San Fermines

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Daniel Jimeno, último corneado del encierro, en el año 2009.
Historia trágica
Al menos 16 corredores han muerto en el encierro a lo largo de su historia; el último, Daniel Jimeno, corneado por un Jandilla en 2009
Foto: © Sanfermin.com / Pablo Roa

El encierro también tiene su lado trágico. Al menos 16 personas han muerto en la carrera desde 1910. Aunque la seguridad y el dispotivo sanitario son cada año más avanzados, el encierro sigue siendo peligroso y no está exento de la posibilidad de morir. Estos son los fallecidos en el encierro.

  1. Daniel Jimeno Romero. Alcalá de Henares (Madrid)
  2. Fermín Etxeberria Irañeta. Pamplona
  3. Matthew Peter Tasio. Illinois (EEUU)
  4. Vicente Risco. Badajoz
  5. José Antonio Sánchez Navascués. Cintruénigo (Navarra)
  6. José Joaquín Esparza Sarasíbar. Pamplona
  7. Gregorio Górriz Sarasa. Arazuri (Navarra)
  8. Juan Ignacio Eraso Martiartu. Pamplona
  9. Hilario Pardo Simón. Murchante (Navarra)
  10. Vicente Urrizola Istúriz. Pamplona
  11. Casimiro Heredia. Pamplona
  12. Julián Zabalza. Villava
  13. Gonzalo Bustinduy. San Luis de Potosí (México)
  14. Santiago Martínez Zufia. Pamplona
  15. Esteban Domeño Laborra. Sangüesa
  16. Francisco García Gurrea. Falces (Navarra)

10 julio de 2009. Daniel Jimeno Romero
(27 años, Alcalá de Henares, Madrid)
Alcalzado en la zona de la clavícula izquierda en el tramo de Telefónica.
Astado de Jandilla de nombre “Capuchino”

Daniel Jimeno falleció a las nueve meno cuarto de la mañana tras recibir una cornada en el cuello a la altura del tramo de Telefónica. El corredor ingresó en el hospital en parada respiratoria y los médicos no pudieron hacer nada por su vida.

Desde el principio el toro “Capuchino” se fijaba en los corredores y no seguía la trazada de sus hermanos ni de los cabestros. De hecho, nada más entrar en la plaza del ayuntamiento no realizó el giro habitual a la izquierda y se llevó por delante a varios corredores. Quedó rezagado, empitonó a otro corredor en Mercaderes y ya realizó solo todo el recorrido.

En Telefónica no siguió tampoco la trazada habitual y embistió a un grupo de corredores que se situaban en la parte derecha del vallado. Daniel Jimeno estaba en el suelo e intentaba retirarse tras una caída. “Capuchino” embistió al grupo y le alcanzó en la zona de la clavícula izquierda de arriba hacia abajo. La herida intraclavicular le seccionó la vena cava y le hizo perder mucha sangre. Fue trasladado al Hospital de Navarra, pero sus heridas eran incompatibles con la vida.

Homenaje a Daniel Jimeno en el encierro del día siguiente de su fatal cornada.
Pañuelos rojos de recuerdo a Daniel Jimeno en el lugar exacto en el que fue corneado. © Sanfermin.com

08 de julio de 2003. Fermín Etxeberria Irañeta
(63 años, Pamplona). Fallecido el 24 de septiembre de 2003
Alcanzado en el tramo de Mercaderes
Astado de la ganadería de Cebada Gago: “Castillero”

El corredor pamplonés Fermín Etxeberria, habitual del encierro desde los 14 años, sufrió el violento envite de un astado de la ganadería de Cebada Gago en el tramo de Mercaderes, lo que le produjo un fuerte traumatismo craneoencefálico. Trasladado con urgencia a un centro hospitalario, tres días después hubo de ser intervenido al sufrir hipertensión arterial.

Desde ese momento quedó ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital de Navarra, donde permaneció en coma y con ventilación mecánica hasta finales de septiembre. El 24 de septiembre fallecía en la Clínica San Juan de Dios de Pamplona después de permanecer dos meses y medio en el hospital.

13 de julio de 1995. Matthew Peter Tasio
(22 años, Illinois, USA)
Alcanzado en la Plaza del Ayuntamiento
Astado de Torrestrella: “Castellano”

Era la primera vez que Matthew Peter Tasio visitaba Pamplona y corría en el encierro. Había venido con un amigo a conocer Sanfermin y después de pasar la noche con un grupo de norteamericanos que habían conocido, se disponía a correr el encierro antes de marcharse.

