contrato entre personas que vivieron hace ochenta años. Y puede suponerse que haya sido un contrato sólo entonces re personas que ya habían llegado a edad de criterio, para ser competentes para hacer contratos razonables y obligatrios. Además, sabemos, históricame, que incluso sólo una pequeña porción de la gente que existía en ese entonces fue consultada al respecto, o se le permitió expresar su acuerdo o desacuerdo de alguna manera formal. Esas personas,que sí dieron su consentimiento formalmente, están muertas hoy. La mayoría de ellos han estado muertos por cuarenta, cincuenta, sesenta o incluso setenta años. Y la Constitución, como era su contrato, murió con ellos. Ellno tenían derecho ni poder natural para hacerla obligatoria sobre su hijos. No es solamente imposible, en la naturaleza de las cosas, que ellos pudieran vincular a su posteridad, sino que ni siquiera intentaron hacerlo. Es decir, el instrumento no pretende ser un acuerdo entre nadie más que “las personas” que existían entonces; ni pretende, expresa o implícitamente, imponer ningún derecho, poder o disposición, de su parte, de vincular a nadie más que a ellos mismos». —Lysander Spooner, Sin traición: La constitución sin autoridad.
«Cuando un aparente consentidor ha tratado de hacer algo distinto del consentimiento (o no ha tratado de hacer nada en absoluto), o cuando, como resultado de la incapacidad, la ignorancia, la confusión o el fraude, no comprende plenamente lo que se considera que ha consentido, no existe un consentimiento vinculante (o sólo está debidamente circunscrito). Cuando el extranjero (muy) confundido, hablando (muy) poco inglés, intenta pedir una libra de mortadela con las palabras: "Consiento en tu autoridad sobre mí". no ha consentido nada. Sólo cuando las palabras apropiadas, acciones, o la inacción se utilizan intencionalmente con conciencia de su importancia puede darse un consentimiento vinculante». —A. John Simmons, «Justification and legitimacy. Essays on Rights and Obligations»
«Todos los Estados modernos, al rechazar reconocer el disentimiento explícito, hacen que la relación con sus ciudadanos no sea voluntaria. La mayoría de justificaciones del consentimiento implícito fracasan, ya que la mayoría de ciudadanos saben que las leyes del Estado se les serían impuestas independientemente de si llevaran a cabo los actos particulares a través de los cuales supuestamente comunican consentimiento. En el caso de los Estados que niegan cualquier obligación de proteger a ciudadanos individuales, la teoría contractual fracasa por la razón adicional que, si alguna vez hubo un contrato social, el Estado ha repudiado su obligación central bajo ese contrato, por lo que libera a los ciudadanos de las obligaciones que hubieran tenido bajo ese contrato». —Michael Huemer, El problema de la autoridad política.
«¿Debe cada persona dar su consentimiento? Si no, ¿cuántos deben hacerlo y qué opciones tienen los que no dan su consentimiento? ¿Qué forma debe adoptar el consentimiento — verbal, escrito, explícito, implícito? Si es implícito, ¿cómo debe registrarse? Dado que la composición de la sociedad cambia constantemente, debido a los nacimientos, las defunciones y la migración internacional, ¿con qué frecuencia deben los gobernantes confirmar que conservan el consentimiento de los gobernados? Y así sucesivamente. La legitimidad política, al parecer, presenta una multitud de dificultades cuando pasamos del ámbito de la abstracción teórica al de la realización práctica. [...] Nunca he recibido una oferta de mis gobernantes, por lo que ciertamente no he aceptado ninguna; y en lugar de consideración, no he recibido más que desprecio de los gobernantes, quienes, a pesar de la ausencia de cualquier acuerdo, indudablemente me han amenazado con graves daños en caso de que no cumpla con sus edictos». —Robert Higgs, ¿El consentimiento de los gobernados?
«La gran dificultad que menoscaba la credibilidad del contrato social es que implica el compromiso unánime de todos de obedecer una regla de decisión, la "constitución", antes de que tal regla pueda ser adoptada. Para ello se necesita una decisión colectiva para establecer una regla de decisión. Sin embargo, puede ser necesaria una regla previa para permitir que esta decisión se tome colectivamente. Solo las decisiones unánimes no implican la aceptación implícita o explícita de una regla de decisión. Pero no hay una razón a priori por la cual la selección unánime de tal regla debería ser posible; ciertamente no podemos proceder simplemente asumiendo que es así. ¿Cómo, entonces, se puede alcanzar una decisión colectiva, antes de que haya una regla para alcanzarla? Sin embargo, el contrato social no tiene sentido a menos que sea un acuerdo para respetar una regla desconocida, aún por acordar». —Anthony de Jasay. «Against Politics. On government, anarchy, and order»