Aquel 13 de julio el recorrido del encierro se encontraba repleto de corredores. La manada salió a gran velocidad, creando momentos de gran tensión y varios conatos de montones en los primeros metros. Uno de los astados, de nombre “Castellano”, avanzaba en primer lugar y mientras tanto, unos metros más arriba, a la entrada de la plaza del Ayuntamiento, el joven Peter Tasio tropezaba con la acera del Ayuntamiento e intentaba ponerse de pie como podía.

Mathew Peter Tasio, muerto en el encierro tras recibir una cornada.
© Emilio Zazu

Después de recobrar mínimamente el equilibrio Peter Tasio cayó de nuevo al suelo al encontrarse con otro corredor que intentaba llegar al vallado. Fue entonces, al intentar levantarse de nuevo, cuando el joven se vio arrollado por ese primer toro de 575 kg. que le empitonó en el abdomen y le provocó una rotura de la arteria aorta, que resultó ser mortal.

La herida le produjo una anemia aguda y le ocasionó la pérdida del 90% de la sangre antes, incluso, de llegar al Hospital de Navarra. El traslado fue muy rápido, el equipo de la Cruz Roja tardó tan sólo 8 minutos en llegar al centro hospitalario, pero para entonces Matthew Peter Tasio estaba inconsciente y su estado era muy grave. A pesar de los intentos de reanimación de los médicos que le atendieron, falleció a los pocos minutos.

13 de julio de 1980. Vicente Risco y José Antonio Sánchez Navascués
Astado de Guardiola Fantoni: “Antioquio”

Vicente Risco
(29 años, Badajoz)
Alcanzado en la Plaza de Toros

José Antonio Sánchez Navascués
(26 años, Cintruénigo, Navarra)
Alcanzado en la Plaza del Ayuntamiento

Uno de los encierros más largos de la historia de Sanfermin, con una duración de 10 minutos y 55 segundos, se cobró la vida de dos jóvenes que fueron corneados por un mismo toro llamado “Antioquio” en la plaza del Ayuntamiento y en la plaza de toros respectivamente. 33 años antes otro toro de nombre “Semillero” corneó de muerte a otros dos corredores (10 de julio de 1947).

Pocos segundos después de prender la mecha del cohete de los corralillos de Santo Domingo, los astados se dirigieron calle arriba y al final de la cuesta, a la altura de donde estaban entonces los baños públicos, un toro resbaló y quedó descolgado de la manada hasta el final del encierro. A la entrada de la Plaza Consistorial, junto a Casa Seminario, este toro rezagado golpeó a un mozo y empitonó a José Antonio Sánchez, arrastrándolo unos cuantos metros, hasta la calle Mercaderes.

Según declaró entonces un amigo del corredor, cuando vio que el toro caía al suelo y se dirigía hacia la derecha le gritó a José Antonio para alertarlo, pero pocos segundos más tarde pudo ver como su amigo era embestido y arrastrado varios metros. En el servicio de Urgencias del Hospital de Navarra tuvieron que hacerle una transfusión de 15 litros de sangre, pero a las 10:30 de la mañana el corazón de José Antonio se paró.

Después de cornear a José Antonio Sánchez, “Antioquio” había recorrido el trayecto del encierro en solitario y a la entrada de la plaza se dirigió hacia la derecha y alcanzó a Vicente Risco, manteniéndolo colgado en el asta derecha durante unos segundos. Tras soltarlo, el joven quedó de rodillas palpándose la parte izquierda del abdomen, donde había recibido la cornada. La gente estaba histérica en el ruedo y unos corredores trataron de levantar a Vicente, pero el toro arremetió otra vez contra él zarandeándole repetidas veces. Volvió a soltarlo y a golpearle de nuevo hasta herirlo de muerte. Los médicos de la enfermería de la plaza no pudieron hacer nada por salvarle.

08 de julio de 1977. José Joaquín Esparza Sarasibar
(17 años, Txantrea, Pamplona)
Alcanzado en el callejón por el pisotón de un cabestro que le rompe una costilla y ésta le secciona la vena cava provocándole la muerte.
Astado de Eduardo Miura: “Silletero”

Texto extraído del libro “Historia trágica del encierro de Pamplona” (1978), de Luis del Campo

“…han captado la formación en el callejón de, tapón más que montón, auténtico valladar humano en el mismo borde del ruedo. Lo han originado esas gentes alocadas, que parecen no tener agallas para correr a la vera de los bóvidos, viéndolos y sintiéndolos, esos grupos que, en ocasiones, hasta sin comenzar el encierro irrumpen en avalancha hollando la rubia arena del anillo.

La manada se topa con alta muralla de mozos y las fieras, como rehuyendo asustadas el herir, levantan sus poderosas cabezas, patean a los caídos en un intento de continuar el camino, de remontar el conglomerado humano. El barullo resulta indescriptible, el griterío ensordecedor y la emoción alucinante.

Los toros se revuelcan excitados y furiosos. Uno, Silletero, que ostenta en sus costillares el número 12 marcado a fuego cuando era becerro, quizá guiado por la mayor luz del lado de Telefónica, retorna sobre su anterior recorrido. Se oyen voces teñidas de angustia pidiendo se cierre la puerta de acceso al coso y reina la incertidumbre; quienes consideran no deben volverse más toros sobre sus pasos siendo necesario evitar el incremento humano con nuevos corredores rezagados junto con los mansos de reserva, frente a los que piensan no deben permanecer en el estrecho recinto del callejón, revueltos sin salida, hombres y fieras. Hasta tres veces el sólido portalón, se abrió y cerró, pasando sucesivamente a los vallados, fuera del coso, otros dos miureños y varios cabestros.

Transcurrieron seis escasos minutos, que parecieron siglos, desde que la manada topó con el tapón humano hasta que se oyeron los dos sonoros chupinazos propaladores del encerrar de los cornúpetas en los corrales. El balance se tradujo en uno de los más trágicos y sangrientos en la historia del tradicional espectáculo, no obstante en el devenir del tiempo los heridos curaron sin secuelas, salvo el joven José Joaquín Esparza, de 17 años, que quedó inerme en el callejón”.

09 de julio de 1975. Gregorio Górriz Sarasa
(41 años, Arazuri, Navarra)
Alcanzado en el callejón
Astado de Fco. Javier Osborne (Jerez de la Frontera, Cadiz): “Navarrico”

Texto extraído del libro “Historia trágica del encierro de Pamplona” (1978), de Luis del Campo

“En el callejón, a la entrada del ruedo, se había formado un montón y lejos de deshacerse, cuando todavía era tiempo, se fue convirtiendo en auténtico tapón. Los adelantados cabestros, quizá acostumbrados a situaciones similares, comenzaron a pasar por encima, mediante saltos, pisoteos y aplastamientos de la masa humana, hasta lograr alcanzar el redondel.

Los toros rezagados, al encontrarse ante aquel obstáculo, optaron por volverse y en el tramo de Telefónica repartieron leña sin consideración. Se consigue que los toros enfilen hacia la plaza. Los toros pugnaban por entrar por el lado derecho, donde se encontraba el grueso del montón de muchachos. Un toro se encontraba suelto, arrimado a la pared. Entonces dio media vuelta y se dirigió hacia la pared izquierda. Allí se encontraba Gregorio Gorriz y lo corneó“.

Aquí puedes escuchar el testimonio directo de Frank Taylor (premio Guiri del Año de Safermin 2009), testigo directo de la cornada.

12 de julio de 1974. Juan Ignacio Eraso Martiartu
(18 años, Txantrea, Pamplona)
Alcanzado entre Telafónica y el callejón
Astado de Herederos de Don Manuel Arranz (Salamanca): “Palmello”

Texto extraído del libro “Historia trágica del encierro de Pamplona” (1978), de Luis del Campo

“El joven Juan Ignacio Eraso había corrido desde finales de Estafeta, aproximadamente a partir del Bar Fitero, precediendo a los dos toros rezagados, quizás sin apercibirse de que además de estos dos astados venía otro más retrasado. Cuando faltaban nueve o diez metros para llegar a la plaza, debió considerar suficiente lo recorrido, cesó en la carrera y, sin conseguirlo, intentó subir al vallado. Confiando en que el peligro había cesado, al observar el paso de los dos toros, se volvió tranquilamente, mas se encontró de improviso con Palmello.

Juan Ignacio Eraso fue corneado mortalmente en 1974.
© Zubieta y Retegui

El berrendo con listón negro se fijó en Juan Ignacio e hizo por él, despreciando las provocaciones de quienes intentaban desviar su atención; el mozo se percató de la embestida del toro y permaneció quieto, acurrucado, tapándose el rostro con el brazo, en lugar de estirarse, pegarse al terreno o rastrear por debajo de los maderos. Enganchado en la valla de la derecha por las homicidas astas, perdió tierra y, tras ser corneado, fue lanzado contra el vallado de la izquierda”.

12 de julio de 1969. Hilario Pardo Simón
(45 años, Murchante, Navarra)
Alcanzado en la Cuesta de Sto. Domingo
Astado de Salvador Guardiola Fantoni: “Reprochado”

Texto extraído del libro “Historia trágica del encierro de Pamplona” (1978), de Luis del Campo

“Encierro peligroso el de un toro adelantado, por lo que muchos mozos forzaron al máximo la marcha de sus pies, mientras otros optaban por quedarse pegados a la pared del Hospital Militar o, perdiendo el equilibrio, permanecían impotentes dentro de la acera. Un grupo numeroso de corredores se lanzó hacia la derecha, para buscar refugio en conocido recodo o desnivel con ángulo muerto, que forma la iniciación de la subida al Museo de Navarra.

“Reprochado”, al parecer querenciado hacia este sector, infirió tremenda cornada en el vientre a Gregorio Z.J. de la que posteriormente curaría y, seguidamente, cogió al protagonista de este luctuoso encierro… Cuando Hilario Pardo se hallaba caído, o se había arrojado voluntariamente al suelo, se dirigió hacia él “Reprochado”, que mete la cabeza junto al muro de piedra e intenta hacer presa con el pitón derecho… según expresión castiza taurómaca, es posible que fueran dos derrotes consecutivos, en zig-zag, imprimiendo el izquierdo la cornada mortal…

En breves segundos todo había terminado, una gran hemorragia externa ensangrentó la calle y empapó sus vestimentas. Quedó tendido boca abajo y, gráficamente, puede demostrarse que siendo el mismo toro el que corneó a las dos víctimas, contrariamente a lo que se dijo y propaló, el muerto fue el segundo de los cogidos”.

09 de julio de 1961. Vicente Urrizola Istúriz
(32 años, Pamplona)
Alcanzado en la Cuesta de Sto. Domingo, principio Plz. Ayuntamiento
Astado de Alvaro de Domecq

Texto extraído del libro “Historia trágica del encierro de Pamplona” (1978), de Luis del Campo

“Vicente Urrizola Isturiz se hallaba aquella mañana, al igual que en incontable número de veces, en el primer tramo del recorrido de los toros, a nivel de la Plaza del Mercado, en la llamada cuesta de Santo Domingo, a la altura del Hospital Militar (actual Museo de Navarra). Instantes después sonaban los cohetes de Santo Domingo y un mozo era volteado por un toro de Domecq. Tal suceso pasó desapercibido en sus primeros momentos, no suscitó eco y careció de resonancia entre el pueblo de Pamplona. El herido fue trasladado al hospital y “falleció treinta horas más tarde“.

10 de julio de 1947. Casimiro Heredia
(Pamplona)
Alcanzado en la Estafeta
Astado de Don Antonio Urquijo (Murubes): “Semillero”

Texto extraído del libro “Historia trágica del encierro de Pamplona” (1978), de Luis del Campo

“Casimiro Heredia charlaba el 10 de julio con un matrimonio amigo. Cuando llegaron los toros fueron sus palabras, las últimas, dirigiéndose a la señora “Anita, métete más adentro; hasta luego”. Corrió a la par de los toros unos metros, ignorando que a escasa distancia venía rezagado “Semillero”. Nadie sabrá jamás si lo vio o fue sorprendido.

El Murube, que había caído al perseguir a un corredor entre el vallado de Mercaderes y Estafeta, se enseñoreaba de la calle y, corriendo a buena marcha como intentando alcanzar al resto de la manada, lanzaba derrotes, amagando atacar a determinados actores activos del encierro. Casimiro fue uno de ellos, pero tuvo la fatalidad de que el asta hiciera carne; cayó en medio de la calle y quizás favoreció la cornada el intento de arrojarse al suelo, o el de no poder realizar un supremo esfuerzo. El toro, corneándole, lo llevó desde el centro de la calle hasta la acera, mientras los espectadores tuvieron la impresión de haber sido herido de gravedad.

Semillero cornea a Casimiro Heredia y termina con su vida. 10 de julio de 1947.

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